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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Pere Aragonès y la estrategia Groucho Marx

Lanzada la bengala del referéndum para que se viera en el Congreso de los Diputados, el balance de gestión del presidente de la Generalitat ha quedado totalmente disminuido

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, recibe el aplauso de sus compañeros de partido tras su intervención inicial en el debate de política general en el Parlament . EFE/Quique García
El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, recibe el aplauso de sus compañeros de partido tras su intervención inicial en el debate de política general en el Parlament . EFE/Quique GarcíaQuique García (EFE)
Manel Lucas Giralt

Cuando se conoció la fecha del intento de investidura de Núñez Feijóo, ya quedó claro que una de las víctimas colaterales sería el Parlament de Catalunya. Para el mismo día estaba previsto el Debate de Política General, uno de los momentos clave del período de sesiones, que iba a quedar inevitablemente desdibujado. Alguien incluso sugirió que habría que cambiar la fecha, pero eso habría sido ratificar oficialmente la subordinación de una cámara a la otra. El Parlament encajó el reto de la contraprogramación, consciente de que era como una final de Masterchef contra un documental de historia de los Habsburgo.

Bueno, pues la subordinación ha sido patente. Desde el principio hemos tenido claro que el president de la Generalitat iba a referirse a la efervescente política española, en la que los independentistas ejercen de special guest star. Y Pere Aragonès ha cumplido con lo esperado: ha arrancado y ha cerrado su discurso poniendo condiciones a la negociación con Pedro Sánchez. Y dando un paso adelante más allá de la amnistía: en esta legislatura habría que concretar cómo se va a ejercer el derecho a la autodeterminación de Catalunya. Caramba, Esquerra se pone más exigente, dirá un observador superficial. En realidad, a lo que estamos asistiendo es a un asalto más de la vieja y cansina pugna entre los republicanos y Junts per Catalunya: cuando los de Carles Puigdemont se presentan como interlocutores principales con Sánchez, con la amnistía por bandera principal, a ERC le quedan dos opciones: presumir de que ellos llegaron primero o, de manera más efectista, seguir la estrategia Groucho Marx: “Y también dos huevos duros”. Es decir, amnistía+autodeterminación. Ésa es la explicación más lógica a este Aragonés más contundente. Así lo han visto también en JxC, por eso su portavoz Mònica Sales le ha achacado que hiciese, a su parecer, más de negociador de partido que de líder institucional: ni estar en el mismo barco gracias a la aritmética española sirve para que estos dos partidos se concedan un respiro mutuo, se diría que antes preferirán hundir ese mismo barco con ambos dentro.

Lanzada la bengala del referéndum para que se viera en el Congreso de los Diputados, el balance de gestión de Pere Aragonès ha quedado totalmente disminuido. Su apelación al nacionalismo cívico y no identitario, insistiendo en hablar de “la Catalunya de los ocho millones de personas” -lo ha repetido 12 veces-, y su balance de gestión autocomplaciente no han motivado al pleno. En muchos momentos de su intervención había más de una docena de ordenadores portátiles abiertos en los escaños, y no todos se usaban para tomar notas del discurso; los aplausos de la bancada de ERC sonaban a poco más que cumplir un expediente, e incluso las críticas de la oposición han parecido un corta y pega desganado de todos los años anteriores. El comentario más original se lo he oído a un diputado de Junts en los pasillos: “He oído misas en latín más entretenidas”. Cada cual tiene sus referentes culturales.

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