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La Crónica
Crónica
Texto informativo con interpretación

Las niñas de la calle

El debate de la libertad de prostituirse no cabe en casos como el de Rochdale, que cuenta la serie ‘La infamia’, donde menores de 13 y 15 años fueron abusadas sexualmente e ignoradas

Rebeca Carranco
Fotograma de la serie 'La infamia', estrenada en marzo en Filmin.
Fotograma de la serie 'La infamia', estrenada en marzo en Filmin.

La liturgia de decidir una nueva serie es engorrosa. Similar a cuando entras con esperanzas en un Primark, un H&M o un Zara hasta que todas esas perchas, ropas, colores, modelos te atacan y tienes que escapar corriendo con las manos vacías. Pasa lo mismo con esos menús de tendencia ahora, seguir viendo, series para ti, maratón de domingo. Saltas de uno a otro con una mezcla de angustia y confusión. A diferencia de la televisión, donde hay lo que hay, elegir nueva serie en una plataforma se convierte casi en una obligación, que se afronta con más pereza y nervios que alegría.

Pero a veces se sale exitoso del trámite. Me pasó con La infamia o Three girls, en Filmin, una miniserie de tres capítulos que explica el caso real de un grupo de hombres que entre 2008 y 2012 explotaron sexualmente a menores de entre 13 y 15 años en Rochdale (110.000 habitantes), cerca de Manchester, y la resistencia de la administración para investigarlo. La serie practica el mejor periodismo eligiendo la historia de tres menores, y con ellas dibuja la tortura a la que son sometidas jóvenes con contextos vitales difíciles y escasos lazos afectivos sólidos.

Todo lo que cuenta La infamia pasó. Solo se han cambiado algunos nombres para proteger las identidades de las víctimas, a las que la trabajadora de un servicio de salud sexual de Rochdale, Sara RowBotham, define como “niñas de calle”: jóvenes de entornos desestructurados que acaban obteniendo atención de un grupo de hombres que cubren sus necesidades con comida, diversión, alcohol y drogas. Todos ellos son británicos, de origen paquistaní —el caso se vio salpicado por acusaciones de racismo—, algunos relacionados con restaurantes kebab.

Ellas recibían vodka, durüms y patatas fritas gratis seguramente sin sospechar el siguiente paso: “¿Y tú qué me das?”. Niñas de 13, 14 y 15 años que se vieron encerradas con hombres de 30, 40 ó 50 años que les pedían sexo a cambio de sus atenciones. Y una vez superado el primer día del colchón en el suelo, las introdujeron en una red en las que fueron ofrecidas a multitud de hombres, en pisos, donde algunas sufrieron violaciones grupales, abusos, golpes... “Llegaba al trabajo a las ocho y media de la mañana y encontraba un grupo de chicas temblorosas sentadas en los escalones. Tenían 13 y 14 años, el pelo enmarañado, la ropa sucia, con un aspecto terrible. Pero realmente de lo que te dabas cuenta era el miedo en sus ojos”, explicó la trabajadora de salud sexual Sara RowBotham, que destapó el caso, en The Guardian en 2017.

RowBotham detectó los abusos a través de la consulta que tenía en Rochdale, tomó nota de ellos, reunió pruebas y lo denunció de forma sistemática a la policía y los servicios sociales, que atribuían la situación a una “elección de vida” de las menores. “No existe la prostitución infantil, son abusos sexuales”, repite en la serie la actriz que interpreta a RowBotham —Maxine Peake—, que acabó apartada y posteriormente despedida. Las tres protagonistas de la historia —tres casos reales, sí— tenían entre 13 y 15 años y las tres acabaron embarazadas. Dos eran hermanas y una tenía dificultades de aprendizaje. En su relato, la más joven contó que los hombres se la pasaban “como una pelota”.

En 2008, una de las menores se atrevió y contó lo que pasaba tras las paredes del kebab al que acudía: denunció que había sido violada por dos hombres y se activó por primera vez una investigación. Después de revivir una y otra vez lo sufrido, el caso no prosperó porque la Fiscalía consideró que su testimonio no sería creíble. Otra versión de la “elección de estilo de vida” que atribuían a las menores... No voy a dar más detalles. Lo mejor es ver la serie, que estrenó la BBC en 2017 y que Filmin ha incluido en su catálogo en febrero de 2021.

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La “elección de estilo de vida” gira siempre alrededor de la prostitución: ¿Se es prostituta libremente? Hace una semana, el sindicato Organización de Trabajadoras Sexuales (Otras) consiguió un espaldarazo del Supremo, que reconoce el derecho de las trabajadoras sexuales por cuenta propia a sindicarse. Los grupos abolicionistas sostienen que la prostitución es comparable a la esclavitud, y que en ningún caso es un trabajo que se ejerza libremente. La secretaria general de Otras, Conxa Borrell, denunció la “putofobia” que existe en muchos ámbitos, entre ellos la administración.

En los años ejerciendo como periodista de sucesos —un cajón de sastre lleno de historias de vida y muerte— he conocido a mujeres que se prostituyen. Rara es la que admite a una periodista que ha sido explotada sexualmente, aunque también las hay. Algunas dicen que son libres y no tienen ninguna pinta de serlo, y de otras, una daría por seguro que nadie las obliga. ¿Cuántas son víctimas de proxenetas y cuántas son mujeres libres que se prostituyen? Es imposible poner datos a esa realidad que se aborda desde la misma nebulosa de la ley que rige la prostitución en España, donde es alegal.

Sí es cierto que muchas veces he notado ese menosprecio a las mujeres que ejercen la prostitución, entre quienes las desprecian por su supuesta “elección de vida”, quienes las infantilizan y quienes se aprovechan de ellas. Dejo fuera a todos los hombres que se creen con derecho a maltratarlas y hasta matarlas, sin que consten en las estadísticas oficiales de violencia machista. Pero el debate de la libertad de elección no cabe en el caso de Rochdale. Ni en él ni en el de cualquier niña que acabe siendo abusada por adultos que se aprovechan de su vulnerabilidad y de sus circunstancias de vida. Por muy maduras que parezcan.

Sobre la firma

Rebeca Carranco
Reportera especializada en temas de seguridad y sucesos. Ha trabajado en las redacciones de Madrid, Málaga y Girona, y actualmente desempeña su trabajo en Barcelona. Como colaboradora, ha contado con secciones en la SER, TV3 y en Catalunya Ràdio. Ha sido premiada por la Asociación de Dones Periodistes por su tratamiento de la violencia machista.

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