“Convertir países africanos en gendarmes de nuestras fronteras degrada la democracia”
Un debate en el Fòrum Pere Tarrés pone de relieve el contraste entre la acogida de los refugiados ucranianos y el recelo con los migrantes africanos
“La externalización del control de fronteras que hacen las democracias occidentales convirtiendo los países africanos vecinos en gendarmes de las nuestras… implica que ponemos nuestra seguridad en sus manos y degrada nuestras democracias”. Esta afirmación, una alusión sin mencionarlo al giro diplomático del Gobierno español sobre el Sáhara, fue hecha por Gemma Pinyol, directora de Políticas Migratorias de Instrategies, en el fórum social que la Fundació Pere Tarrés organiza con la colaboración de EL PAÍS. El debate fue coprotagonizado por Pinyol y Àlvar Sánchez, director de la Delegación Diocesana de Migraciones en Nador (Marruecos). Se celebró por la vía telemática este jueves.
Pinyol valoró positivamente la ágil y rápida reacción de los países europeos para organizar una política de acogida de los refugiados ucranianos. “Una agilidad que debe aplaudirse, pero que contrasta con el drama de los refugiados sirianos que, desde 2015, sobreviven en campos de recepción griegos. Esta diferencia de políticas demuestra que nuestra sociedad normaliza la discriminación”.
Sánchez desplegó una batería de datos para trasladar la idea de que la mejor política sobre inmigración no consiste en amurallar las fronteras. “La mejor política sería intervenir en los países de origen para garantizar el derecho a no emigrar que tiene su población”. Según Sánchez, África apenas es responsable del 4% de las causas del efecto invernadero, pero será un continente altamente perjudicado por el cambio climático ya que un 70% de su población trabaja en la agricultura. Ante el miedo de los países occidentales a la entrada de inmigrantes, el ponente recordó que varios informes aseguran que, en el 2050, los inmigrantes apenas cubrirán un 23-30% de las necesidades laborales de los países desarrollados. “Las oportunidades laborales del país de destino son las que modulan el acceso de inmigrantes. Cuando Europa vive una crisis económica…automáticamente decrece el flujo de inmigrantes”. Sánchez lamentó que la Unión Europea no apoye con más decisión el desarrollo de los países de emigración para evitar que sus habitantes, en contra de su voluntad, se vean obligados a una, muchas veces, trágica huida. Además, subrayó, las dimensiones de la inmigración en Europa no son las que algunos dibujan para sus propósitos xenófobos. “La mitad de la población desplazada se queda en el continente” y no llega a Europa.
Pinyol destacó que un porcentaje cada vez mayor de la inmigración llega legalmente, por ejemplo, como turista y se queda irregularmente en el país. “Sin embargo, se dedican más recursos al control de la entrada que al control residencial. Los muros de entrada que se levantan afectan, además, al derecho de asilo porque no se estudian las circunstancias que rodean a cada inmigrante”.
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