El festival KM Amèrica traza en Barcelona un mapa vivo de las literaturas latinoamericanas
El encuentro ha reunido en la ciudad del 16 al 19 de junio a 22 escritores de 11 países, además de estrenar una adaptación teatral y una ruta literaria dedicada a Gabriel García Márquez
Cuatro escritores latinoamericanos se sometieron a un juego el pasado sábado, durante la tercera jornada del festival KM Amèrica en Barcelona: un bingo con preguntas anónimas del público. Pronto se abrió la caja de los truenos. “¿Cómo definirías la literatura latinoamericana actual?”. Las miradas en la nueva Biblioteca García Márquez, una de las dos sedes junto con Casa Amèrica Catalunya,...
Cuatro escritores latinoamericanos se sometieron a un juego el pasado sábado, durante la tercera jornada del festival KM Amèrica en Barcelona: un bingo con preguntas anónimas del público. Pronto se abrió la caja de los truenos. “¿Cómo definirías la literatura latinoamericana actual?”. Las miradas en la nueva Biblioteca García Márquez, una de las dos sedes junto con Casa Amèrica Catalunya, se mostraban expectantes. “Es un quilombo”, dijo Martín Caparrós (Argentina), entre las risas de los asistentes; Laura Restrepo (Colombia) sugirió que su diversidad era “incómoda” para los que buscan clasificarla; y Cristina Rivera Garza (México) se preguntó si debíamos incluir a los escritores de origen latinoamericano que no escriben en español. “Hablar de América Latina siempre ha sido muy complejo”, sintetizó la puertorriqueña Marta Aponte, al cierre de la sesión. Los comentarios hacían referencia a las diferentes geografías, las lenguas, el crisol de culturas… Solo quedaba espacio para esbozar una cartografía viva, la de las diferentes literaturas de América Latina.
La organización del festival, que duró cuatro días, ya planteaba esta diversidad en su propuesta: 22 escritores de distintas generaciones, provenientes de 11 países de la región, debatieron en mesas que llevaban títulos como Otros espacios/otros cuerpos o La búsqueda de lo ajeno. “Hay literaturas muy diferentes ahora en América Latina”, dice Eduardo Ruiz Sosa, el escritor mexicano (residente en Barcelona) que ha comisariado el KM Amèrica. Han sido unos días trepidantes. Junto a su segundo café, durante la mañana del sábado, cuenta que pensó en autores que no vinieran de los núcleos urbanos tradicionales, “que estén asociados a lo periférico”, propuestas temáticas y formales múltiples, además de un balance entre editoriales grandes y pequeñas. Eso sí, Ruiz Sosa reconoce que “hay muchos puntos de contacto, preocupaciones comunes”. Uno de los temas que atravesó el festival fue el de la violencia.
La palabra apareció en todas las mesas, y los escritores consultados coincidieron en designarla como un eje determinante en las poéticas que durante los últimos años se han desarrollado en la región. El discurso, no obstante, distó de ser unívoco. Durante su intervención, Caparrós criticó la “sobrerrepresentación” de la violencia en la literatura latinoamericana actual, la cual no se corresponde con las cifras “enormes pero infinitamente menores” de víctimas en otras regiones del mundo durante el siglo XX. El autor de Ñamérica (Random House, 2021), el estudio que hibrida géneros (como antes en El Hambre) con el objetivo de repensar la parte hispanohablante del continente, mantuvo que si se atienden a estas cifras “uno podría inferir que América Latina fue el continente más pacífico del mundo. Pero no es esa la idea que tenemos”.
La celebrada escritora ecuatoriana Mónica Ojeda, que ha explorado, entre otros aspectos, la violencia en novelas como Mandíbula (Candaya, 2018), matiza: “Los escritores latinoamericanos que trabajan la violencia están haciendo trabajos muy delicados, con mucha reflexión deontológica: yo creo que la escritura nos permite pensar el miedo a personas que venimos de países tan hostiles, donde la violencia es estructural y no se puede contabilizar”, agrega, antes de aludir a la “escritura colectiva y comunitaria” como otro de los ejes de la literatura latinoamericana actual, una “filosofía” que se está gestando, donde se entiende que la escritura también contiene “las voces de otros”, las voces de la comunidad.
Todos los caminos parecen llevar a Cristina Rivera Garza, uno de los referentes más mencionados por los escritores presentes, entre ellos Ojeda, especialmente aquellos que han publicado sus libros durante los últimos años. La autora de El invencible verano de Liliana (Random House, 2021), la investigación documental sobre el feminicidio que sufrió su hermana, ha trabajado muchos de los temas que recorren las letras de América Latina en la actualidad: el cuerpo, la literatura ecológica, la escritura testimonial o el archivo entendido en sentido amplio, tanto la búsqueda documental como “la tierra, nuestro primer gran archivo”. “Intento trabajar la relación entre literatura y comunidad”, apunta Rivera Garza a este diario: “Intento estar muy alerta de la versión que tengan los otros de su experiencia, sin replicar los conceptos de literatura comprometida del siglo XX. Esto tomando en cuenta las diferencia de clase, de raza, de género... contando historias humanas, pero también incorporando las ausencias”.
Ha habido un silencio elocuente durante parte del festival: apenas se han escuchado referencias al boom latinoamericano, el fenómeno literario que se impulsó en gran medida desde Barcelona en los años sesenta y setenta, a través de agentes literarios como Carmen Balcells o la editorial Seix Barral. “Yo creo que es por la sobresaturación del discurso sobre el boom”, reflexiona Carlos Fonseca, el escritor costarricense que acaba de publicar Austral (Anagrama, 2022). El también profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Cambridge señala a este diario que, cuando los escritores del continente se dieron cuenta de que el boom “no era el único referente”, esto también ayudó a que se pueda volver a los autores del mencionado movimiento “sin los tópicos” que se habían creado en torno a él. Fonseca da un ejemplo: cuando la mexicana Fernanda Melchor publica la novela Temporada de huracanes (Random House, 2017), señala que “su referente inmediato” es El otoño del patriarca, de Gabriel García Márquez.
Entre las referencias de los autores consultados, además de Rivera Garza o Marta Aponte, se escuchan nombres como los de Roberto Bolaño, Juan Rulfo, poetas como Raúl Zurita o la mexicana Elena Garro, una autora “fundamental” en El asedio animal (Almadia, 2021), según apuntó durante la primera jornada su autora, la colombiana Vanessa Londoño, que reflexiona en su obra sobre la violencia política en Colombia. Entre los escritores en otras lenguas, Fonseca menciona por ejemplo al alemán W.G. Sebald. “Luego me llamó la atención la presencia que sigue teniendo Faulkner”, agrega el costarricense sobre la importancia histórica y transversal del autor de El ruido y la furia entre los escritores latinoamericanos: “Yo creo que se mantiene por la crisis ecológica y la representación de lo rural en su obra, muestra una alternativa a los espacios urbanos, algo que también pasa acá con la España vacía”.
Diálogo entre géneros
Una de las apuestas del festival, que busca asentarse en el panorama cultural de Barcelona tras su primera edición, es promover el diálogo entre géneros artísticos. El caso de La débil mental, la novela de la argentina Ariana Harwicz que expone el lado oscuro de la relación entre una madre y una hija, es paradigmático en este sentido: “Cuando pienso una escena en mis novelas la estoy viendo con ojos teatrales, es decir, con fuerza dramática y elipsis”, confesó Harwicz durante la tercera jornada, antes de la puesta en escena de la adaptación de su obra, dirigida por Elena Fortuny.
Para la próxima edición del festival, la novela a adaptar la escogerá un jurado integrado por Aina Tur (autora y responsable de programación de la Sala Beckett); Jorge Volpi (escritor y director del Centro de Estudios Mexicanos en España de la Universidad Nacional Autónoma de México), y Jorge Carrión (escritor y crítico literario). Esta edición se ha estrenado también con una ruta literaria, durante la cuarta jornada, dedicada a Gabriel García Márquez, que vivió más de un lustro en Barcelona. El festival KM Amèrica, con salas llenas durante las sesiones, ha renovado el idilio de Barcelona con la literatura de un continente que late con fuerza.
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