Un espectáculo de egos y de testosterona
Podría haber un mejor proyecto para Madrid, para sus ciudadanos, pero parece no importarle. Su suerte probablemente sea la desgracia de todos.

Cambio, transformación e impulso pueden parecer tres palabras al azar, pero son las que suelen elegir los gobernantes para presentar un proyecto de presupuestos a la ciudadanía. Son, como quien dice, potenciadores básicos de cualquier discurso, sacados directamente del supuesto manual del buen alcalde.
Habitualmente vienen acompañadas de infinidad de datos y cifras mareantes con el único propósito de generar un marco mental propicio a su aprobación. Un marco mental que pretende obviar las vergüenzas, los olvidos y a los olvidados.
En estos últimos días la ciudadanía madrileña ha visto pasar ante sus ojos a diferentes personajes esperpénticos enfrentados con el que debería ser el objetivo común: mejorar la vida de sus vecinos y vecinas.
Seguramente se han sorprendido, aunque sea poco, al encontrar a un alcalde a tiempo parcial capaz de ofrecer a la extrema derecha cesiones que puedan afectar a los derechos, las libertades, o a la calidad de vida de los madrileños y de las madrileñas. Habrán comprobado, a su vez, cómo el partido negacionista del cambio climático y de la vacunación, cambia de opinión cada 24 horas y se sienta a negociar con el único fin de tener un titular en los medios de comunicación. O como cuatro personajes en busca de autor, o de partido que los quiera, abren sus brazos a unos presupuestos lesivos para los vecinos de la Villa y Corte.
En ese panorama, desalentador e indigno para lo que se espera de nosotros, los socialistas intentamos ofrecer algo de cordura. Es fácil mirar a Europa y ver cómo la ultraderecha comienza a encabezar iniciativas reaccionarias, o a plantear retrocesos en derechos humanos. Por eso ofrecimos una oportunidad a la política, al alcalde. Negociar, devolver la luz a donde se necesita, y dejar de ayudar a unos pocos con carteras repletas de posibles, y reequilibrar nuestra ciudad.
Lamentablemente no han querido sentarse. Han optado por seguir plegados a los ultras. Son su socio preferente y único. Ahora de presupuestos y en el futuro de coalición electoral. Se sienten cómodos con ellos, iguales.
Y ahí es donde perdemos todos. En esa sinrazón, en ese espectáculo de egos y de testosterona. No sé si se acabarán encontrando, pero nos debe preocupar la deriva del alcalde suplicante y su reverencia constante hacia el radicalismo más retrógrado. Podría haber un mejor proyecto para Madrid, para sus ciudadanos, pero parece no importarle. Su suerte probablemente sea la desgracia de todos.
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