Isabel Bru, la aclamada y desgraciada estrella de la zarzuela que pintó Sorolla, vuelve a Valencia
El Museo de Bellas Artes exhibe desde hoy el retrato, tras adquirirlo en Nueva York por 63.000 euros. La cantante se retiró en su plenitud cuando se empezó “a enseñar mucho las piernas”
Hija de artistas, Isabel Bru sustituyó a la cantante titular al sufrir un síncope en el primer acto de Cádiz, de Federico Chueca y Joaquín Valverde. Solo tenía 13 años. Empezó así una carrera imparable que la convirtió en una de las intérpretes más aclamadas de la zarzuela a finales de siglo XIX y principios del XX. Isabel Bru (Valencia 1874-Madrid 1931) fue conocida como la de los Claveles dobles por la cantidad de veces que interpretó a Mari Pepa en La revoltosa, de Ruperto Chapí, con el que trabajó en numerosos montajes. Fue amiga de escritores como los hermanos Álvarez Quintero, Antonio Paso, Benito Pérez Galdós o Jacinto Benavente y se codeó con músicos como José Serrano o Enrique Granados.
“La valenciana gallarda”, como la definían algunas crónicas de la época, también posó para algunos de los mejores pintores del momento, como Joaquín Sorolla. El artista la retrató en 1904 en un cuadro que exhibe desde este martes el Museo de Bellas Artes de Valencia. La pieza fue adquirida por la pinacoteca en octubre del pasado año por 63.000 euros, tras salir a subasta en la sede de Christie’s en Nueva York. La compra se realizó al quedar desierta la puja e iniciarse una negociación con el propietario de la obra, que contó con la intermediación de la casa de subastas. El director del Museo de Bellas Artes, Pablo González Tornel, califica de “magnífico” el retrato y destaca la intervención de la Dirección General de Patrimonio y de la Consejería de Cultura para lograr su adquisición definitiva y desbloquear el farragoso proceso administrativo. Hoy, el presidente valenciano, Ximo Puig, ha visitado la colección y la nueva compra.
La obra se ha colgado este martes, con motivo de la celebración del Día Mundial de los Museos, entre otros cuadros de Sorolla (Valencia, 1863-Madrid, 1923) de la pinacoteca, que custodia 46 obras del pintor, entre ellos, los retratos de su esposa Clotilde, de su hija María o de la también célebre cantante de zarzuela Lucrecia Arana. El retrato de Isabel Bru, no obstante, es el de mayores dimensiones (193 centímetros por 96,5 centímetros) de la colección del museo, que pretende potenciar la presencia de la pintura valenciana. La mayor parte de la vida de Sorolla transcurrió en Madrid, donde se ubica el museo que lleva su nombre sitado en la que fue su casa, al igual que la de Isabel Bru. La crítica elogiaba cómo la cantante (tiple, en el vocabulario de la zarzuela por el timbre de voz femenino) interpretaba a la perfección el personaje de chulapa madrileña.
Sorolla retrató a la valenciana con una mirada risueña y un punto de melancolía. En 1904, la cantante estaba en un momento de plenitud artística. Nada hacía presagiar su retirada de los escenarios. Pero así sucedió tres años después, cuando cumplió 33. Ella misma explicó en una entrevista en el periódico El Liberal que se marchó “porque se enseñaban mucho las piernas, mucho cacán, muchas cosas de extranjis y lo madrileño arrumbado”. En los escenarios españoles se había colado la influencia de la escuela francesa. Tras recopilar numerosos datos biográficos, el director del museo plantea la posibilidad de que entonces, cuando la cantante anunció su retirada, ya empezaran “a manifestarse algunos síntomas, desmayos y desvanecimientos de la enfermedad que acabó postrándola”. En 1931 falleció tras la larga enfermedad que fue paralizando su cuerpo. Fue el final de una cantante tan aclamada como desgraciada.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.