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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Tibieza contra la transfobia

Si la pregonera de Barcelona fuera una persona con actitudes abiertamente machistas, ¿también se defendería la libertad de expresión?

Najat el Hachmi, al lado del alcalde Collboni en la presentación de La Mercé 2023
Najat el Hachmi, al lado del alcalde Collboni en la presentación de La Mercé 2023laura guerrero

A raíz del anuncio que el pregón de las Fiestas de la Mercè de Barcelona lo haría la escritora Najat El Hachmi se ha desatado cierta polémica por algunas opiniones vertidas por la pregonera en artículos periodísticos como los que le publica habitualmente este medio o en algunas entrevistas. Aparte de voces individuales de activistas, algunas entidades que trabajan para erradicar la LGTBIfobia o el racismo como el Observatori contra la Homofobia, ACATHI o UCFR han hecho público un comunicado conjunto en las que muestran su preocupación porque la ciudad de Barcelona tenga una pregonera que se ha mostrado abiertamente tránsfoba e islamófoba.

Ante esta polémica, desde ciertos sectores del feminismo y las izquierdas, como por ejemplo la exalcaldesa Ada Colau o la portavoz de Sumar en el área de Feminismos, Igualdad y derechos LGTBI+, Elizabeth Duval, se ha defendido a la escritora apelando a una supuesta libertad de expresión, aunque se mostrara un cierto desacuerdo con las opiniones planteadas por El Hachmi.

Y desde aquí, me pregunto, ¿si la pregonera fuera una persona con actitudes abiertamente machistas, si negara la violencia de género, si cuestionara de raíz las políticas de igualdad, desde el feminismo y las izquierdas también se defendería la libertad de expresión? ¿Por qué aceptamos que los Derechos Humanos, algunos Derechos Humanos como por ejemplo los de las personas trans*, son debatibles, son cuestionables? Aquí no hablamos de matices u opiniones políticas sobre el desarrollo de la Ley Trans o cuál debería ser el procedimiento de cambio de género registral. Estamos hablando de posturas que niegan de raíz la simple existencia de las personas Trans* (“a los hombres que dicen ser mujeres”, publicaba El Hachmi en este mismo periódico para referirse a las mujeres trans) o que relacionan los menores migrantes no acompañados con la violencia sexual, entre otras sentencias de la escritora que se pueden buscar fácilmente tirando un poco de hemeroteca.

Desde otros sectores se ha aprovechado para sacar a colación la llamada “cultura de la cancelación”, este mito que esgrimen siempre los poderosos (poderosos por fama, por dinero, por espacio en los medios, por tener un altavoz o cuantas otras formas de poder formal o informal) cuando se les señalan actitudes o posturas discriminatorias o a veces incluso delictivas.

Para tranquilidad de muchas, o por lo menos la mía, el feminismo de base en Cataluña, el que trabaja día a día, el que organiza, debate, cuida y lucha, es transinclusivo (con la islamofobia y el racismo, todavía tenemos deberes pendientes). Pero duele, y mucho, tener que ver como de manera constante se ataca un colectivo que ya recibe tanta violencia estructural y simbólica pero también física. El feminismo no se entiende sin las mujeres trans ni las mujeres racializadas. Pero, sobre todo, ampliar el sujeto, intentar comprender a todas las mujeres, siempre suma y nos hace más fuertes.

Júlia Humet Ribas. Abogada y politóloga.

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