La playa desierta y el ‘toreo’ de Lisbeth Geuwez

Este fin de semana el Mercat de les Flors de Barcelona ha presentado un programa de lujo firmado por la bailarina y coreógrafa belga Lisbeth Geuwez compuesto por la pieza coral The Sea Within, a cargo de su compañía Voetvolk, y el solo It’s going to get worse, and worse, and worse my friend, interpretada por ella misma. Esta hermosa, inteligente e enigmática creadora deslumbró en 2004 en un fascinante solo que interpretó en el Teatre Lliure de Montjuïc, Quando l’ouomo principale è una donna, en el que, desnuda, bailaba sobre una gran mancha de aceite. Era una pieza que firmaba junto al afamado coreógrafo Jan Fabre, con el que ha mantenido una intensa colaboración, al igual que con Sidi Larbi. La magia de Geuwez es que logra con su baile, de disciplinada técnica, que el gesto cotidiano y la fecunda frase coreográfica convivan en armónica sinfonía.

En el Mercat ha mostrado la intensa y apasionante obra coral The Sea Within, interpretada por 10 magníficas bailarinas; es la primera vez que la coreógrafa no baila en una creación suya. Se trata de una obra inquietante en la que una decena de mujeres juegan, se divierten y sufren en el espacio escénico de la sala MAC del Mercat, convertida en una playa desierta. Sus cuerpos forman figuras escultóricas de gran belleza o se dejan llevar mecidos por lo pasajes sonoros minimalistas creados por Maarten Van Cauwenberghe, junto a Elko Blijweert y Bjorn Eriksson. Es una pieza inquietante que recuerda a la película de Lars von Trier Meloncalía: destila una amenaza soterrada que produce en el espectador una sensación de congoja y zozobra que resulta estimulante.

La bomba, sin embargo, es el solo de Geuwez, It’s going to get worse, and worse, and worse my friend, que se bailó en la Sala Pina Bausch. Es una pieza refinada, creada para las condiciones técnicas de esta gran artista. Vestida con pantalón gris y camisa blanca, explora sus posibilidades gestuales con gran maestría. Al principio, es una mujer con un gesto lento, un torero frente a su enemigo. Lo desafía con elegancia: su bello movimiento de brazos es un envite a lo Belmonte. Luego, paulatinamente, su movimiento se distorsiona para llegar a la convulsión, que también resulta hermosa.