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Una confortable noche con Sting en la Costa Brava

El artista inglés revisó sus clásicos en el festival de Cap Roig

PALAFRUGELL (GIRONA), 08/08/2022.- El músico británico Sting pisa de nuevo el festival de Cap Roig.Foto: DAVID BORRAT (EFE) | Vídeo: EFE

Ni en tiempos azorados y de extravío falla, puntual como el ferrocarril japonés, sobrio como un luterano, y simpático con el comedimiento del buen vendedor. Sting no engaña, a menos que se le vaya a ver en un estado de confusión que busque lo que fue Sting. Gordon Matthew Thomas Sumner, envidiable tono físico, carrocería lustrosa, aspecto deportivo, brazos nervudos y ese cabello que amenaza con ausentarse desde Police y que aún sigue ahí, ya no es un jovencito al que pedir brío, dinamismo, sorpresas e intensidad, Gordon Matthew Thomas Sumner es un señor que se ha tomado tan en serio ser un señor ajeno al vértigo y a lo imprevisto que su concierto en Calella de Palafrugell, con toda probabilidad casi calcado a los anteriores y a los que vendrán, fue una honorable visita a un cancionero petrificado que aún le da vida. Y esa vida de auto homenaje es lo que parece contar más para él a sus setenta años, una vida sin sobresaltos artísticos, una hoja en el tramo más plácido del curso del río a la que sólo resta llegar al mar.

Noche de gala en el festival de Cap Roig, gala de vestidos de noche, brillos, bronceados y una cierta sensación de negar por decreto el paso del tiempo sobre la piel. Lleno. Entradas a precio de noche de tiros largos con cierta sensación de exclusividad. Temperatura deliciosa y puntualidad. Arranca Message In A Bottle y no se sabe muy bien si Sting es un caballero ajeno a la excitación o es que está hasta las narices de tocarla. Sonríe sí, y como el hit no mueve casi nada en la platea, Sting la tiene que animar pidiendo que la pieza sea coreada y palmeada, lo que consiguió sin mover a la algarabía, el público también era caballeroso y educado. Sigue Englishman In New York y aquí sí que se suspira mientras él afirma en la letra que es más de té que de café, y se remata el trío inicial con Every Little Thing She Does Is Magic. Tres éxitos que han pasado sin mayor novedad y que dan la pauta de lo que será el concierto, un recital para evocar no como éramos sino cómo recordamos lo que su música nos hizo sentir. Sin repetirlo.

Sus largas y delgadas piernas lo movieron por escena sin tener que parecerse a esos colegas de su edad que parecen puestos en marcha tras haber sido desembalsamados. No ha de lucir torsos desnudos, ni correr como un atleta vestido de trapecista, él toma té y es un señor. Bien, su voz no es la de antes y además pareció por momentos tenerla algo tocada y perder alguna afinación, pero mejor no pensar en lo perdido por el camino cuando aún se puede, si se desea, buscar. Sting no busca, simplemente resucita con arreglos de coctelería un repertorio que fue brioso y agudo y ahora suena contenido y redondo, muy señor, no sea conduzca a emociones desaconsejables. Nada objetable, la eterna juventud no deja de ser una promesa científica, aunque quizás las bromas de Sting podían ser menos tópicas y el espectáculo algo más ambicioso. Aún con todo, palabras en catalán y For Her Love cantada en un castellano que, eso sí, hizo bueno a Nat King Cole.

El público, tan respetuoso, elegante y contenido como Sting, manifestaba apego y alegría cuando le eran exigidos por el propio Sting o por los miembros de su grupo. Sólo en Every Breath You Take se puso en pie de motu propio, oliendo el final del concierto tras otra tanda de Police cerrada con King Of Pain. En los bises una novedad, ya que She’s Too Good For Me no había sonado con anterioridad en un repertorio, cerrado con Roxanne en versión extra larga y algo errática y un Fragile para dejar suspiros suspendidos en el aire y los móviles sin batería. Una confortable noche en pretérito cerrada con dulzura. Hay que seguir viviendo.

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