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Manual de respuesta a catástrofes basado en las 4.000 llamadas al 112 en la Dana de Orihuela de 2019

Un estudio de la UA analiza los avisos de los ciudadanos para agilizar los servicios de emergencia y mejorar los mapas de zonas con riesgo de inundación

Vista aérea de Orihuela tras la DANA de 2019.
Vista aérea de Orihuela tras la DANA de 2019.Manuel Lorenzo (EFE)
Rafa Burgos

Más de 600 litros por metro cuadrado en dos días convirtieron la comarca de la Vega Baja de Alicante en un lago infranqueable. El temporal que aisló Orihuela y afectó seriamente a los municipios circundantes entre el 12 y el 13 de septiembre de 2019 convirtió el sur de la provincia de Alicante en un área navegable solo para los servicios especiales de emergencia, que tuvieron que atender más de 4.000 llamadas de la población al servicio 112, entre los días 10 y 20 de ese mes. Una investigación de los departamentos de Sociología y Geografía de la Universidad de Alicante (UA) ha analizado esos mensajes de socorro y han conseguido convertirlos en una biblioteca de respuestas rápidas para situaciones similares y en una mejora de los mapas de riesgo de inundaciones de la zona elaborados por el Gobierno. La investigación se ha publicado en la principal revista especializada en desastres naturales del mundo, la International Journal of Disaster Risk Reduction.

El trabajo académico partió de “una demanda de la Agencia Valenciana de Seguridad y Respuesta a las Emergencias”, explica Guadalupe Ortiz, profesora titular de Sociología de la UA, que ha participado en el proyecto junto al catedrático Antonio Aledo y el profesor Pablo Aznar. “Para adaptarse a las directivas de la Unión Europea” sobre sistemas de alerta temprana, “nos pidieron un catálogo de mensajes que sirvieran para resolver las necesidades de la población antes, durante y después de un episodio como el de la DANA de Orihuela”, añade. El 112 aportó más de 14.000 avisos recibidos entre el 10 y el 20 de septiembre de 2019, que una vez filtrados dejaron una muestra final de 4.078 alertas relacionadas con la Vega Baja. “Era un caso especialmente interesante para saber qué ocurre durante un desastre de este tipo, por la gravedad de lo ocurrido y la cantidad de llamadas recibidas”, explica Ortiz.

La misión del equipo de investigadores consistió en reducir las respuestas a cualquier escenario planteado por los afectados a “99 mensajes cortos que se lanzan automáticamente por diversos medios, como redes sociales o SMS, en cuanto se identifican ciertas necesidades”. En catástrofes como la de Orihuela, “el tiempo es fundamental en la respuesta”, afirma. Son textos “cortos, claros comprensibles” y, destaca la socióloga, “fiables, con la fuente bien identificada, para evitar bulos”. La biblioteca, ordenada por fases, comienza con un mensaje que alerta de que se espera un episodio de lluvias que afectará a una zona determinada en 72 horas, a partir de los avisos emitidos por la Agencia Española de Meteorología (Aemet). Y concluye con una recomendación sobre la búsqueda en páginas oficiales de posibles ayudas económicas para los afectados. El relato global que construyen los 99 mensajes pasa por cuatro fases. La primera es la previsión, que informa sobre peligros meteorológicos potenciales. Después llega la preparación, que instruye a la población sobre cómo blindarse ante un temporal. La tercera parte es la de actuación, con las pautas necesarias para hacer frente a cualquier emergencia. Y por último, la recuperación, con mensajes sobre la vuelta a la normalidad y cómo enfrentarse a las consecuencias del desastre.

Ortiz destaca la creación de una metodología para diseñar mensajes que “no existía” y que “puede exportarse a otro tipo de situaciones similares, como terremotos o erupciones volcánicas”, por ejemplo. De momento, el análisis de los avisos se trasladó al departamento de Geografía del campus alicantino, donde identificaron “puntos con las coordenadas exactas de altitud y latitud” que no estaban incluidos en la cartografía de riesgo elaborada por el Gobierno para ubicar las zonas inundables, declara Jorge Olcina, catedrático de Análisis Geográfico Regional, que ha participado en el proyecto junto al doctorando Antonio Oliva. Los mapas “se elaboran a partir de fórmulas matemáticas” que marcan las zonas de peligro. Con el análisis de las llamadas de emergencia, había muchas localizaciones que ya coincidían con las que aparecen en los mapas oficiales, pero también otras que aportaban nuevas rutas seguidas por el curso incontrolable de las aguas. “Hemos incluido todas aquellas de las que tenemos datos fehacientes de las subidas de agua”, cuenta Olcina, “inundaciones que tuvieron lugar en viviendas o en cualquier otra clase de inmueble”, como naves o almacenes.

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