Lo que no se ve (en el siniestro mundo de Peeping Tom)
Arranca el próximo jueves el Festival de Otoño, en los Teatros del Canal, con la última trilogía de la celebrada compañía belga
¿Por qué se afana ese hombre en limpiar un charco de sangre? ¿Quién es esa figura que nos pareció ver tras el cristal? ¿Qué esconden en ese sofá? Aquí siempre hay sombras enigmáticas, puertas tras las que ocurren cosas que no vemos, escaleras que conducen a no sabemos dónde… la compañía belga Peeping Tom no da respuestas. En todas sus creaciones, a las que no podemos definir con precisión como teatro o como danza, dan tratamiento de mirón a sus espectadores. Les ofrecen un sesgo, solamente una parte de la propuesta, como si todo lo estuviesen viendo a través de la mirilla. El término Peeping Tom, de hecho, designa a un mirón, a un voyeur, a ese incómodo curioso que espía la vida ajena.
“Si hay algo que siempre nos ha unido, desde que empezamos a trabajar juntos en 1999, ha sido la búsqueda de lo que está escondido: indagar en lo que no se ve, en la intimidad de las personas, en los tabúes”, confirma Gabriela Carrizo (Córdoba, Argentina, 1970), que codirige junto al francés Franck Chartier la célebre compañía, una de las más renombradas de Bélgica en la actualidad. “La idea del espectador como voyeur, como un curioso que se asoma al ojo de la cerradura en la puerta de este mundo tan particular que creamos sigue estando presente”.
Se refiere a su nueva creación Triptych: The Missing Door, The Lost Room and The Hidden Floor, una trilogía inquietante que, tras seducir a sevillanos y barceloneses, llega ahora a buscar mirones en Madrid. Esta semana (del 11 al 14 de noviembre) inauguran con ella el Festival de Otoño, en Teatros del Canal. “Son temas recurrentes en nosotros la deriva, la muerte, la búsqueda de una salida, los encierros mentales, la angustia, el miedo y la incertidumbre. Nos gusta crear mundos donde la realidad se va hacia lo fantástico. En Triptych hay puertas que se cierran y al abrirse, seguimos en el mismo lugar. Hay fuerzas naturales que nos llevan, pero no sabemos hacia dónde. Tienen algo de angustiante”.
Y también de terrorífico. No resulta sencillo ni usual encontrar obras de terror y suspense en la danza. Peeping Tom se apunta el mérito no solamente con esta trilogía sino con casi toda su obra, que reconoce influencias de artistas de otras disciplinas que se mueven en su misma línea. La estética de lo cotidiano en el fotógrafo norteamericano Gregory Crawdson, los laberintos de Jorge Luis Borges, la incomunicación de los personajes de Ingmar Bergman y, sobre todo, la confusión entre realidad y ficción de David Lynch.
“En Triptych no buscábamos explícitamente el terror, pero creo que el miedo es un motor de creación importante que despierta sentimientos indescriptibles. De niña me gustaban los cuentos y las series de terror, y me he dado cuenta de que el miedo es algo que vivimos permanentemente en sociedad. Cuando hicimos El Salón [2004] acababa de tener a mi niña y era lo más bello y hermoso que me podía haber pasado, pero al mismo tiempo estaba el miedo. Miedo a que le pasara algo, miedo a la responsabilidad de ser madre”, añade Carrizo.
De tres en tres
De estos y otros miedos han hecho su danza. Obsesionados con las trilogías, Carrizo y Chartier han conseguido celebridad por sus dos primeros y largos trípticos. El primero, Le Salón, Le Jardin y Les sous sol (2002-2007), describía la trayectoria de un entonces rico clan familiar ahora venido a menos, y el siguiente, Padre, Madre e Hijo (2014-1019), suponía un acercamiento macabro a cada uno de los miembros de la familia, desde una perspectiva enfermiza y aterradora que parecía haber sido construida desde las claves del realismo mágico latinoamericano.
“Los trípticos son muy característicos de Peeping Tom. Y es que una historia te lleva a la otra y como creador, siempre te entran ganas de saber qué les pasa después a los personajes que has creado. Pero en este caso, sin embargo, no fue así. The Missing Door fue un encargo que me hizo a mí el NDT [Nederlans Dans Theater, de La Haya] que iba a formar parte de un programa con otros coreógrafos. La idea del tríptico nació cuando a Franck le extendieron una segunda invitación, y entonces decidió continuar con el mismo grupo de protagonistas”, recuerda Carrizo.
Las crearon para Holanda entre 2013 y 2017, pero giraron muy poco. Así que pensaron que sería bueno retomarlas unidas en una única velada, muy a la manera cinematográfica, con su propia compañía y darles una vida más larga, más fructífera. No fue sencillo porque se atravesó la pandemia. Vivieron la incertidumbre de posponer varias veces el estreno, sufrir numerosas cancelaciones con la consecuente inestabilidad y zozobra. Pero a fecha de hoy ya han conseguido moverla por muchos de los numerosos festivales y plazas relevantes del teatro y la danza internacional, donde son adorados por una creciente horda de fanáticos y seguidores. “Hemos tratado de desarrollar nuestro lenguaje siempre preguntándonos qué es el teatro, qué es la danza… pero sin decantarnos por ninguno. Me preguntan con frecuencia cómo me veo y la verdad es que no me veo como nada. Yo sigo buscando y sigo sin saber. Quizá tenga que ver con que en la vida tenemos muchas preguntas sin respuesta”, concluye.
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