De un fiordo de Oslo a La Rambla de Barcelona
La Virreina expone la compleja y larga construcción del Museo Munch, diseñado por el arquitecto Juan Herreros
Pocos días después de inaugurar en Oslo un nuevo museo dedicado a uno de los pintores más importantes del mundo: Edvard Munch (1863-1944) convertido ya en un símbolo de la capital noruega; el responsable de este edificio, el arquitecto español Juan Herreros y su socio Jens Richter, aterrizaron en Barcelona para explicar este proyecto que han llevado a cabo en los últimos 12 años. Lo hacen en la exposición Estudio Herreros. Archivos Lambda. El proyecto del museo Munch de Oslo, que puede verse (hasta el 20 de febrero) en La Virreina Centre de la Imatge en la que, a base de documentos, maquetas, fotografías, videos e incluso una muestra de los materiales utilizados para dar forma a este edificio, se podrán conocer los detalles del proceso de construcción de este nuevo faro cultural europeo, modelo de una nueva forma de hacer arquitectura, pensar las instituciones culturales y crear ciudad.
Mientras esté abierta la muestra en la fachada del palacio de La Rambla puede verse una enorme estructura de acero reciclado. Es un fragmento a escala 1:1 de la cubierta utilizada en el museo; una epidermis que hace que el edificio de cristal no sufra cambios bruscos de temperatura. “Su forma recuerda las ondas de la luz, del agua y del sonido. Por eso le pusimos a nuestro proyecto el nombre de Lambda, que en el alfabeto griego significa ondulación”, explica Herreros, junto a esta estructura de metal perforada que, de noche, adquiere una nueva lectura.
El nuevo museo, el mayor en el mundo dedicado a un solo artista, ha costado 320 millones de euros y se concibe como un icono cívico que acoge en la bahía de Bjørvika, el legado del artista más importante de la historia noruega que lo cedió a la ciudad antes de morir, por temor a que sus obras cayeran en manos de los nazis. En total, 28.000 obras; y entre ellas 1.000 pinturas y 15.400 grabados, además de escritos y textos literarios. Y entre todas ellas tres versiones de su obra más famosa: El grito: un grabado, un dibujo y una témpera, que son la joya del museo.
El edificio de 57 metros de altura y 13 plantas se creó con la idea de liberar el mayor espacio posible para los peatones. De sus 27.000 metros cuadrados solo el 40% es espacio expositivo. El resto: un cine, un auditorio y una biblioteca. Está situado en un fiordo donde hubo un antiguo puerto vikingo, en una zona en la que se desmanteló las infraestructuras que separaban la ciudad del mar; como hizo Barcelona en los años noventa, y al lado de otro edificio de la ciudad: la ópera creada por el estudio Snøhetta en mármol blanco, premio Mies van der Rohe de Arquitectura en 2009.
El estudio Herreros se impuso en ese mismo año en el concurso internacional en el que se habían presentado una veintena de proyectos. En la exposición puede verse la intensa presencia en los medios de comunicación el debate sobre la necesidad o no del museo, con momentos como la marcha de antorchas en 2012 de los oslenses desde el solar donde se quería construir el edificio y el ayuntamiento de la ciudad.
El edificio tiene una característica forma inclinada en los pisos superiores, casi de 45 grados, que mira a la ciudad. “El museo cuenta con dos espacios públicos importantes: el hall de entrada y el mirador que permite ver todo el fiordo donde está ubicado”, explica Herreros.
Valentín Roma, director de La Virreina y comisario de la muestra, recuerda que “en un contexto en el que la mayoría de los museos se están replanteando las atribuciones y su sentido en lo público, este edificio es el resultado de los procesos de diálogo político y social y de colaboración a largo plazo entre los diferentes agentes.
La exposición repasa también el proceso de construcción, con el reto de asumir el compromiso de reducir la huella de carbono en los edificios y la trazabilidad en un 45% respecto a lo habitual. Los gráficos muestran la complejidad que supuso levantar el edificio dentro del agua, para lo que se construyeron 300 pilotes de 40 metros de profundidad. También la continua actualización del plan de construcción inicial sostenible que ha tenido que ir adaptándose a lo largo de los 12 años.
Que el museo de Oso habla de otra forma de entender a cultura lo demuestra que la inauguración del centro no la hicieron los políticos sino los escolares de la ciudad, el 60% de los cuales son de origen inmigrante. Tras su paso por Barcelona la muestra se verá en CentroCentro de Madrid y Arc en Rêve, de Burdeos.
¿Munch y Miró juntos?
Durante la presentación de la muestra, el gerente del museo, Henrik Spangelo Svalheim, explicó la enorme sintonía que había con España y con Barcelona en especial. Y dijo que estaba en conversaciones “muy iniciales” con centros como la Fundación Joan Miró; otro museo importante dedicado a un solo artista, para llevar a cabo algún proyecto de colaboración. Preguntado Spangelo si podría tratarse de una exposición en la que se vieran las caras Miró y Munch, aseguró que no lo sabría; que era pronto para asegurar algo así. Esta misma semana el director de la Miró, Marko Daniel, confirmó en la presentación de la nueva temporada del centro de Montjuïc, que están en conversación con el museo noruego, pero que no hay fecha ni proyecto definido.
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