Los que arriman el hombro
Gracias, gracias y gracias a todos los sanitarios frente al desprecio de Ayuso
Permítame, querido lector, un consejo para estas fechas navideñas en el centro de Madrid. Tenga mucho cuidado con sus bolsillos. Y no metafóricamente. Los amigos de lo ajeno tienen mucha habilidad para sustraer su teléfono móvil, aunque lo lleve en la parte delantera del abrigo. Especial precaución en nuestro particular triángulo de las Bermudas: Sol, Callao y la plaza Mayor. Agárrelo fuerte, o se verá un día después denunciando y pidiendo un duplicado de su tarjeta, junto a otras almas ansiosas en su mismo estado en las franquicias de las operadoras. Mal de muchos.
El otro aviso ya es hoy un tsunami y se llama Ómicron. Aquella isla de vacunados que miraba a Europa con lejanía se ha encontrado de bruces con una realidad que nadie esperaba. Y no para de subir. Marean los datos, pero esperemos que, como se vaticina, esta variante tenga consecuencias más leves en las personas. Hay que protegerse. Y volvemos a la mascarilla obligatoria, a esta sensación de no final.
Moviola de un año, reflexiones para despedir este 2021. A la mente me viene desde mi ventana obstruida por la nieve en plena Filomena hasta la máxima emoción de los pinchazos de Pfizer en el Hospital Niño Jesús. Este Madrid en el que no ha faltado de nada, desde elecciones a base de cañas hasta el efímero paso de Pablo Iglesias por la política regional. Oiga usted, que hasta hemos visto cosas que nunca imaginaríamos, como a Isabel Díaz Ayuso armando una guerra contra el que fuera su amigo y descubridor, Pablo Casado, hasta la ultraderecha de Vox haciendo feos a José Luis Martínez-Almeida en el Palacio de Cibeles.
Pero para despedir este año hemos tenido que escuchar unas de las declaraciones más indignantes en la política desde que empezó la pandemia. La presidenta madrileña ha lanzado: “En algunos centros de salud no todos quieren trabajar y arrimar el hombro”. Y lo ha dicho después de incumplir la promesa de que habría test de antígenos para todos los madrileños desde el día 15. Suelta eso cuando nos cruzamos todos los días con las colas en los centros de salud que rodean manzanas. Puede venir a verlo a Malasaña, por ejemplo. Y si alguien no coge el teléfono, la culpa es de la Comunidad, por desatender la atención primaria.
Es una falta de respeto a los sanitarios, que se han jugado la vida —y algunos la han perdido— durante esta pandemia por salvarnos a todos. Han trabajado sin descanso, dejándose la piel, luchando por nosotros. Lo que menos se merecen es ese desprecio, sino todo nuestro cariño, reconocimiento. Y, sobre todo, la mejora de sus condiciones. Ellos sí que han arrimado el hombro. El alma de nuestra Sanidad, sus manos, la muralla contra el virus. Cuidémonos todos, y más en Navidad. Esperando ya a 2022. Y lo hago poniendo el último himno de las calles de Madrid: Bravo Murillo, de La Paloma.
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