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La primavera, a pesar del virus

Flores, árboles y plantas necesitan cuidados también en estado de alarma

Tulipanes en el Jardín Botánico antes de ser cortados y repartidos a distintos hospitales madrileños.
Tulipanes en el Jardín Botánico antes de ser cortados y repartidos a distintos hospitales madrileños.Mariano Sánchez García
Rut de las Heras Bretín

A veces pienso en flores. Será porque es primavera (llegó y se instaló sin la necesidad de que la anunciara ningún gran almacén) o porque a pesar de haber pasado el ecuador de abril llevo más de un mes sin ver una en directo. Y no es por no mirar por la ventana, estoy haciendo un máster en la materia ―pero ojo, no he necesitado un mes de confinamiento para descubrir que tengo ventanas que dan a la calle. Ya observaba antes, desde mi palco, las historias que se generan y los personajes que pasan por el cruce de calles donde vivo―. En mi escenario particular hay un árbol, bueno, varios, pero uno especialmente cercano y junto a mi cóleo y a mi palmera de interior son los seres vivos que más he visto en mi cuarentena. ¿Será esta una primavera sin flores?

Totalmente, no, porque como todo acaba apareciendo en la pantalla del móvil. A veces en forma de noticia amable: la semana pasada, los tulipanes nacidos de los 12.000 bulbos que se plantaron a finales de 2019 en el Jardín Botánico fueron entregados en algunos hospitales madrileños. O en forma de ramo que alguien fotografía y cuelga en Instagram contando que le ha llegado. ¡La alegría que pueden dar las flores! Pero estamos en estado de alarma, hasta la semana pasada estaban suspendidas todas las actividades no esenciales. ¿Dónde quedan las plantas en todo esto? Y como todo (en la vida y en estas crisis) tiene mil puntos de vista porque hay gente pa’to. Quizá, el mismo que se indigna porque alguien pida un ramo de flores para alegrarse los días y dar algo de color a su salón-oficina-sala de cine-comedor-gimnasio-escuela-y lo que se tercie estaba el sábado 14 de marzo plagando los parques madrileños antes de que ese día tuvieran que cerrarse porque el confinamiento no consistía en tomar las zonas verdes de la ciudad. Entonces, ¿dónde está el límite?, ¿praderas y jardines, sí?, ¿ramos de rosas y renovar los geranios de la terraza, no?

María Ferreiro, trabajadora de la floristería Jardín de Sala e hija de la dueña, lo tiene muy claro: no dice que las flores sean un producto de primera necesidad. “Pueden ser prescindible para otros, pero a nosotras nos da de comer”. Si cierra, ¿qué? Y lo ha tenido que hacer: “BOE obliga”, nunca antes lo había leído con tanta atención. El mismo fin de semana que se decretó por primera vez el estado de alarma comenzó la venta online a través de Facebook e Instagram. Nunca antes lo había hecho, ahora ya es su manera de negocio. Esto es compatible con el sentimiento de otra trabajadora de otra floristería madrileña, que continuó yendo a su puesto hasta una semana después de ese primer estado de alarma. Lo veía innecesario, tiene un bebé que se quedaba a cargo de su abuelo. Por suerte, desde su punto de vista, cerraron la tienda. María Ruiz de Huidobro, propietaria y directora artística de Moss Floristas, considera, como Ferreiro, que las flores aportan alegría y confort a los hogares donde ahora se pasa tanto tiempo. También suplen carencias en estos días de echar de menos. “Si te llega un ramo no es un abrazo, pero es parecido”, dice Ferreiro, quien afirma que mucha gente además se está entreteniendo arreglando terrazas y plantando semillas: “Es constructivo. Creas tu reducto de paz, tu trozo de naturaleza”. Sin embargo, Alberto Álvarez Hernán, gerente del vivero Álvarez Hernán (en Colmenar Viejo), tiene un punto de vista menos bucólico: “Son momentos de economía de subsistencia. La razón va a jugar un papel más importante que el corazón y la gente va a priorizar en qué va a utilizar su dinero“. Coinciden los tres en la falta de suministro que están sufriendo y en que tienen o han tenido que dar salida con urgencia a lo más perecedero, que lo es y mucho el material con el que trabajan. El futuro es para seguir gestionando la incertidumbre de este año, que, en el punto álgido de la temporada, dan por perdido.

Un zona infantil en Alcorcón (Madrid) con la hierba sin cortar. / DAVID EXPÓSITO
Un zona infantil en Alcorcón (Madrid) con la hierba sin cortar. / DAVID EXPÓSITO

No estaban perdidos los tulipanes del Jardín Botánico, habían florecido y lucían en su máximo esplendor. Pero nadie los disfrutaba, así que, la semana pasada, decidieron recogerlos y llevarlos a hospitales madrileños. Quizá porque sí llevan ese abrazo que mencionaba Ferreiro y también porque la vida sigue y tienen que dejar hueco a las dalias. Los parques y jardines de la ciudad no pueden echar el cierre sin más. Tampoco el arbolado viario, como muchos de los que se asoman a nuestras ventanas. Son seres vivos “resilientes”, como dice Francisco Muñoz, director general del Gestión del Agua y Zonas Verdes del Ayuntamiento de Madrid. Y aunque son especies adaptadas a las condiciones y al clima de la ciudad, necesitan unos cuidados y un mantenimiento básico: regado (las lluvias primaverales están ayudando) y mantenimiento de árboles que puedan correr algún riesgo de desprendimiento. El resto de las labores están en pausa. Mientras la naturaleza se apoderando de una ciudad, ya no solo los animales salvajes como los jabalíes que se han visto en algún distrito, también patos y pavos reales de los parques del Retiro y Fuente del Berro han abandonado su confinamiento habitual para ir conquistando el espacio antes reservado a paseantes. Y no solo animales, el césped de las praderas y parques lleva un mes sin cortar (no es tarea esencial) y cualquiera que pueda ver desde su ventana una pequeña zona verde, quizá insignificante en febrero, ahora comprobará los efectos del crecimiento primaveral. No vayamos a exagerar, tampoco es la selva.

Cifras y letras

Las frases.

“España florecerá”, campaña impulsada por Sylvia Bustamante, directora de la Madrid Flower School, a quien esta crisis le ha dado un empujón para organizar reuniones online entre distintos agentes del muy atomizado sector de las flores. Con ellas quiere preparar una salida común de la crisis, que favorezca a floristas, proveedores y productores.

En números.

La cantidad de personas dedicadas al cuidado de las plantas ha disminuido mucho tanto en el sector público como en el privado. En la floristería Jardín de Sala, eran cinco trabajadores y ahora quedan dos. En el Jardín Botánico, de los 12 jardineros y 20 alumnos habituales, ahora mismo hay trabajando tres jardineros en un espacio de ocho hectáreas.

 

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