Juan Espadas: “Yo no hago el discurso tradicional del PSOE sobre los ‘señoritos’ del PP”
El candidato del PSOE apela a los abstencionistas para remontar unas encuestas desfavorables
Juan Espadas (Sevilla, 55 años) debuta como cartel electoral del PSOE de Andalucía en unas elecciones autonómicas, y lo hace con todas las encuestas en contra. En 2018, los socialistas ganaron (con el peor resultado de su historia) pero no pudieron gobernar. Espadas opina que esta vez hay un voto oculto que puede darle la victoria, y confía en una alta participación.
Pregunta. Da la impresión de que la única duda en esta campaña es si el PP y Vox gobernarán juntos o el PP lo hará en solitario.
Respuesta. Desde luego no es mi duda. Mi duda es si el presidente de la Junta será (Juan Manuel) Moreno Bonilla o yo. No he estado nunca en la hipótesis predefinida de que en esta campaña todo estaba hecho porque así lo decían las encuestas. Va a ser decisivo el voto de los que no dicen qué van a votar o no lo han decidido.
P. ¿Y por qué piensa que los indecisos son más proclives al PSOE que a la derecha?
R. Porque la derecha generalmente tiene un nivel de fidelidad de voto mayor. Y en este caso tienen dos opciones muy determinadas: el PP, que ha concentrado una buena parte del voto de Cs, y Vox. Lo que falta por determinar es si aquellos socialistas que no fueron a votar en 2018 van a votar y lo hacen por su partido de referencia. Y hay que ver si hay una traslación de voto útil de otros partidos de la izquierda al PSOE. Hay una pulsión de voto oculto que le va a dar la vuelta a las encuestas.
P. Parece que usted es el único que se lo cree, nadie más a su alrededor.
R. A mi alrededor hay convicción. El PSOE se presenta fuerte, unido y para ganar las elecciones. No se sale a empatar porque pierdes. Se sale a ganar.
P. ¿Usted cree que apelando a la entrada de Vox en la Junta se moviliza a los antiguos votantes del PSOE?
R. Vox ha sido un movilizador del voto de la izquierda, sin duda.
P. Pero en Castilla y León no lo fue.
R. Aquí sí. Ya lo verán. Entre otras cosas porque Macarena Olona no es el mismo perfil (que el del vicepresidente castellanoleonés, Juan García-Gallardo). Y porque partimos de una verdad consolidada, que es que ya hay un Gobierno de coalición del PP y Vox, por tanto, no es la misma circunstancia. Ante la tentación de votar a Moreno Bonilla para evitar un pacto con Vox, lo digo claro: no va a tener votos suficientes, salvo que plantee sumar sus votos a Vox en un escenario en el que ambos estuvieran fuertes, cosa que dudo. Hay una alternativa de cambio.
P. ¿Cómo puede el PSOE, después de apenas tres años y medio en la oposición, presentarse como el cambio en Andalucía tras haberla gestionado durante 37 años?
R. No se presenta el mismo equipo ni el mismo liderazgo. Si me dijesen que es el mismo proyecto, con las mismas caras, al que le gané en primarias (a Susana Díaz hace un año), podría entender que los ciudadanos dijesen que se presentan los mismos. Nosotros salimos del Gobierno y ahora nos presentamos para recuperar la confianza y el Gobierno andaluz. Yo me rebelo, el personal se tiene que dar cuenta de que este PP no ha hecho milagro alguno.
P. Pero la percepción, según las encuestas, es que el discurso catastrofista de lo que ustedes decían que pasaría si la derecha gobernaba en Andalucía no se ha producido.
R. Yo estoy con un discurso del presente, de lo que ha hecho la derecha estos tres años y medio. ¿Qué tiene que ver eso con el discurso tradicional del PSOE cuando hablaba de los señoritos? No me digan que estoy haciendo el mismo discurso. Hablo de una derecha que no ha hecho nada, que se ha refugiado dos años en la pandemia. Que se ha dedicado a confrontar con el Gobierno de Pedro Sánchez. Yo no he hecho oposición porque no estoy en el Parlamento y, mientras, se ha construido un relato que para desgracia de los andaluces ha calado. Es lo que estoy intentando desmontar.
P. El PSOE existía antes de que usted llegase a la secretaría general en Andalucía y no se ha hecho oposición.
R. En 2019 el PSOE estaba noqueado después de haber salido del Gobierno y luego llegó la pandemia. Todos somos responsables. Y cuando hemos ido a lanzar este nuevo proyecto, Moreno Bonilla estaba reconocido como una persona que caía bien.
P. Encuestas como el CIS apuntan que uno de los mayores inconvenientes que usted afronta es que un tercio de los andaluces no lo conocen.
R. Mi grado de conocimiento debe estar en torno al 75%-80% después del debate (en televisión). Tengo el grado de conocimiento que tengo frente al presidente de Andalucía, con toda su maquinaria, aparato de propaganda y uso de la televisión pública, que da bochorno.
P. Lo mismo que usted está diciendo lo decía el PP de los gobiernos del PSOE.
R. Lo que dijeran en otra época es cuestión de otra época.
P. Incide mucho en que sus votantes más moderados no voten al PP.
R. No concibo que ningún progresista pueda votar al engaño que supone Moreno Bonilla, que está pidiendo el voto para una opción moderada, pero no ha dicho que no gobernaría con la ultraderecha. Se presenta como Macron pero es Mañueco.
P. ¿Contempla que el PSOE pueda ser la primera fuerza?
R. ¿Cómo que contemplo? ¡Es que me presento para serlo! No entiendo por qué no se me cree. Que lo diga el PSOE de Andalucía, que ha gobernado 37 años, no debería ser tan inconcebible. El día de las elecciones puede sorprender si hay un nivel muy alto de participación y remueve voto de izquierda. Desde 2012 llevamos perdiendo muchos miles de votos que se han ido quedando en la abstención.
“Moreno Bonilla se presenta como Macron pero es Mañueco”
P. ¿Cuál es el umbral de fracaso?
R. No ganar.
P. No es lo mismo no ganar que no gobernar.
R. De lo que se trata es de gobernar Andalucía. Pero primero hay que ganar. No me pidan más que me concentre en sumar por encima de 33 escaños todo lo que pueda para ser primera fuerza y gobernar en solitario.
P. Si no obtiene 33 escaños, ¿se plantearía renunciar como secretario general del PSOE andaluz?
R. En ningún caso me voy a plantear nada. Yo estoy en el inicio de un proyecto político que a los seis meses de iniciarse tiene unas elecciones. Y después de esas vendrán las municipales y generales. El proyecto es sólido, ha ganado unas primarias y en tiempo récord está intentando recuperar la confianza para ser opción de gobierno.
P. Si para usted la llegada de Vox al Gobierno es una cuestión de alarma democrática, ¿qué podría hacer el PSOE para impedirlo?
R. La alternativa a Vox es el PSOE, el PP no tiene credibilidad cuando dice que gobernaría sin el apoyo de Vox. Ya lo ha hecho, ya ha pactado. ¡Es el único partido de la derecha de Europa que pacta con la ultraderecha! Lo que quiere es la investidura. Y al día siguiente está pactando con su socio natural. El PP es como las montañitas de arena que hacemos cuando estamos bajo la sombrilla, que cuando vienen dos olas se las ha llevado el agua. Eso es el PP para Vox. En cambio, el PSOE es un espigón.
Un candidato contra el reloj
Juan Espadas (Sevilla, 55 años) se afilió antes al Colegio de Abogados que al PSOE: hasta los 31 no recogió el carné. Al contrario que su predecesora, Susana Díaz, criatura del aparato socialista, él fue técnico antes que político. Con un máster en gestión medioambiental, trabajó durante años en distintos puestos de la Consejería de Medioambiente de la Junta de Andalucía. En 2008, Manuel Chaves lo nombró consejero de Vivienda.
En 2016, antes del comité federal del PSOE que defenestró temporalmente a Pedro Sánchez, criticó su “atrincheramiento”, pero años más tarde, con el apoyo de Ferraz, se impuso en las primarias andaluzas a Díaz, quien solía llamarlo “mi Juan”. El líder socialista se vengó de su enemiga íntima con uno de los suyos.
Fue Díaz quien lo colocó de candidato a la alcaldía de Sevilla con la misma motivación: evitar que otro enemigo ocupara el puesto. En 2010, el propio candidato envió a los medios un artículo titulado ¿Quién es Juan Espadas?, que empezaba presentándose como el nieto de Manolo, funcionario del Ayuntamiento de Sevilla represaliado por el franquismo. Tras un primer intento fallido, logró ser alcalde de la capital andaluza entre 2015 y hasta enero de este año. En el Ayuntamiento se curtió en el equilibrismo —firmó pactos con el PP, Ciudadanos y Adelante Sevilla—, pero el último CIS le sitúa como un desconocido para un 32,4% de los andaluces.
Como Ángel Gabilondo, admite que detesta la bronca y que puede ser un poco "soso", pero le ha tocado competir contra otro candidato que también presume de moderación y se define a sí mismo como "el hombre de moda".
La sencillez del lema de su campaña —“Si votamos, ganamos”— habla de la desmovilización de su electorado, y los sondeos, unánimes en la derrota, sugieren la posibilidad de que sea un líder de transición. De ahí que su apuesta electoral más repetida estos días sea: “Mandar las encuestas a la papelera”. Ha de superar, al menos, los resultados de su predecesora (33 escaños). Sus fieles coinciden en que la batalla interna del polvorín del PSOE andaluz, noqueado por el desahucio del poder en 2018 tras 37 años ocupándolo, le han dejado poco tiempo: el que ha aprovechado el PP para adelantar las elecciones.
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