El talento teatral de Caryl Churchill irrumpe en el Lliure
Magda Puyo firma un admirable montaje de ‘I només jo vaig escapar-ne’, con un póker de grandes actrices: Muntsa Alcañiz, Lurdes Barba, Imma Colomer y Vicky Peña
La fuerza teatral de la dramaturga británica Caryl Churchill (Londres, 1938) llega al Lliure de Montjuïc con el estreno, en un admirable montaje dirigido por Magda Puyo, de Escape Alone, I només jo vaig escapar-ne en la inspirada traducción al catalán de Sadurní Vergès. La pieza, de tintes apocalípticos, estrenada en 2016 en el Royal Court de Londres, es una caja de sorpresas, algunas extrañas y desconcertantes, otras cargadas de un humor corrosivo capaz de noquear al espectador por su crudeza y su demoledor pesimismo. Cuatro grandes actrices catalanas —Muntsa Alcañiz, Lurdes Barba, Imma Colomer y Vicky Peña—, ofrecen un recital de talento teatral en un montaje sin fisuras.
Se anota un éxito rotundo Magda Puyo en su regreso a la escena tras su dimisión en el Institut del Teatre. Con una puesta cargada de humor, ironía, poesía y simbolismo, la actriz, profesora y directora de escena catalana muestra la capacidad visionaria de Churchill en temas como la marginación de la mujer, el desastre ecológico, la depresión y la irrupción de pandemias letales. Un gran montaje, coproducido por Temporada Alta y el Lliure.
Puesta en escena minimalista en la que ni sobra ni falta nada. La escenografía de Pep Duran, de texturas impresionistas, crea una atmósfera mágica, un jardín vecinal en el que Sally, Vi, Lena y la señora Jarrett conversan sobre situaciones cotidianas, no siempre inofensivas. Lo extraño es que parecen ajenas al horror apocalíptico que relata la señora Jarrett. El inquietante espacio sonoro de Clara Peya agudiza la tensión y la iluminación de Cube.bz delimita, sin efectismos, las ocho secciones que articulan el relato.
En el feroz espíritu crítico de Churchill no hay amagos panfletarios. El juego lingüistico, la ironía y el sarcasmo son sus armas de denuncia; y en su universo teatral, transita sin red por el realismo, el expresionismo y el absurdo. De las muchas formas posibles de abordar su texto, Puyo acierta al potenciar en su montaje el humor fino y la ironía ácida, la ternura y la rabia. Todo adquiere un sentido poético y una carga simbólica que deja espacios abiertos a la imaginación del espectador, enfrentado a un texto visionario que, en plena pandemia, inquieta más.
Hay que dejarse sorprender por la escritura de Churchill. No tiene sentido desvelar las confesiones íntimas, los miedos y resquemores de Lena, prisionera de su depresión; Vi, una asesina sin remordimientos aparentes; Sally, paranoica con delirante fobia a los gatos, o la desconcertante señora Jarret, que narra la desintegración del planeta sin que su relato rompa la burbuja que las protege del mundo exterior.
Basta decir que el póker de grandes actrices que las encarnan —respectivamente, Muntsa Alcañiz, Lurdes Barba, Vicky Peña e Imma Colomer— están gloriosas. El monólogo en el que Vicky Peña muestra la inquina gatuna de Sally, la versión de Volare que las cuatro mujeres cantan a cappella</CF>, o la gozosa vitalidad con que bailan el clásico de ABBA Waterloo son pura descarga de adredalina en un montaje redondo. Hay funciones hasta el 20 de junio.
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