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Madrid se paraliza en el primer día sin clases: museos y restaurantes vacíos, cancelaciones de hoteles, tráfico de agosto...

La capital de España bloquea el sector servicios y asume ya un desplome del sector hotelero al 15%

Una visitante observa 'Las meninas' en un solitario Museo del Prado. En vídeo, El Ministerio de Cultura obliga al cierre de todos los museos y exposiciones de Madrid.Foto: Andrea Comas | ATLAS
Manuel Viejo

Las meninas se han quedado solas. A las 10.30 solo había un turista observándolas. “Las visitas se han desplomado”, cuenta en una de las salas de El Bosco Carlos Chaguaceda, el director de comunicación. “El lunes tuvimos 5.000 visitas, el martes 3.000 y este miércoles habrá muchas menos”. Un grupo de 30 japoneses tenía una reserva con un guía y solo han venido dos.

Madrid no es Madrid. Los abuelos son padres, los padres son profesores y los niños son turistas. “La profe nos ha dicho que nos quedemos en casa 15 días porque van a limpiar el cole”, cuenta Paula, de siete años, agarrada de la mano de su abuelo Amador Arias, de 66, por una rampa de El Retiro. “Trabajo en una instalación deportiva pública y, como están cerradas, me he tenido que hacer cargo de mi sobrina”, cuenta Marta González, de 47, con un ojo puesto en un tobogán del parque. “He hecho macarrones para comer porque, si te dejan a un niño, hay que hacer macarrones”.

Paula y su abuelo, en El Retiro.
Paula y su abuelo, en El Retiro.

Madrid no es Madrid. Hay guantes de látex por las calles, por los bares, por las terrazas. Hay seis personas observando el Guernica en el Reina Sofía. Hay pocos selfis con los leones del Congreso. Hay sillas vacías en las terrazas del 100 Montaditos. Hay un comunicado de los hoteleros: la ocupación de “los hoteles de Madrid se ha desplomado y no supera de media el 15%”.

Los venezolanos María José Baez y Jesus Jimenez, de 32 y 27 años, en la boca de metro de Gran Vía.
Los venezolanos María José Baez y Jesus Jimenez, de 32 y 27 años, en la boca de metro de Gran Vía.

La Gran Vía anuncia conciertos que no se van a celebrar. No habrá Tequila ni Amaral en el WiZink. Ni conciertos en La Riviera hasta el 26 de marzo. A la hora del almuerzo la mayoría de los servicios de los restaurantes de la zona centro están limpios. “De un día para otro ha sido una pasada. Se ha notado mucho el bajón de clientes”, dice un vigilante del Primark. “Nunca me siento y hoy hasta me he sentado”. Hay dos repartidores de Uber Eats sin trabajo a la puerta de un McDonald´s en hora punta. Los cines reducen su aforo. Hay cola en el musical del Rey león para reclamar la devolución de las entradas. No se comparten las togas en los juzgados. No hay gente en el centro comercial de Príncipe Pío.

No hay colillas en la Complutense. No hay bullicio. No hay colas para fotocopiar apuntes. “Esto es fatal, mal, horrible. ¿Qué hago yo dos semanas en Pontevedra?”, se queja Miriam Pérez, estudiante de Relaciones Internacionales. Lo mismo ocurre en las parroquias y hasta en la catedral de La Almudena. “Hemos suspendido todas las actividades y algunos funerales”, cuenta un portavoz del arzobispado. Es más, por primera vez la misa del cardenal Osoro se emitirá en directo por YouTube. Este jueves tampoco abrirá el Teleférico. Ni el Faro de Moncloa.

— Telmo, no lo hagas.

Un padre atiende a sus dos hijos, que se han quedado en casa tras el cierre de los centros educativos de Madrid para evitar la difusión del nuevo coronavirus.
Un padre atiende a sus dos hijos, que se han quedado en casa tras el cierre de los centros educativos de Madrid para evitar la difusión del nuevo coronavirus.

Y lo hizo. El travieso Telmo, de tres años, se levantó a primera hora, fue al salón y decidió borrar el guion con el que estaba trabajando su padre. “Ha sido una mañana sencilla. En el momento en el que nos íbamos a ir de casa…, nos hemos quedado en casa”, cuenta Juan Francisco Miguel, de 32 años, en un rincón de Legazpi. Es uno de los jefes de la productora Doctor Cerebrus: nueve empleados a su cargo. Ninguno ha ido a la oficina porque ha dado instrucciones de que comience el teletrabajo. “Mi teléfono no para de sonar. Se nos están cayendo rodajes continuamente. Antes no estaba preocupado, pero ahora sí”.

La inquietud es un hecho en la mayoría de las familias madrileñas. Madrid es el foco de la epidemia con más de 1.000 casos, la mitad del país, y suma ya 31 de los 55 fallecidos. Pese a todo, el sol ha invitado a muchos a salir de casa con 23 grados. El ambiente en las calles era de verano: manga corta, bermudas, tobillos depilados. De hecho, en la sala de máquinas de la DGT estaban asombrados. ¿Un Madrid sin atascos en un día laborable? Sí, un 15% menos de coches que el lunes. Lo mismo ha sucedido en el metro, donde activaron hasta el aire acondicionado. Que corra el aire, que no está el horno para bollos.

Literal. Los manolitos ―cruasanes de chocolate convertidos ya en un termómetro social para los madrileños y presentes en la mayoría de oficinas para celebrar cumpleaños, anuncios de bodas, ascensos o futuros alumbramientos― están alicaídos. “Hemos pasado de tener una bolsita con 10 manolitos que nos sobran al día donar 30 kilos. ¡No estamos vendiendo!”, cuenta alarmada Chus Sierra, la encargada de Manolo Bakers en Alonso Martínez. “Los proveedores me han avisado de que hoy venían a la mitad”.

Sin cruasanes, la rutina del desayuno fue diferente. Los contadores de calorías de los gimnasios de la zona centro marcaban cero. No había ruido en las elípticas, las máquinas de correr estaban huérfanas, las pesas en su sitio y las clases de zumba vacías. El cuerpo, en casa. La mente, en el trabajo. “Todos los clientes que tengo me han cancelado, el máster que estoy estudiando se ha suspendido y el equipo de Rivas al que entreno ha dicho basta”, dice el entrenador deportivo Cristián Martínez, de 31 años, en un centro de Basic-Fit de Atocha. “El lunes puse dos lavadoras, cociné y hasta hice galletas. No sé qué hacer con tanto tiempo libre”.

Algunos, como la sexagenaria Paqui, han optado por bajar al supermercado DIA de Lavapiés a por más provisiones: “Voy a por carne y leche, que nunca se sabe”. La gerente del negocio reconoce que llevan unos días de picos de venta. “Sobre todo con las conservas”. Por si acaso: el papel higiénico ―producto estrella de esta semana― estaba a rebosar, como el equipo antivirus: KH7, lejía, geles y jabones.

Ante las fotos de gente comprando en aluvión en los comercios que inundan los grupos de WhatsApp, Mercamadrid informó de que no existe ningún problema de abastecimiento. Es más, de madrugada entraron 706 camiones hasta la bandera; 50 más que en el mismo día de marzo de 2019.

La estampa, eso sí, era distinta en los mercados de abastos. “Están arrasando en el súper, pero aquí no viene nadie”, cuenta Ahmid Ibrahim, de 34 años, mientras desmenuza un pollo en su carnicería de Antón Martín. “Trabajamos mucho con los bares y entre ayer y hoy muchos me dicen que no quieren los pedidos porque tienen menos turistas”. Lo mismo le cuentan los negocios japoneses al pescadero David Oviedo, de 35 años: “Ahí está el salmón”.

Un carnicero, en el mercado de Antón Martín.
Un carnicero, en el mercado de Antón Martín.

El caso de Antonio Montero es distinto. “Los carteros estamos preocupados porque vamos con la tableta y nos firman los vecinos. Somos unas víctimas potenciales”, cuenta a sus 56 años. El sector servicios es la palanca que mueve el PIB de la comunidad. Los datos de la consejería de Economía subrayan que lideró el crecimiento en 2019, con un aumento del 3%. Madrid es, sin duda, una región terciaria: absorbe el 79,59% de la población activa y el 84,97% de los ocupados. Y este miércoles, en la mayoría de las empresas públicas de la Comunidad y del Ayuntamiento había un cartel en la puerta: “Oficina cerrada por motivos de salud pública”.

Un grupo de universitarios sin clase, en El Retiro.
Un grupo de universitarios sin clase, en El Retiro.

Un dilema para los casi 50.000 autónomos que existen en la región. Diego Daño, de 44 años, es cómico: “El teatro sigue programando, pero he sido yo quien ha decidido cancelar las funciones. Solo vivo de los monólogos y de impartir cursos de formación para hablar en público, que también han sido cancelados. Pago la cuota máxima de autónomo y estoy esperando a ver si el Gobierno nos ayuda de alguna manera porque he decidido quedarme en casa”.

El Retiro, sin embargo, florece. Hay universitarios comiendo hamburguesas del McDonald’s, parejas besándose, corriendo, estirando, paseando al perro, en bici, columpios con colas. Hay margaritas en los cipreses del bosque de los ausentes. Hay una familia que ha dejado una carta en el suelo: “Ojalá no tener que imaginarte. Ojala tenerte aquí. Te robaron la vida con 34 años preciosos. María Dolores Durán, 11 de marzo de 2004”.

La dehesa de la Villa vista desde Francos Rodríguez. / Lucía González
La dehesa de la Villa vista desde Francos Rodríguez. / Lucía González

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Sobre la firma

Manuel Viejo
Es de la hermosa ciudad de Plasencia (Cáceres). Cubre la información política de Madrid para la sección de Local del periódico. En EL PAÍS firma reportajes y crónicas desde 2014.

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