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Una familia de acogida de emergencia: “Amparar a un niño no es caridad; te dan ganas de vivir”

Xavier y Anna forman uno del centenar de hogares que atiende a bebés que han sido apartados de los padres

Xavier y Anna Maria, familia de acogida de emergencia, en un parque de Barcelona.
Xavier y Anna Maria, familia de acogida de emergencia, en un parque de Barcelona.Gianluca Battista

Xavier y Anna Maria, de 72 años, empujan un cochecito que cobija, bajo un grueso saco polar, la pequeña Meritxell (nombre ficticio), de nueve meses de edad. La pareja está habituada a los cochecitos. Este es el bebé número 14 del que se hacen cargo. Porque la pequeña no es su nieta, es una niña de acogida. Ellos son lo que se conoce como familia de acogida de urgencia, es decir, que deben estar disponibles para amparar, casi de un día para otro, bebés que son retirados de los padres, o que han sido abandonados, y pasan a ser tutelados por la Generalitat. “Te llaman dos días antes y el corazón ya se te acelera. Empiezas a prepararlo todo y cuando coges al bebé en brazos sientes como si fuera tu hijo, no ha diferencia”, relata Anna.

El recién nacido hallado en enero en un portal del barrio barcelonés de Sants ha sido el último caso más sonado. Ahora vive acogido por una familia parecida a este matrimonio de Berga. No es una situación inusual.En 2022, la Generalitat asumió la tutela de 173 bebés menores de un año, según datos del Departamento de Derechos Sociales. Para acogerlos y cuidarlos, en Cataluña hay actualmente una bolsa de 98 familias de acogida de urgencia.

En el caso de Xavier y Anna Maria, los 14 bebés que han atendido han sido retirados a la madre en el hospital poco tiempo después de nacer. Los motivos son múltiples, a cada cuál más sobrecogedor: desde problemas de drogas, madres que viven en la calle, enfermedades mentales, abandonos, renuncias, desatención… Meritxell llegó con tan solo cinco días de vida. Ahora ya suma nueve meses.

Fue un familiar el que los animó a hacerse familia de acogida, y cuando se liberaron de los compromisos laborales, no se lo pensaron dos veces. “Es algo muy bonito. Yo lo comparo con un paso de cebra en el que una criatura está esperando, y tú le das la mano y la ayudas a cruzar hasta el otro lado, donde la espera la otra familia”, ejemplifica Anna.

La pareja tiene dos hijos y cinco nietos. “Pero viven en otro municipio y no dan trabajo”, afirman. Pero ellos también forman parte de la acogida y muestran las fotos de las celebraciones familiares con el bebé. “Siempre preguntan cuando vendrá el próximo”, bromea Anna. Y es que cada experiencia nueva supone todo un aprendizaje. “Una vez nos llegó un bebé sin nombre, solo con la fecha de nacimiento. Y ahí nos dimos cuenta de la importancia que es tener un nombre”, explica la mujer, quien también asegura que asumir este trabajo les ha ayudado a no juzgar a la gente. “Conoces las historias de las familias y ves que lo han pasado muy mal y aprendes a no prejuzgar”.

El tiempo de acogida puede ser variable. El matrimonio ha cuidado de estos pequeños en periodos que van desde los tres a los 20 meses. Según el caso, el menor puede volver con su familia biológica o son adoptados. Así, dependiendo de la situación, puede ser que el bebé, como es el caso de Meritxell, mantenga el contacto con sus padres y Anna y Xavier se encargan de llevarla periódicamente a las visitas con los progenitores.

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Ante la necesidad de llenar ese vacío de recuerdos que pueden tener los pequeños que se separan de los padres, las familias de acogida preparan una caja donde guardan recuerdos y objetos de su infancia.
Ante la necesidad de llenar ese vacío de recuerdos que pueden tener los pequeños que se separan de los padres, las familias de acogida preparan una caja donde guardan recuerdos y objetos de su infancia.Gianluca Battista

Durante la acogida, la familia va llenando una caja de los recuerdos. La de Meritxell contará con el primer conjunto de ropa que usó, sus peluches favoritos y un álbum de fotos. Serán los recuerdos que la pequeña se lleve consigo cuando tenga que dejar los brazos de Anna y Xavier. Y es que esta acción solidaria también tiene una cara amarga: el momento del adiós. “Al principio es duro porque los tienes que dejar ir, pero al mismo tiempo también estás alegre porque sabes que se va con una familia definitiva”. Pero Anna admite que vive un tiovivo emocional. “Al principio sufres mucho, pero acabas por normalizarlo si quieres salir adelante”.

El matrimonio tiene un calendario donde hay marcados los cumpleaños todos los niños acogidos. A todos los felicitan rigurosamente. Es una manera de mantener la relación con ellos. También intentan verlos una vez al año. La pareja, que derrocha entusiasmo y ternura, matiza las alabanzas por la tarea que realizan. “No hacemos una obra de caridad, la hacen ellos, porque te dan ganas de vivir y hacen que te olvides de ti y solo piensas en ellos. Y cuando te sonríen, te pasan todos los males”.

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