El otro Room Mate en servicio durante la pandemia: 17 ancianos refugiados del coronavirus
Malestar entre los trabajadores de la Coordinadora del Tercer Sector por la polémica del “contrato fantasma”
Mantener a 17 personas mayores, entre ellos un hombre de 95 años, alejadas del virus es la labor de 35 trabajadores en el Room Mate Alicia. Es el único hotel de la cadena del empresario Kike Sarasola cedido a la Comunidad de Madrid para uso social. Hace algo menos de mes y medio empezaron a llegar personas procedentes de las residencias, donde el coronavirus ha hecho estragos. El objetivo de esta iniciativa es descongestionar las residencias, pero la tormenta política por los apartamentos de lujo donde pasa el estado de alarma la presidenta de la Comunidad ha llegado a este remanso de paz de cinco plantas en la calle del Prado esquina con la plaza de Santa Ana.
Requisito imprescindible para ocupar una de las habitaciones es que la prueba diagnóstica PCR haya sido negativa. En todo caso, los trabajadores, organizados en cinco turnos de siete personas cada uno, viven en guardia para que el virus no aproveche ningún posible descuido. El edificio, al que se accede bajo estrictas medidas de seguridad, se desinfecta tres veces al día. A las personas alojadas se les toma permanentemente la temperatura y se les controla la saturación en sangre cinco veces diarias.
“Llevo 40 días durmiendo cinco horas abrazado al teléfono móvil para que no se muera nadie”, comenta Rafael Escudero, técnico de servicios sociales de 37 años y presidente de la Coordinadora del Tercer Sector. Esta es la entidad que ha sido adjudicataria del contrato de emergencia del Gobierno regional y que agrupa a dos centenares de asociaciones, fundaciones, cooperativas y pequeñas ONG de la comunidad. “Ni un solo positivo hemos tenido, gracias al Señor”.
Escudero es un dragón que echa fuego indignado por verse en medio de la polémica del “contrato fantasma”, que él entiende que viene de un “error administrativo” y que no se trata de “mala fe”. “Esto es una guerra entre la señora Ayuso y su oposición parlamentaria”, añade. Insiste en que la Coordinadora del Tercer Sector es una entidad si ánimo de lucro y que hasta ahora han adelantado todo el dinero porque no han recibido "ni un euro de la Comunidad”. “Lo gastado en abril ha sido más de 70.000 euros con nuestros fondos, las aportaciones de las cuotas de nuestros asociados. Solo en comida son unos 10.000 euros”. Subraya que el Gobierno regional no ha adelantado nada ni pagado nada hasta el momento: “Somos el banco a interés cero de la Comunidad de Madrid”.
Este trabajador social reconoce que el contrato de este hotel es el único que han formalizado y que rechazaron abrir otra residencia similar a la del Room Mate Alicia en Alba, hotel de la misma cadena y situado en la cercana calle de las Huertas. Era, a su juicio, demasiado grande, los baños poco funcionales y la decoración menos adecuada para el nuevo uso. “Mucho papel en la pared y hasta pan de oro”.
El “ridículo de esta gestión llegó desde el principio”, añade Escudero, que denuncia que los propios empleados fueron multados los primeros días por la Policía cuando acudían al Room Mate a trabajar: “Hemos tenido que alegar para que las quiten [las sanciones]”. Y considera responsable de estos fallos a la secretaría general técnica de Políticas Sociales porque “son ellos los tramitadores, los que lo llevan”. “Aquí tiene que haber dimisiones. La gestión ha sido un caos desde el primer día”, agrega.
Los colores chillones de la decoración alternan con el blanco y la luz tamizada que se filtra desde las lujosas terrazas que se asoman a la plaza de Santa Ana. Para que el hotel reconvertido en residencia de mayores echara a rodar, en pocos días hubo que desinfectar y comprar o conseguir todo lo necesario. Sábanas, mantas, toallas, vajillas, sillas para el baño, algunas estanterías… “Nos dejaron solo el hotel. El hotel y nada más”, indica Rafael Escudero.
En los pasillos, como guardianes de la salud y enfundados de pies a cabeza en tupidos EPI (equipos de protección individual), las empleadas que velan en penumbra por el bienestar de los inquilinos, todos ellos personas de edad sin contagiar. Algunas habitaciones aparecen abiertas. Una mujer lee, otra habla por teléfono, otra ve la televisión…
“Mejor que te quites hasta el reloj”, advierten al reportero. En los dos últimos meses EL PAÍS ha visitado hospitales, empresas, ayuntamientos… Pero el Room Mate Alicia es el lugar en el que más se han extremado las precauciones para acceder (y no ha sido posible a todos los lugares). Patucos, cubrecabeza, bata, mascarilla, guantes, lejía para la suela de los zapatos, desinfección de la cámara de fotos, la libreta, el bolígrafo y el teléfono móvil. Toma de temperatura y control de saturación en sangre. “Espera, yo le doy al botón del ascensor”, dice una de las empleadas. La bajada se lleva a cabo por las escaleras en un recorrido totalmente diferente. En el restaurante Miss Sushi, en la planta baja del hotel, preparan ya las comidas.
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