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POLÍTICA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Vox, ¿de qué se sorprenden?

Si el PP valenciano tiene la oportunidad de recuperar una autonomía, la más importante gobernada por un socialista, ¿van a rechazar sus dirigentes el mestizaje con Vox?

Amparo Tórtola
La presidenta de Vox en la Comunidad de Madrid, Rocío Monasterio, y los concejales de Vox en el Ayuntamiento de Valencia, pepe Gosálbez (i) y Vicente Montáñez (d), durante la mascletá, en la Plaza del Ayuntamiento, a 18 de marzo.
La presidenta de Vox en la Comunidad de Madrid, Rocío Monasterio, y los concejales de Vox en el Ayuntamiento de Valencia, pepe Gosálbez (i) y Vicente Montáñez (d), durante la mascletá, en la Plaza del Ayuntamiento, a 18 de marzo.Rober Solsona (Europa Press)

Han bastado los artículos de las últimas semanas advirtiendo del buen augurio demoscópico de Vox de cara al próximo ciclo electoral para que me demanden airadamente explicaciones amigos, conocidos y saludados, según la cabal categorización de Josep Pla. Como si trasladar lo que las encuestas advierten -consultar hemeroteca reciente- y la realidad muestra -ver resultados en Castilla y León- convirtiese al periodista en jaleador cómplice del ascenso de los de Abascal. Ya saben, matar al mensajero.

Como mucho y haciendo un exceso -Joaquín Sabina en 19 días y 500 noches- estoy dispuesta a asumir el papel de aguafiestas de un imaginario colectivo cuyo único soporte científico es negar lo que cuesta aceptar. Bajo el paraguas de ese imaginario colectivo se guarece también un puñado de reputados analistas. Inasequibles al desaliento, pergeñan simples teorías para negar lo que sucede ante sus ojos y respaldar su confianza en la volatilidad de los resultados. Que si lo de Vox es un sarampión electoral, que si es un suflé tan hinchado que se desinflará de manera acelerada, que si es un castillo de naipes amenazado por la falta de solidez de su base. Lo que quieran, pero los números cantan y avisados estamos. La última bengala luminosa: el barómetro del CIS dado a conocer el pasado jueves otorga a Vox un crecimiento de 1,5 puntos en intención de voto respecto a la anterior medición, situándose en unas expectativas nacionales del 16,3 por cien y superando la barrera del 15 por cien.

La evolución de los resultados electorales de Vox en territorio valenciano dan cuenta de cómo los de Abascal han ido sumando adeptos en un censo que se sitúa en la frontera de los tres millones setecientos mil electores. Si en la convocatoria de los comicios europeos de 2014 registraron el 1,7 por cien de los votos, el porcentaje se disparó hasta el 18,6 -468.134 papeletas- en la última cita electoral, la de la repetición de las elecciones generales en noviembre de 2019. En la primera convocatoria de las mismas, siete meses antes, el apoyo a los verdes de Abascal en la Comunidad Valenciana se había situado en el 12,1 por cien. A mayor deterioro del ambiente político, a mayor polarización -que Vox contribuye a agudizar-, a mayor crispación social, a mayor insolvencia de las fuerzas tradicionales para alcanzar consensos, mayor ganancia de la ultraderecha.

Vox no ha tenido que esforzarse para conseguir objetivos. Sus representantes institucionales, excepción hecha de los principales liderazgos nacionales, se exponen entre poco y nada ante la lupa de la opinión pública. No suelen conceder entrevistas ni convocar ruedas de prensa. Cuando alguna vez lo hacen, es para remitirse al argumentario que periódicamente les es suministrado desde la dirección nacional del partido. Sus cuitas internas, que las hay como en cualquier organización, pasan desapercibidas o quedan relegadas al chascarrillo de café. Tipo: en el ayuntamiento de Valencia Vox cuenta con dos concejales y no se hablan entre ellos.

El único dirigente valenciano con proyección nacional es el ex diputado y ex senador del PP Ignacio Gil Lázaro, quien ocupa en la actualidad el cargo de vicepresidente cuarto del Congreso de los Diputados en representación de Vox, partido al que se incorporó en 2016 tras abandonar largos años de militancia en las filas del PP. Tampoco es muy dado a exponerse en tierras valencianas y evita la erosión que produce posicionarse frente a asuntos que circunvalan los mandamientos básicos del credo voxista, aquellos que tienen contrastado atraen a nuevos votantes y galvanizan el apoyo de los entregados a la causa: no es violencia de género sino intrafamiliar, el estado de las autonomías es un cáncer, hay que recuperar las competencias transferidas a las comunidades, y sí a la inmigración, pero con orden y tabulada. Gil Lázaro teme que en unos meses la dirección de Vox le pida un sacrificio por la causa: presentarse como candidato a la presidencia de la Generalitat o como alcaldable al Ayuntamiento de Valencia. Se resistirá hasta donde la obediencia debida se lo permita.

Escribí y lo mantengo que las posibilidades de gobierno en la Comunidad Valenciana -descartado un Consell de concentración entre PSPV-PSOE y PP- se reducen a dos: repetición del Pacto del Botánico con o sin Unidas Podemos, o gobierno del PPCV y Vox. Respecto a la segunda opción y por los comentarios recibidos en los últimos días, observo que la experiencia de lo sucedido en Castilla y León no ha disipado dudas ni escepticismos, pese al pacto de Gobierno alcanzado en dicha autonomía con el PP: Vox contará con un vicepresidente, tres consejeros y la presidencia del parlamento autonómico. ¿En Castilla y León sí y en la Comunidad Valenciana, no? ¿Por qué? Si el PP valenciano tiene la oportunidad de recuperar una autonomía -la más importante gobernada por un socialista- ¿se van a poner sus dirigentes y sus superiores en Madrid estupendos y van a rechazar la posibilidad a fin de evitar el mestizaje con Vox? A otro perro con ese hueso.

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Lo sorprendente de esta situación es que todavía haya quien se sorprenda. Mejor leer algunos de los muchos ensayos que han aparecido en los últimos tiempos que desentrañan el porqué del éxito de los populismos, denuncian los fallos del sistema que han facilitado su penetración en las bolsas de votantes y sugieren cómo conjurar su avance para evitar males mayores en forma de retrocesos en derechos que creíamos sólidos.

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