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Del ‘caso Kitchen’ a salvar a un pasajero: el ojo que todo lo ve en el Metro de Madrid

La compañía quiere comprar 117 nuevas cámaras para reforzar en 53 estaciones su sistema de vigilancia, que garantiza la seguridad y fue usado por el entramado en el que participó Villarejo

La nueva estación de metro de Gran Vía, en Madrid
Imagen de la nueva estación de metro de Gran Vía, inaugurada el 16 de julio.INMA FLORES (EL PAIS)
Juan José Mateo

En las entrañas de Madrid habita un Gran Hermano que lo ve todo. Si las venas del Metro son sus túneles, y la sangre los trenes, los ojos son las casi 10.000 cámaras instaladas para garantizar que nada interrumpe el servicio. La compañía pública acaba de licitar por 383.824,1 euros la compra de 117 nuevos dispositivos con los que quiere reforzar la vigilancia en 53 estaciones. Son la punta del iceberg. El Metro de Madrid es considerado una infraestructura crítica para la seguridad nacional, y su protección está centralizada en un puesto de mando, que es algo así como la tienda de campaña de un general ante el campo de batalla: desde allí, en el Alto del Arenal, se otea todo lo que ocurre en el suburbano. Bien lo saben, por ejemplo, los investigadores del caso Kitchen.

15 de agosto de 2013. Los hombres presuntamente movilizados por el entramado en el que participaba el excomisario José Manuel Villarejo para aclarar qué documentación sensible tiene el extesorero del PP, Luis Bárcenas, observan cómo su chofer le entrega a un desconocido lo que parece un paquete. Este, identificado como “Varón A” en el informe de seguimiento consecuente, entra inmediatamente en el Metro. Lo que sucede a continuación queda reflejado en el archivo de la Asamblea, donde una diputada de Más Madrid preguntó la pasada legislatura cómo es posible que las imágenes de ese hombre acaben en manos de quienes le siguen, registrando paso a paso su camino por el suburbano. Está en la parada de República Argentina. Baja al anden de la línea 6. Y coge un tren en dirección a Nuevos Ministerios.

“Metro de Madrid responde a cualquier petición de imágenes grabadas por el sistema de videocámaras del Metro de Madrid, procedente de miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado convenientemente acreditados como pertenecientes a los mismos”, explicó la compañía al respecto.

Cientos de videos para la policía

Las cámaras del Metro proporcionan cientos de videos a la policía cada año, y no siempre sobre crímenes cometidos en el suburbano: igual que ocurrió en la Operación Kitchen, son empleadas muchas veces para certificar los movimientos de un investigado. Las imágenes solo se conservan seis días en el sistema, y luego son borradas, salvo que muestren un delito o haya una petición judicial o policial para mantenerlas. Aunque, por supuesto, los seguimientos policiales no son su uso principal.

“La operación en las instalaciones de Metro de Madrid está muy tecnificada, con actuaciones remotas desde los centros de control sobre los equipos”, se describe en la justificación del contrato para añadir más ojos al dispositivo. “Además de tener una visión en tiempo real de lo que pasa en las estaciones para la ayuda en la toma de decisiones operativas, el disponer de imágenes es imprescindible para activar órdenes de parada o puesta en marcha de instalaciones, y muy importante en la atención de llamadas de interfonos públicos”, se sigue. “La videovigilancia de andenes, pasillos o vestíbulos, y la grabación de las imágenes de las cámaras en los andenes es un recurso técnico esencial para la protección de las personas y de las instalaciones, y como recurso probatorio en hechos delictivos”, se añade. Y se recuerda: “Las cámaras se conectarán al sistema actual de centralización de video para unificar el acceso a las imágenes y grabaciones de las mismas”.

Metro de Madrid cuenta con más de 8.600 cámaras de seguridad en sus instalaciones. De ellas, más de 4.800 están desplegadas por zonas públicas, según información de la compañía: vagones, andenes, pasillos, vestíbulos...

Así, la mayor parte de las incidencias registradas son sanitarias (desmayos, lipotimias, caídas, lesiones o incluso infartos), o de seguridad (agresiones al personal de la compañía, robos, peleas...).

“A lo largo de todos estos años, son muchas las situaciones captadas por las cámaras de seguridad de Metro”, rememora un portavoz de la compañía. “De hecho, se ha detectado a grafiteros encapuchados entrando en las instalaciones del suburbano para pintar los trenes, o a carteristas merodeando por las estaciones en busca de una posible víctima”, sigue. “En algunas ocasiones, las cámaras han llegado a captar un robo al descuido y el personal de Metro se ha puesto en contacto con el vigilante de seguridad de la estación para darle la descripción del presunto ladrón, lo que ha permitido interceptarle y ponerlo a disposición policial, recuperando las pertenencias de la víctima”.

Todo empezó hace más de 25 años. Entonces se instalaron las primeras cámaras del Metro. Nada era digital. Todo era analógico. Las cámaras estaban conectadas a un vídeo, también analógico, con grabación continua. Más de un cuarto de siglo después, el Gran Hermano del Metro es digital, y bien podría aparecer en una película de espías. O en un documental sobre el caso Kitchen.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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