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El Orgullo 2022 arranca con cancelaciones de conciertos y polémica ante la pasividad de Almeida: “No tengo previsto acudir”

Los organizadores denuncian que el Ayuntamiento les impide celebrar conciertos en una plaza del centro de la capital y solicitan que se amplíen aún más el límite de ruido

Una bandera LGTBI ondea frente al Ayuntamiento de Madrid, donde preside la bandera de España, durante la marcha del Orgullo en 2021.Foto: GANDUL (EFE) | Vídeo: EUROPA PRESS
Manuel Viejo

Si las políticas son gestos, actos y el manido relato, aquí los últimos del alcalde de Madrid con respecto al Orgullo 2022, uno de los mayores eventos multitudinarios y símbolo de la ciudad desde hace décadas. José Luis Martínez-Almeida no ha acudido, ni acudirá, a ninguno de los eventos del Orgullo de este año: ni al pregón de esta tarde en la plaza de Pedro Zerolo con la artista Chanel, ni a los conciertos de la plaza de España, ni a la manifestación de este sábado. Tampoco fue a la presentación del programa de hace solo unas semanas en el auditorio del Museo Thyssen. Por provocar, ha provocado hasta una nueva división interna ―la enésima en lo que va de mandato― en su Gobierno de coalición con Ciudadanos. La vicealcaldesa, Begoña Villacís, dijo que, si por ella fuera, sí se colocaría la bandera arcoíris símbolo LGTBI en el balcón del Ayuntamiento. Almeida se negó en rotundo. ¿Qué hizo Villacís entonces? Colocarla en nueve de los 21 distritos que preside. El PP, sin embargo, pasó de largo. El Orgullo de este año ha entrado en un terreno distinto, más allá de las imágenes y discursos políticos. Los organizadores están muy molestos con Almeida. Por primera vez, se han cancelado unos conciertos a pocas horas del pregón. Hay convocada una manifestación como protesta. En la mañana de este miércoles, durante un acto en el paseo de la Castellana, el alcalde ha atendido a los medios sin límite de tiempo:

―¿Va a ir al pregón del Orgullo?

―No tengo previsto acudir, como tampoco fui los años anteriores y no pasó absolutamente nada.

Los años anteriores, con la pandemia, no se pudo celebrar por las calles. Tras esta frase de Almeida, algunos madrileños curiosos que rodeaban los alrededores del puente de Rubén Darío, soltaron unos aplausos improvisados. El alcalde, que se crece siempre entre sus simpatizantes, vociferó: “Ah, ¡viva San Fermín!”. Ni rastro del Orgullo. Desde hace varias semanas, el PP está muy incómodo con uno de los eventos más multitudinarios de la capital. No encuentra un discurso sólido. Si hay una semana al año donde la tensión interna entre los populares se recrudece con más fuerza que nunca, es, precisamente, durante estos días. ¿Qué ha pasado este año con respecto a los anteriores? Todo empezó hace semanas. Según fuentes de la organización, los populares habían propuesto en una de las reuniones trasladar la celebración a Ifema, a varios kilómetros del centro. “Esto no tiene ningún sentido”, cuentan fuentes de la Asociación de Empresas y Profesionales para Gays y Lesbianas, Bisexuales y Transexuales de Madrid y su Comunidad (Aegal). “Siempre nos lo ponen muy difícil. Les dijimos que era inviable y, finalmente, no ha sido así”.

La fuente de Cibeles, iluminada con los colores de la bandera LGTBI, en las fiestas del Orgullo del año pasado.
La fuente de Cibeles, iluminada con los colores de la bandera LGTBI, en las fiestas del Orgullo del año pasado. Mariscal (EFE)

Pero es la chispa que ha incendiado todo. Unas semanas después, durante la presentación del Orgullo ―a la que no fue el alcalde― la presidenta de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans, Bisexuales, Intersexuales y más (FLGTBIQ+), Uge San Gil, tomó la palabra: “Hemos sabido revivir tras el acoso”, dijo. “No hace falta que cuelgue la bandera. La bandera nos la colgamos nosotros. Nosotras somos la bandera. El señor alcalde no representa a la ciudadanía”. Inmediatamente, dos concejales del PP que observaban desde la primera fila ―José Fernández, concejal de distrito Centro y Salamanca, y Almudena Maíllo, la edil municipal de Turismo― se levantaron de sus asientos. Antes de salir por la puerta del museo, Fernández, con media sonrisa, se dirigió a los periodistas: “Y, como ha dicho ella [en referencia a la presidenta de LGTBIQ+], la bandera se lleva dentro, no hay que llevarla fuera”. Todo esto sucedió el 21 de junio.

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El debate sobre el exceso de decibelios

Durante estas dos últimas semanas, la principal preocupación de los organizadores ha estado en el ruido. Aquí es donde ha entrado en juego la burocracia interna municipal, los guiños a los votantes y la pasividad de Almeida y su equipo en afrontar un Orgullo como los anteriores. Durante un evento de estas características, los límites acústicos se sobrepasan continuamente. Los decibelios entran de lleno en las casas de los vecinos de Chueca y zona Centro. Las soluciones no son nada fáciles. Todo cambió, sin embargo, hace seis años, con Manuela Carmena. Quienes formaban parte de su equipo cuentan que hubo mucho debate interno sobre cómo afrontar este asunto.

La decisión final se tomó el 29 de junio de 2016. PSOE y Ahora Madrid llevaron al pleno municipal declarar la fiesta del Orgullo como de “especial significación ciudadana e interés general para la ciudad de Madrid”. Todos los partidos de entonces (PSOE, Ahora Madrid y Ciudadanos) votaron a favor. El PP, que entonces lideraba Esperanza Aguirre, se abstuvo. Este marco legal de “especial significación ciudadana” permitió establecer un amparo a la subida de los límites sonoros durante los días del Orgullo. Carmena, según recuerdan ahora algunos concejales, fue a más, incluso. En una Junta de Gobierno, todos los concejales asumieron que en el caso de que llegara una denuncia por sobrepasar los decibelios permitidos, todos eran responsables. Ningún ciudadano se quejó.

¿Y ahora? Ahora, según fuentes municipales, el PP no quiere asumir esos riesgos. Algunas voces apuntan hacia el concejal de Medio Ambiente, Borja Carabante, que, si bien es cierto que ha ampliado el límite a los decibelios un poco más, no quiere asumir una denuncia por ruidos. A esto se suma la mirada con el rabillo del ojo de Vox, que aprovecha cualquier resquicio para criticar al Orgullo y, por tanto, los populares temen que acudan a los tribunales si los límites se sobrepasan. “El colectivo LGTBI es un lobby”, dijo hace unos días su portavoz municipal, Javier Ortega Smith. Ante esta tesitura, los organizadores han anunciado que los conciertos solo se escucharán en las cinco o seis primeras filas. Los altavoces de los conciertos no llegarán a toda la plaza, como otros años.

Por este motivo, el perfil oficial de la organización del Orgullo publicó un mensaje a las siete de la tarde este lunes: “No podemos celebrar el evento con todas las garantías necesarias. El Ayuntamiento de Madrid ha desoído nuestras solicitudes...”. A las once de la noche, otro más: “Por motivos ajenos a la organización, este miércoles SE SUSPENDE la programación de la Plaza de las Reinas”. La escalada de quejas va en aumento. Hay convocada hasta una manifestación como queja. Esta suspensión, según explican fuentes del Ayuntamiento, se debe a los informes municipales de policías y bomberos. Las obras que rodean a la plaza impiden que, en caso de una emergencia, se pueda salir con seguridad. El equipo de Almeida trabaja ahora en ceder otro espacio, pero este miércoles no llegará a tiempo.

Probablemente, la imagen que mejor refleja el Orgullo de este año se ha producido esta mañana, durante la inauguración de la nueva plaza de Rafaella Carrá, en el centro de Madrid. Sin la presencia del alcalde, la vicealcaldesa y el resto de grupos municipales han escuchado el pésimo sonido de una cantante que trataba de homenajear a la diva italiana. El rostro de todos era de funeral. La canción que sonaba de fondo, eso sí, era Fiesta: “Qué fantástica esta fiesta”.

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Manuel Viejo
Es de la hermosa ciudad de Plasencia (Cáceres). Cubre la información política de Madrid para la sección de Local del periódico. En EL PAÍS firma reportajes y crónicas desde 2014.

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