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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Una apropiación indebida del legado maragallista

Tan burda operación organizada desde ERC no se explica si no es como un intento más, el más insultante, de apropiación de un legado político municipal y presidencial ajeno, el de Pasqual Maragall

El exlíder de ERC en el Ayuntamiento de Barcelona, Ernest Maragall, a su llegada a la sede de ERC, par asistir a la conferencia de prensa de Sergi Sabrià en la que dimitió.
El exlíder de ERC en el Ayuntamiento de Barcelona, Ernest Maragall, a su llegada a la sede de ERC, par asistir a la conferencia de prensa de Sergi Sabrià en la que dimitió.Kike Rincón (Europa Press)
Lluís Bassets

Mucha tinta ha corrido sobre el feo asunto de los carteles difundidos por el aparato de Esquerra Republicana para simular una operación propagandística contra Ernest Maragall durante la campaña de las elecciones municipales de 2023. Al decir de las informaciones publicadas, fue una acción de falsa bandera, el obsceno procedimiento utilizado históricamente por servicios secretos, partidos y regímenes normalmente autoritarios para atribuir al adversario una fechoría, a veces incluso un atentado, y pasarle luego la correspondiente factura, en el mejor de los casos meramente en forma de desprestigio y en el peor en represión política o rendimiento de cuentas ante la justicia.

En el cartel en cuestión aparecía el rostro de Pasqual Maragall en primer plano y el de su hermano Ernest en un plano más lejano, bajo la sentencia Fora l’alzheimer de Barcelona. Era parte de la campaña de Esquerra para alcanzar la alcaldía de Barcelona, tras el fracaso de 2019, cuando los votos de Manuel Valls dieron la mayoría a Ada Colau, empatada en escaños pero con menos votos que Maragall. El ataque ficticio orquestado al parecer para favorecer al ahora octogenario candidato utilizaba la figura de su hermano Pasqual y de su enfermedad, se supone que para desactivar el argumento de su edad excesiva para ser alcalde y a la vez relacionarlo directamente con la figura de quien ha sido el mejor regidor de Barcelona y el mejor presidente de la Generalitat de la actual democracia.

Ernest Maragall presentó una demanda judicial, que luego retiró, no sin antes expresar el horror y la vergüenza que le suscitaba “la autoría (de) unas personas contratadas desde algún ámbito de responsabilidad interna de Esquerra” y constatar su “mezcla de sorpresa y malestar profundo, incapaz de entender qué sentido podía tener, (y) que objetivos perseguía o quien había podido tomar una iniciativa de este tipo”. Bajo los focos están la máquina del fango de Esquerra, tal como ha contado Bernat Coll en estas páginas, y el inevitable señor Lobo que intenta resolver la chapuza con los sucios modos propios del género, tal como ha contado aquí también Jordi Amat: guion de Torrente, hazañas de Pepe Gotera y conspiración digna de Alvise.

Las tranquilas aguas del partido que se reivindicaba como el más limpio de la historia de Cataluña eran la apariencia. Debajo pululaban las repugnantes y habituales alimañas propias de las turbulentas profundidades de la política. Los inmorales chapuceros que perpetraron tan torpe operación son los culpables, sin duda, pero la responsabilidad política alcanza a la dirección del partido y debiera suscitar al menos alguna reflexión a Ernest Maragall, la primera víctima de tal villanía. Tan burda operación organizada desde Esquerra no se explica si no es como un intento más, el más insultante, de apropiación de un legado político municipal y presidencial ajeno, el de Pasqual Maragall, elegido alcalde y presidente bajo las siglas del PSC e investido para gobernar por mayorías de izquierdas.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).
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