Un bálsamo espiritual contra la pandemia
La joven directora noruega Tabita Berglund debuta con la OBC dirigiendo obras de Arvo Pärt y Jean Sibelius
La espiritualidad de Tabula Rasa, emblemática partitura del compositor estonio Arvo Pärt, marcó el nuevo concierto de la Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC), disponible en streaming en su plataforma digital. Pärt, que busca en el silencio la fuente inspiradora de su música, concluye la obra en un clima de paz y recogimiento interior que la joven directora noruega Tabita Berglund dejó extinguir durante casi un minuto de silencio. El viernes, en un Auditori sin público, horas antes del toque de queda, ese silencio soñado por Pärt tuvo efectos balsámicos.
Con el cierre de bares, restaurantes, teatros y salas de música prorrogado por la Generalitat hasta el 23 de noviembre, la OBC mantiene viva la llama sinfónica entre los aficionados a través de L´Auditori Digital. Impresiona, y mucho, ver más de dos mil butacas vacías mientras actúan los músicos en la inmensa sala Pau Casals. Rompió esa fría y extraña atmósfera con energía y solvencia Tabita Berglund, un nuevo acierto en la línea artística de la OBC en busca de la paridad en el podio.
A sus 31 años, con una carrera como violonchelista como valioso bagaje y un baño de fama extra como estrella del programa televisivo Talent Norge, Berglund ya ha dirigido, en solo dos temporadas en activo como directora, las mejores orquestas escandinavas y varias formaciones en Alemania, Gran Bretaña y Japón. Sabe respirar con los músicos y, por su propia experiencia como violonchelista en diversas orquestas, transmite sus indicaciones de forma clara y directa.
Esa sencillez y naturalidad en el podio dio encanto a su versión de Tabula rasa, para dos violines, piano preparado y orquesta de cámara, en la que contó con la excelente actuación como solistas de los violinistas Vera Martínez Mehner y Abel Tomàs (miembros del Cuarteto Casals) y la pianista Lluïsa Espigolé. En la primera parte de la obra, Ludus (juego en latin), brillaron la precisión y transparencia de los violinistas en un variado juego concertante, del matiz más suave y delicado al fortíssimo, acentuado con turbadores colores por el piano preparado.
La personal técnica de tintinnabuli (que hace referencia al eco de las campanas) creada por Pärt invita a una escucha recogida que alcanza efectos de belleza hipnótica en la segunda parte de la obra, Silentium, cuya sencillez, de raíz minimalista, parece detener el paso del tiempo. La comunión espiritual entre solistas, directora y orquesta fue absoluta.
Tras el remanso espiritual de Pärt, Berglund se lanzó a las más densas, pero fluidas aguas orquestales de la Séptima sinfonía de Jean Sibelius, la última del genial compositor finlandés, concebida en un solo y portentoso movimiento. Berglund se reveló como una directora hábil, capaz de clarificar el rico tejido de motivos sabiamente entrelazados por Sibelius sin rebajar la potencia y el vigor de su poderoso pensamiento sinfónico. Al concluir tan extraordinario tour de force orquestal, la ausencia de aplausos nos devolvió a la cruda, dura y solitaria realidad concertante en tiempos de pandemia.
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