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Los tres vecinos de Lloret que fueron a la guerra

Diez ciudadanos armenios residentes en España han tomado parte en los combates contra Azerbaiyán en el Alto Karabaj. Uno de ellos, el empresario Armen Knyazyan, falleció por el ataque de un dron

Cristian Segura
Armen Knyazyan en el Alto Karabaj, poco antes de fallecer.
Armen Knyazyan en el Alto Karabaj, poco antes de fallecer.Archivo familiar

El mismo día en que estalló la guerra, Armen Knyzyan tomó un avión hacia Armenia. Knyazyan era un conocido empresario de la restauración de Lloret de Mar (Girona). Hinchado de patriotismo pero sin formación militar –con un limitado dominio de las armas gracias a su afición por la caza–, este armenio de 46 años se desplazó el pasado 27 de septiembre a su país de origen para combatir en el Alto Karabaj. La región, disputada entre Armenia y Azerbaiyán, es el escenario de un nuevo conflicto bélico al que se han sumado miles de armenios residentes en el extranjero. Knyazyan murió el pasado de 10 de octubre por el ataque de un dron.

Knyazyan fue enterrado el 17 de octubre en Lloret, según publicó el Diari de Girona. El ataúd fue cubierto con la bandera de Artsaj, la república de mayoría armenia en el Alto Karabaj. Artsaj fue autoproclamado como país independiente –sin reconocimiento de Naciones Unidas– a raíz de la guerra que libraron Armenia y Azebaiyán entre 1988 y 1994. La región es formalmente parte de Azerbaiyán desde la era de la Unión Soviética. Al desintegrarse esta, se desató el choque entre las dos comunidades en el territorio. El presidente de Artsaj, Araik Arutiunián, ha concedido la medalla póstuma como héroe nacional a Knyazyan. Arutiunián explicó en un comunicado que había conocido al empresario de Lloret en 2016, durante la llamada “guerra de los cuatro días”, la anterior escalada bélica que se produjo en el Alto Karabaj. Su hija, Marianna Knyazyan, cuenta que su padre estaba por entonces de visita en Armenia y al desatarse la conflagración, no lo dudó y se desplazó a Artsaj a ayudar a sus compatriotas. Knyazyan volvió a no dudar en esta nueva ocasión. Murió al ser atacado con un dron el vehículo en el que viajaba. Marianna cree que el ejército azerí le puso en la diana porque acompañaba a un destacado militar armenio.

Armen no es el único miembro de la familia Knyazyan que dejó Lloret para implicarse en la guerra. Un primo suyo, Sarkis, se ha instalado en la capital de Armenia, Ereván, para acoger a refugiados de la zona en conflicto; otro primo, Norik, cocinero en un restaurante de este pueblo de la Costa Brava, ha sido aceptado por el ejército en el frente porque había realizado el servicio militar. Su embajada en Madrid informa que diez armenios residentes en España han viajado a su país de origen para participar de alguna u otra forma en la contienda. “Más de 200 armenios en España contactaron con la embajada con el objetivo de transmitir su disponibilidad para viajar a Artsaj cuando sea necesario”, indica una portavoz de la embajada.

El empresario armenio Armen Knyazyan.
El empresario armenio Armen Knyazyan.Archivo familiar

Armen Knyazyan deja tres hijos y una esposa. Marianna admite que los tres hermanos han pensado en algún momento en tomar parte en la guerra, ella desde Ereván ayudando logísticamente y los dos varones, en primera línea de la batalla. “Luchar por la patria es un ejemplo para nosotros, pero mi madre y yo no les permitiríamos ir, no queremos más pérdidas en la familia. Además, ellos tampoco tienen ninguna experiencia militar ni conocen el lugar”.

Los Knyazyan llegaron a Lloret de Mar en el año 2000 procedentes de Alemania. Un amigo de Armen le sugirió que en el pueblo podía encontrar trabajo. Fueron de los primeros armenios en instalarse en el municipio –ahora son más de 200. Empezó como camarero y fue progresando hasta ser propietario de tres restaurantes, el más conocido, el italiano Giorgio. Otro referente de la comunidad armenia local es Samuel Badalyan, un exmilitar de alto rango en la guerra con Azerbaiyán posterior a la desintegración soviética. Badalyan forma parte de las unidades de veteranos voluntarios que luchan en el Alto Karabaj. En España se ha dedicado al negocio de la seguridad privada y es fundador de la Asociación Cultural Armenia de Lloret. El nombre de guerra de Badalyan, el que utilizan los combatientes para comunicarse entre ellos y no ser identificados por el enemigo, es “Gubernator”, cuenta su hijo, Sargis Badalyan. El pseudónimo de Armen Knyazyan era “Barcelona”.

Samuel Badalyan (octavo por la izquierda) en el Alto Karabaj.
Samuel Badalyan (octavo por la izquierda) en el Alto Karabaj.Archivo familiar

Sargis Badalyan destaca que su padre solo tiene palabras de agradecimiento para España desde que en 1998 le fuera concedido el asilo político. “Los políticos en Armenia le tenían miedo”, explica Sargis, “era un militar de gran prestigio y denunciaba actuaciones injustas en el ejército”. Samuel Badalyan no podía hacer otra cosa que dejar la paz de la costa mediterránea y emboscarse de nuevo en el Karabaj, asegura Sargis: “Mi padre recuerda a cada uno de sus compañeros que murieron en la guerra que terminó en 1994. Todavía sufre estrés postraumático porque tuvo que darle el tiro de gracia a un amigo destrozado por una bomba. Eso no lo perdona”.

“La guerra le convirtió en un monstruo”, apunta Sargis. “Mi padre ha matado a mil personas, o más. Le tenían miedo y por eso sufrió siete intentos de asesinato”. Preguntado por el sentimiento que puede llevar al martirio a un hombre de 63 años, con su vida ya rehecha en el apacible litoral catalán, Sargis Badalyan recuerda que la gran mayoría de los armenios están dispersados por el mundo desde el genocidio cometido por el imperio otomano a principios del siglo XX, pero todos tienen a su país en el corazón: “Los armenios vamos cada uno a lo nuestro, pero cuando se trata de la nación, vamos a una. Nuestro patriotismo es brutal”. Sargis añade que si España fuera atacada, también tomarían las armas por el país que les acogió.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario 'Avui' en Berlín y en Pekín. Desde 2022 cubre la guerra en Ucrania como enviado especial. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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