‘President’ que no lo es
Aragonès insiste en no presentarse nominalmente como presidente para evitar caer al abismo de los traidores
Los miembros del Govern y los diputados independentistas repitieron en esta última sesión del Parlament un mantra que llevan tan aprendido como llevaban el “avemaría purísima” las beatas de antaño (hemos sustituido el párroco por el director de comunicación): es el no normalitzarem, no normalizaremos una situación anómala por efecto de una decisión judicial que ha descabezado a una autonomía.
Insistieron en ello desde el presidente en funciones Pere Aragonés hasta los consellers de Junts per Catalunya, Joan Puigneró o Damià Calvet, y los portavoces de ERC, Sergi Sabrià, y de Junts, Albert Batet, estos últimos ya dados habitualmente a la emotividad y la épica (sí, también en esto hay reparto de papeles).
No es que ellos no quieran normalizar, es que es imposible hacerlo. Ni queriendo se puede considerar normal lo que pasa en Cataluña de un tiempo a esta parte. Por eso, por lo que llevamos alucinado hasta ahora, es por lo que la desaparición de Quim Torra de la noche a la mañana ha causado un estupor solo discreto. De todos los giros de guion vividos, no ha resultado el más sorprendente. Tal vez por la misma personalidad del protagonista, que ha presidido desde el primer día con una vocación de transitoriedad.
La primera sesión de control al Govern postTorra permitió detectar algunos de los elementos que van a regir este epílogo raro de una legislatura rarísima. Pere Aragonès insiste en no presentarse nominalmente como president de la Generalitat: sus esfuerzos por evitar esa denominación que le acercaría al abismo de los traidores a la causa han favorecido la ironía de Miquel Iceta, que le ha interpelado, con sorna, como “honorable señor vicepresidente de la Generalitat en funciones de presidente”.
Aragonès huye del rótulo de presidente, pero en realidad se mueve y habla talmente como si ya lo fuera. En ese reparto de papeles que comentábamos antes, a él le corresponde representar la cara de hombre de Estado y divulgar la imagen de partido de gestión más allá del independentismo. Por eso lanza cifras y cifras y reclama fondos y propone planes de inversión. Y por eso chirrió escuchar a Carlos Carrizosa, de Ciudadanos, tratar de llevarlo al ring procesista; con Torra funcionaba mucho mejor ese combate. Es más, con Torra funcionaba casi solo ese combate. Aragonés está adiestrado para otro deporte. Me da la impresión de que en Ciudadanos van a echar en falta la belle époque en que podían enzarzarse con el expresident en efectivas peleas por las esencias y las emociones.
También se ha podido intuir que Junts per Catalunya anda todavía a la búsqueda del personaje que pueda ser la estrella de la tercera temporada. Los diputados del puigdemontismo han hecho preguntas de lucimiento a Calvet, a Puigneró y a Ramón Tremosa (que ya tuitea críticas a Aragonés: no hace falta precampaña, sólo compartiendo Govern ya se puede marcar territorio). En cambio, Meritxell Budó no ha aparecido. Mientras tanto, Laura Borràs concedía una entrevista a Gemma Nierga en La2, y Elsa Artadi sigue pluriempleada, distribuyendo ataques entre Colau, el Gobierno central y quien se ponga por delante. Todo pendiente, pues, en el barrio de los post-ex-neo-cripto convergentes.
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