Desde la experiencia de los mayores
A estas alturas, escribe el autor, “sabemos que todo pasa y que cuando pasa, inmediatamente pasa algo más”
La única gran ventaja que tenemos los que hemos vivido tanto es, precisamente, ¡haberlo vivido! Los años, aunque tengamos la sensación de que han pasado rápido y de que han estropeado nuestros cuerpos hasta convertir al espejo en nuestro más cruel enemigo, ¡los hemos vivido! Las pastillas se han convertido en nuestras incondicionales e inevitables e amigas, las piernas nos traicionan con frecuencia y hay días que parece que nos ha pasado un camión por encima. Pero nada importa, ¡lo vivimos!
Hasta que perdamos la cabeza, si la perdemos, nos funciona mucho más de lo que se cree. Estamos tan llenos de información y memoria que no podemos dejar de pensar. Es maravilloso vivir con ese almacén de conocimientos y recuerdos. Aunque, no sé por qué, casi siempre salen a flote los recuerdos que nos confirman lo idiotas que hemos sido. Vivir y meter la pata es casi lo mismo.
Algunos han sufrido guerras, otros solo posguerra. Hemos vivido crisis personales, familiares, nacionales y mundiales, dictaduras, democracias, gobiernos lógicos y exitosos y absurdos e incompetentes, hemos pasado hambre y abundancia, hemos llorado y reído, caído en desgracias y sido felices.
La vida nos enseñó, a veces a golpes -los golpes enseñan que te cagas- y a veces con afectos. Así, viviendo, aprendimos que la tranquilidad es necesaria para ser feliz, que son nuestras decisiones las que hacen el futuro, que muchas de nuestras equivocaciones se podían haber evitado, que nada es para siempre, que siempre tenemos que estar preparados para la adversidad, que todo pasa y que cuando pasa, inmediatamente pasa algo más. Es la vida. Por eso disfruto tanto las reuniones de la Fundación 26 de diciembre que me recuerdan tanto al Café Gijón de antes.
Ahora el coronavirus. Otro giro imprevisto. Esperemos que decida irse para siempre y lo antes posible, sin más pena de la necesaria y sin ninguna gloria. Parece que se trata de un virus que se empeña en matarnos, no se anda con chiquitas. Con él es mejor no jugar, perderíamos la partida. Los mayores somos los que llevamos la peor mano: las cartas que nos han tocado no son buenas. Somos más vulnerables, nuestras defensas no son las que deberían ser. Nos toca tomarnos en serio las precauciones y nada más. No podemos ni podríamos hacer más.
Así han aparecido muchos de los problemas que hemos vivido y que se parecen tanto. Suelen sobrevenir sin avisar y suelen irse de repente dejando atrás el desastre y la tragedia correspondiente. En la tercera edad -que nunca se sabe cuándo empieza pero sí cómo termina- no es fácil asustarnos ni angustiarnos demasiado. Hemos pasado por todo y muchas veces. Los viejos sabemos que siempre pasa lo que tiene que pasar. Los viejos, de lo único que estamos seguros es de que pronto, no sabemos cuándo pero pronto, nos vamos a ir.
La experiencia personal: anecdotario de los madrileños durante la crisis sanitaria
Todos tendremos una historia que contar sobre cómo vivimos el confinamiento por la pandemia del coronavirus. Este es un relato coral de los vecinos de Madrid a través de textos en primera persona.
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