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La arqueta de Banyoles se hizo con micromecenazgo

La obra gótica es única en Cataluña al ser solo una funda de plata que acoge el arca de madera con los restos de Sant Martirià

Estado actual de la arqueta de Sant Martirià, a falta de cinco figuras por recuperar, como se expone en el monasterio de Sant Esteve de Banyoles.
Estado actual de la arqueta de Sant Martirià, a falta de cinco figuras por recuperar, como se expone en el monasterio de Sant Esteve de Banyoles.©Toni Ferragut
José Ángel Montañés

La arqueta de Sant Martirià de Banyoles es una de las obras góticas más mediáticas. Sobre todo, desde que en 1980 el ladrón de obras de arte, Erik el Belga, robara 26 figurillas y dos relieves laterales de plata que decoran este enorme relicario creado en el siglo XV. Pero, de forma paradójica, no contaba con un libro que explicara el porqué de este objeto de gran prestigio dentro de la orfebrería gótica catalana. Es lo que ha remediado la profesora Francesca Español en su libro Sant Martirià, cos sant de Banyoles impulsado y editado por el Ayuntamiento de Banyoles y la Diputación de Girona que aporta un buen número de novedades sobre esta pieza y lo que la ha envuelto desde hace más de 600 años.

La primera, que no es una arqueta en sentido estricto, sino una cubierta, una especie de funda o receptáculo realizado para proteger la auténtica arqueta de madera en su interior. Un trabajo que la convierte en un caso único dentro del resto de relicarios y sepulcros santos que se han conservado o que se conocen en Cataluña. “Hay algún ejemplo destacado del mismo simulacro, como la arqueta de Canterbury para santo Tomás”, explica Español.

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“No podía hacer un libro sobre la arqueta sin haber resuelto el problema de las reliquias que están dentro. Había que explicar bien quién es y qué hace en Banyoles este santo desde el siglo XI, que además se conserva entero, no solo unos cuantos huesos; algo que en la época medieval genera una respuesta entre los devotos muy distinta; aunque en la doctrina cristiana cualquier parte, por mínima que sea, tiene la misma facultad de hacer milagros”, explica la experta que ha aunado historiografía e historia del arte en su trabajo. Según Español, los restos de Martirià llegaron a Banyoles entre el 1078 y el 1086, aunque se desconoce cómo.

La segunda singularidad de la pieza tiene que ver con “la forma ingeniosa” con que se ha resuelto su iconografía. “En una de las primeras noticias sobre la arqueta, de 1415, se invoca a Martirià ‘episcopus et confessor Domine’, por lo que en ese momento no se conocía su biografía y todavía no era mártir”, explica. “Eso explica algo inimaginable como que las imágenes representadas no cuenten la vida y muerte de las reliquias del interior y que se buscara una solución alternativa. De ese modo, Martirià solo aparece en dos de las figurillas representado como obispo; el resto de las 26 que decoran las dos fachadas se dedican a santos que tenían protagonismo, por las razones que fueran en el monasterio”, como San Cristóbal, Santa Caterina, Santa Tecla, San Pau, San Esteve, San Juan Bautista, San Vicenç y Santa Maria Magdalena, entre otros. Por eso, para ella, no hay duda de que “el arca no era solo el envoltorio de la reliquia, si no era un elemento de prestigio del monasterio”.

Detalle de la arqueta de Sant Martirià de Banyoles, con dos de las cartelas de benefactores para su realización. A la izquierda el abad de Sant Pere de Besalù, Antoni Vilardell. A la derecha el abad Bertrán Samasó. La figura central representa a Martirià como obispo.
Detalle de la arqueta de Sant Martirià de Banyoles, con dos de las cartelas de benefactores para su realización. A la izquierda el abad de Sant Pere de Besalù, Antoni Vilardell. A la derecha el abad Bertrán Samasó. La figura central representa a Martirià como obispo.©Toni Ferragut

De hecho, el relieve de una de las caras menores de la arqueta, en el que se representa el martirio de Martirià que lo llevó a ser santo, es posterior, de finales del siglo XVI, y lleva un punzón de Barcelona, cuando el resto lleva la marca de haber sido realizado en Girona. “No se conoce ningún paralelo a esta fórmula y su singularidad tiene esta razón de ser”, asegura la experta.

En este sentido, la profesora ilustra el papel del promotor de la obra, Guillem de Pau, “que tiene en la historiografía de Banyoles una muy mala fama, pero que siempre defendió los derechos del monasterio frente al pueblo y el municipio”, asegura. Fue un gran impulsor de obras y reedificaciones (algunas ocasionadas por terremotos) durante su mandato como gobernador del monasterio de Sant Esteve, entre 1410 y 1443.

Él la promovió, pero no la pagó. Porque esta es otra de las singularidades de la pieza: fue pagada con la aportación de diferentes promotores que sufragaron el coste de las figurillas; un micromecenazgo de la época que hizo que la obra se completara en unos 40 años, apunta Español. “No es algo excepcional, porque conocemos otros ejemplos del momento, como la portada de Santa Maria de Castelló d’Empúries, donde las figuras de los apóstoles fueron asumidas por diversos miembros de la comunidad identificados en las peanas. También en la ampliación de un eremitorio en la Selva del Camp en el que cada uno de los arcos fueron asumidos por diversos benefactores en el siglo XIII”.

La sala donde se expone la arqueta de Sant Martiria en el monasterio de Sant Esteve de Banyoles desde 2010, tras su restauración.
La sala donde se expone la arqueta de Sant Martiria en el monasterio de Sant Esteve de Banyoles desde 2010, tras su restauración.©Toni Ferragut

En este caso también quedó constancia. “Bajo las figurillas aparecen unas cartelas en las que se puede leer el nombre de personas, familias como los Cartellà, los Samasó y los Cervelló y gremios y cofradías como la de los herreros, vinculados todos con Banyoles”. En una de ellas se habla que la figurilla que hay arriba es fruto de la limosna recogida entre los habitantes de la localidad, resultado de la petición que parece en un documento del 8 de febrero de 1415 que demuestra que la construcción de la arqueta ya estaba en marcha en ese momento. “El problema es que las cartelas se cambiaron durante la restauración que se realizó de la arqueta en 1806 por el platero gerundense Josep Puig, algo imposibilita hacer una interpretación estilística de la obra”, explica la profesora.

El trabajo de Español cierra un círculo en relación con esta pieza excepcional con la que está vinculada desde 1997. Fue en ese momento cuando ella descubrió que dos de las figuras que se subastaban en Sotheby’s de Londres provenían de la arqueta tras el robo de 1980 de Erik el Belga, pese a que aparecían como obras de los Países Bajos en el catálogo que promocionaba la venta. Tras avisar al obispado de Girona y a la Generalitat la subasta se paralizó y dio comienzo la recuperación de esas dos y otras 17 figurillas que estaban en Maastricht, en manos de Johanna Maria Josée Dinjens. Desde ese momento el Ministerio, con ayuda de la antigua Caja del Mediterráneo, ha ido adquiriendo piezas. En toda esta operación ella y el difunto Joaquín Yarza jugaron un papel fundamental en la autentificación de las piezas que se han ido recuperando. Desde 2010, tras un proceso de restauración llevado a cabo en Madrid, la arqueta se expone en una sala acorazada con 23 de las 28 figurillas. Todavía faltan cinco por recuperar, por lo que en Banyoles consideran que la herida por este robo sigue abierta, 40 años después.

Busto relicario de Sant Martirià de Banyoles
Busto relicario de Sant Martirià de BanyolesJ. Á. M.

Un santo sin barba y ojos saltones

En 1599 el monasterio de San Esteve recibió la visita del obispo de Girona interesado por el culto que se le daba a Martirià. En ese día se abrió el relicario para ver su contenido viendo en su interior un gran número de huesos y un pergamino de finales del siglo XIII. “La visita y la apertura del relicario sirvió para impulsar su culto”, explica la profesora. De este momento es la incorporación del relieve lateral con el martirio del santo y la creación de un relicario con forma de torso humano.

Tras examinar los restos se volvió a cerrar el arca con todos ellos excepto un dedo y el cráneo. Para el segundo se construyó un torso relicario de plata que ya existía hacia el año 1604, por lo que desde ese momento el santo tenía cara: un santo con barba afeitada y los ojos saltones, que desde ese momento se incorporó a las procesiones y acabó siendo la imagen del santo para todos. El relicario se expone en la misma sala que la arqueta desde 2010. Pero la reliquia del cráneo se perdió en el siglo XIX durante los episodios derivados de los procesos de desamortización. Por suerte los otros restos se salvaron y la arqueta también. Seguramente por la gran devoción de todos al santo en Banyoles.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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