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HANNA ARENDT
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Hannah Arendt, en Cataluña

El ‘procés’ —como el ‘Brexit’ o el trumpismo- fue un intento populista de destrucción del mundo común, no tan solo entre catalanes y españoles, sino entre los mismos catalanes

Hannah Arendt
Lluís Bassets

Pasó por Barcelona fugazmente en 1941, huyendo del nazismo, con el propósito de llegar a Nueva York. Llegó en tren a la Estación de Francia. Luego se subió a otro en dirección a Lisboa, quizás sin tiempo para acercarse a la Rambla. El filósofo Arturo Serrano de Haro ha tirado de todos los hilos que la relacionan con España en su estupendo libro Arendt y España (Trotta, 2023), donde rastrea desde sus ideas sobre el franquismo hasta las traducciones censuradas, sin olvidar las conjeturas sobre su travesía por aquel país postrado de la inmediata postguerra.

El interés por su obra y su vida no cesa de crecer medio siglo después de su muerte. Las citas explícitas, las paráfrasis reconocibles y las alusiones implícitas a su obra son cada vez más frecuentes, como sucede con los clásicos. Ideas suyas han pasado al repertorio de tópicos mediáticos, pero el grueso de su pensamiento se está revelando de una creciente utilidad para interpretar las convulsiones de nuestro mundo de hoy. Hannah Arendt es un excelente interlocutora para discutir e intentar comprender, textos en mano, el ascenso de los populismos, la subversión del orden liberal o la posverdad trumpista que está destruyendo la democracia.

A esta tarea se ha dedicado la profesora de Ciencia Política Mariam Martínez-Bascuñán en su excelente ensayo El fin del mundo común. Hannah Arendt y la postverdad (Taurus, 2025), donde nos proporciona, entre muchas otras cosas, una clave profundamente arendtiana para entender la reciente historia de Cataluña. El procés —como el Brexit o el trumpismo— fue un intento populista de destrucción del mundo común, no tan solo entre catalanes y españoles, sino entre los mismos catalanes. Su instrumento fue la posTverdad, esos hechos alternativos que construyen una realidad paralela, creadora de identidad y excluyente respecto de quienes no se acomodan a ella.

Los populismos comparten la simplificación que identifica al pueblo con una mayoría electoral insuficiente o fingida, a la que le otorga poderes constituyentes para imponer una “visión homogénea de la sociedad”, cancelar la conversación pública y excluir el juicio crítico, esos síndromes autoritarios inconfundibles. En el caso del procesismo catalán, caracterizado por su desastroso irrealismo político, destaca el acierto aforísticio de Bascuñán: “Cuando se rompe el lazo con los otros también se rompe el vínculo con lo real”.

La ensayista solo se ocupa tangencialmente del procés y de Carles Puigdemont, al que hermana con Boris Johnson y Donald Trump, pero su reflexión contiene una discreta invitación a leer a Arendt en clave de la fracasada independencia catalana. Sobre ideas como ciudadanía, república, democracia, revolución o identidad, por supuesto. También sobre el totalitarismo, la condición humana, el nacionalismo o el sionismo. Pero sobre todo, con la fértil idea de ese mundo común que nos hace ciudadanos y convierte la política en una promesa de libertad ejercida entre iguales para hacernos cargo de la realidad compartida, aquel camino que Cataluña abandonó hace al menos diez años y que ahora hay que esforzarse en recuperar.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).
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