El Albert Pla insuperable, al que el loco mundo no puede adelantar
El artista ofrece su montaje “pandémico” cada martes en el Borrás
Hace muchos años Manu Chao dijo que en los tiempos que venían prefería ser barquichuela que trasatlántico. Y como él, barquichuela es Albert Pla. No necesita grandes producciones de estadio, ni tan siquiera músicos de acompañamiento, puede actuar sólo con su guitarra, un par de elementos escénicos y su basto hábito sin mangas. Punto. Su trayectoria le ha proporcionado suficientes canciones para impulsar la embarcación y sus dotes de actor le facilitan capacidad de interpretación como para presentar esas composiciones como si se tratase de pequeños monólogos que buscan situar chinchetas en el bocadillo de Nocilla. ¿Qué una pandemia paraliza la música?, Pla se instala en un teatro y lo llena diariamente cada martes. Y así, de momento, hasta que concluya abril.
No es de extrañar que el nuevo espectáculo de Albert sea un espectáculo de entretiempo, una suma de temas conocidos a los que saca punta pandémica. De esta manera se puede leer la primera pieza del mismo, Están cayendo bombas en Madrid, cuyo mensaje central es el desasosegante “sálvese quien pueda” que en nuestro mundo palpita bajo cualquier situación de crisis. La pandemia sigue flotando en Raro”, reflejo de tiempos con plateas enmascaradas y en “¿Os acordáis?, single específicamente estrenado a propósito del COVID y en el que se nos muestra como seres frágiles y desnortados cada vez que algo insospechado nos despierta de nuestra autosuficiencia. En este arranque del espectáculo es donde Pla se vincula de manera más específica a la situación actual, para luego dejar ir sus todos sus diablos disfrazados de monja.
La cuestión central es que el mundo está más desatornillado que las mismas canciones de Albert. No sólo es la pandemia, río revuelto de ganancias para los que saben aplicar el sálvese quien pueda; es un presidente del Barça detenido por presunta corrupción; son fuerzas políticas que devuelven a la mujer al zurcido y planchado; un rey, emérito, que hace republicanismo; unos golpistas que acusan a una dirigente incómoda, Aung San Suu Kyi, de importar ilegalmente ¡¡¡”walkie talkies”!!!; un ex-presidente como Trump que se vacuna a escondidas, y unos manifestantes que en Barcelona ya hacen lo que con ironía canta Pla en sus canciones.
Ante una realidad tan dislocada, Pla debe apretar las tuercas de sus canciones, y lo hizo en dos direcciones en el Borrás. Una es el vómito de violencia en la parodia extraída de la obra Manifestación, en la que el protagonista, cuál héroe vengador, acaba asesinando a diversos representantes del poder. Otra, más vitriólica en su aparente ingenuidad, es la representada por El bar de la esquina o por Los ojos, una delicia en la que el amor puede con todo, incluso con la deformidad. Ese es el Pla insuperable, el Pla a quien el mundo no puede adelantar, aunque este mundo nuestro se haya vuelto tan loco que ya sea el mejor y más siniestro humorista.
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