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SERIES
Crónica
Texto informativo con interpretación

¿Por qué nos gustan ‘Los Bridgerton’?

Ellos lo tienen todo: sexo, lujo, pasión, ropa bonita, poco trabajo… y éxito de audiencia. Pero, ¿hasta cuándo vamos a seguir devorando serie tras serie?

Anthony Bridgerton (Jonathan Bailey) y Kate Sharma (Simone Ashley) en una escena de la serie de televisión Los Bridgerton.Foto: EL PAÍS | Vídeo: NETFLIX ESPAÑA
Ana Pantaleoni

“Es un culebrón de manual, con un look estiloso, moderno. Un impecable twist a la telenovela de toda la vida. Siguiendo la receta patentada por Shonda Rhimes, que ya ha demostrado con Scandal y Anatomía de Grey que sabe cómo manejar perfectamente repartos amplios donde todo el mundo (la audiencia) encuentra su propio espejo. Series llenas de giros, cliffhangers (finales en suspenso) y paparruchas de todos los colores, más adictivas que la cocaína porque son la madre de todos los placeres culpables: no puedes dejar de mirarlas porque necesitas saber qué gilipollez va a suceder a continuación”.

Una tarde cualquiera de Semana Santa, Toni García Ramón, escritor y periodista, responde así a la pregunta de qué le parece la serie de Los Bridgerton. La cuestión tiene trampa porque la persona que pregunta ha consumido fervientemente (y en tiempo récord) la serie. Con resultados muy positivos. Ellos, Los Bridgerton, lo tienen todo: sexo, lujo, pasión, ropa bonita, poco trabajo… y capacidad para que te entren ganas de seguir capítulo a capítulo. Hasta el fin. Ellos viven pendientes de salir en la revista de cotilleos mientras nosotros vivimos enganchados a la telaraña de las redes sociales. Los Bridgerton son, en definitiva, otra serie que añadir a la lista. Suma y sigue. Y mientras llega la tercera temporada, ya prometida por Netflix, zapeamos entre plataformas en busca de otra propuesta que devorar.

La primera temporada de Los Bridgerton logró el título de la serie en lengua inglesa más vista de la historia de Netflix, con 625 millones de horas vistas en sus primeras cuatro semanas en el servicio. Porque ahora, la audiencia se mide en horas vistas. ¡Qué lejos queda aquello de esperar al domingo a las 22 horas para ver el capítulo de Dallas embutido en 1.000 anuncios! (¡y qué antigua queda esta frase!). Yo ya veo poco la televisión. Sobre todo consumo series. “Yo nunca he visto la televisión”, añade el niño sentado a mi lado. “Solo la abuela mira los programas de la tele”.

¿En qué momento abandonamos la tradicional parrilla para lanzarnos sin protestar a la ingesta desenfrenada de series? La forma de consumir cambió hace ya algún tiempo, pero la pandemia lo aceleró todo. Y lo consolidó. ¿Cuánto tiempo puede este modelo —y nuestras brillantes mentes— resistir este consumo desenfrenado sin límites de espacio/ tiempo? García Ramón sigue escribiendo: “Inevitablemente, se producirá un colapso, pero aún se me antoja lejano. El modelo de una serie para cada espectador es una de las chaladuras más grandes que ha visto el mundo desde la pizza con piña. No hay manera de sostener un patrón de este tipo y al final el espectador buscará economizar con plataformas que se ajusten a sus necesidades. Nadie puede gastarse 80 euros en entretenimiento y Darwin va a tener razón de nuevo: habrá fusiones y cadenas que se desvanezcan y nuevas líneas de producto, pero no todos sobrevivirán. De momento, Netflix lleva las de ganar, pero Disney + es un adversario brutal”.

Ahora mismo Netflix y Amazon Prime Video son los servicios más utilizados por los espectadores españoles de las plataformas, según el primer informe de VOD Analytics. Netflix es la plataforma que más veces han mencionado los participantes, y un 72% de ellos asegura ser usuarios o suscriptores de ella. Le sigue de cerca Prime Video, mencionada por el 67,8%. Más lejos, aunque con un porcentaje bastante significativo, se sitúan HBO Max (31,3%) y Disney+ (29,4%).

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¿Por qué series? El profesor de IESE, Eduard Calvo, explica que “no solo (en general) son más baratas de producir que las películas, sino que, al trocear una historia en capítulos que cada cual puede digerir a su ritmo, su consumo social se viraliza y, si triunfan, el concepto se puede estirar produciendo más temporadas. Este modelo acorta el ciclo de vida del contenido: ver la serie del momento de hace tres meses no es cool, todos queremos formar parte de la conversación sobre el contenido de moda. Pero convertir el contenido en moda, tiene tres problemas. “El primero es que Netflix debe alimentarse constantemente de nuevo material, incurriendo en costes de adquisición/producción de nuevos títulos que pueden llegar a hacer insostenible su modelo de negocio—es como un bufé libre al que constantemente se le añaden más y más platos.

El segundo es que la calidad del producto tiende a disminuir cuando la presión por incluir más, y más, y más aumenta. El último es quizás el más importante: el acto de ver una buena película o serie pasa de ser una actividad fundamental para nuestra formación cultural a ser un acto rebañizante, carente de cualquier poso duradero en nuestra personalidad y actitud vital”. Y poco después de la reflexión del profesor Calvo llegan los datos de Netflix. Este miércoles la compañía se desplomó en torno a un 40% en Bolsa tras presentar sus peores números en una década. Por primera vez en ese tiempo pierde suscriptores, concretamente 200.000. Y las expectativas no son buenas: calcula que se quedará sin otros dos millones en el segundo trimestre.

Mejor vuelvo al salón de baile del Londres decimonónico. A los tules y al maquillaje perfecto. A las miradas y a los largos silencios. Como decía una espectadora en las redes: “Yo soy feminista empoderada con el amor romántico deconstruido hasta que veo Los Bridgerton y me dan ganas de que un vizconde me declare su amor en medio de un rosal”.

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Sobre la firma

Ana Pantaleoni
Redactora jefa de EL PAÍS en Barcelona y responsable de la edición en catalán del diario. Ha escrito sobre salud, gastronomía, moda y tecnología y trabajó durante una década en el suplemento tecnológico Ciberpaís. Licenciada en Humanidades, máster de EL PAÍS, PDD en la escuela de negocios Iese y profesora de periodismo en la Pompeu Fabra.

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