Sua, la perra gata
Los mastines son una raza de perro utilizada para vigilar rebaños y, sobre todo, protegerlos de los ataques de los lobos, sin embargo esta perra es tan gata como cualquier madrileño de tercera generación
Sua es una perra tan gata como cualquier madrileño de tercera generación. Le gusta pasear por el Retiro, los puestos de castañas y los bares que dejan un cuenco de agua en la entrada. Sabe que debajo de los bancos suele haber restos de comida, pan y pipas, que los alcorques de los árboles huelen a colillas y que los ascensores y el metro llevan a lugares mejores. La gente que se topa con ella se cruza de acera o abre los ojos y aprieta los puños muy fuerte conteniendo las ganas de achucharla. Es consciente de su encanto y arrima el culo a todo el que la quiera conocer. Cuando está a cuatro patas, su cabeza se levanta a 1 metro del suelo pero si se pone a dos, es más alta que un español medio, supera los 173 cm y pesa unos 58 kilos. Podría ser más densa pero está “a plan”, las razas grandes tienden a desarrollar displasia y problemas en las articulaciones por lo que hay que controlar su peso y actividad física.
Sua es una mastina, una raza de perro utilizada para vigilar rebaños y, sobre todo, protegerlos de los ataques de los lobos. Sua, obviamente, nunca se ha cruzado con uno. Cada vez que la perra pasea por Ribera de Curtidores se asusta al ver el caballo de plástico de tamaño real que hay a las puertas de una tienda hípica. La primera vez que vio una oveja, huyó. El futuro que le esperaba en Ávila a ella y a sus dos hermanos terminaba en una bolsa y un contenedor de basura, por lo que ahora vive en Arganzuela en un piso de unos 50 m2. Madrid, como para muchos, no es lugar para vivir. Actualmente hay 470.443 mascotas inscritas en la Comunidad de Madrid, según el Registro de Identificación de Animales. Durante el confinamiento las adopciones de animales crecieron pero, un año después, más de 2000 animales fueron abandonados.
Las lógicas de la vida en la ciudad no comulgan con las de tener mascota: los pisos son pequeños -en Madrid rondan los 75m2-, la gran mayoría de los pisos de alquiler no permiten animales de compañía, la conciliación todavía no está asentada en la cultura laboral y la precariedad hace que muchas familias no se puedan permitir los costes de un cuidador, paseador o guardería canina. Sin embargo, el número de mascotas en los hogares españoles no deja de crecer. Al parecer, ya hay más perros en la ciudad que menores de 15 años.
El día atardece caluroso y Sua camina por el centro de la capital como si llevara alforjas a las espaldas. La longitud de su lengua funciona como indicador térmico y crece en espacios como la Plaza Mayor o la Puerta del Sol donde no hay ni una sombra en la que refugiarse. Sua bien podría ser “la nueva Paco”, aquel perro que entre 1881 y 1882 se hizo famoso por sus frecuentes apariciones en el Teatro Real o en las tertulias literarias de los cafés madrileños. Los turistas se acercan, la acarician y piden hacerse fotos con ella como si se tratara de un monumento más, “la chulapita canina”.
De las 182 áreas caninas –o, atención al término, pipicans- que hay en Madrid, Sua cree ser dueña y señora de las 182. En general, mantiene una cordialidad desapegada e indiferente con otros perros, sabe que de un guau los espanta a todos, pero el concepto sororidad no lo tiene del todo interiorizado. Su peor enemigo: los galgos. Teniendo en cuenta que el galgo es una de las razas más comunes en la capital por la cantidad de abandonos debido a su reducida vida útil como perros de carrera o caza, no hay día en el que Sua salga a pasear y no intimide a un par de flacos. Sean galgos de pura raza o no. No sabe discernirlos.
A pesar de todo, Sua es una perra cuidadora, algo independiente -porque es medio gata, claro- pachona, tranquila y paciente. Lleva un verano aguantando como su dueña, periodista, volver a casa oliendo cada día a un perro diferente y todavía no ha dicho nada al respecto.
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