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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Feminismo: lo que ya sabíamos

La exposición ‘Feminista havies de ser’, encargada a la periodista Natza Farré, no es mala; es didáctica pero simple, algo que podría haber sido organizado por un instituto de secundaria con medios

L'exposició 'Feminista havies de ser' al Palau Robert de Barcelona.
L'exposició 'Feminista havies de ser' al Palau Robert de Barcelona.Europa Press
Victoria Combalia

Una de las ventajas —en realidad una desventaja— de ser mujer es que como los hombres no nos escuchan, dicen a veces cosas que no dirían delante de otros hombres. Ya lo expliqué una vez y sigue siendo oportuno repetirlo, que en una ocasión estuve en una cena con dos decanos de universidad en donde se vertieron comentarios políticos de la más alta indiscreción y comprendí inmediatamente que ni se les pasaba por la cabeza que yo pudiera repetirlos o escribirlos: yo solo era, como sus esposas, que jamás lo harían, una mujer más. Y en otra ocasión, en otra cena con algunos dueños de grandes empresas catalanas y quizás algún dirigente político (no estaba Pujol, evidentemente) dijeron tan tranquilos que entre ellos “se repartían Cataluña” y el señor sentado a mi lado, llegado el momento de darme un poco de conversación me preguntó: “Y usted, ¿cuántos hijos tiene?”. Es decir que una mujer sin pareja de mediana edad no podía ser una profesional, sino tan solo una madre, quizás viuda, quizás separada.

Una experiencia reciente de estos micromachismos me la da la actualidad: como estoy escribiendo mis memorias, pregunto a compañeros y amigos de los años setenta sobre nuestras vivencias en común. He comprobado que los hombres entrevistados (no todos, ¡por suerte!) hablan principalmente de ellos, de sus hazañas, sus amistades o sus proezas políticas de la época. En cambio, las mujeres me cuentan cómo me veían a mí en aquella época y qué aventuras compartimos. Curioso. Ellos siempre con sus batallitas.

Esto viene a cuento de la exposición Feminista havies de ser!, que se acaba de inaugurar en el Palau Robert. Habíamos presentado —con Paula Jiménez de Parga— nuestro proyecto de exposición sobre el Abuso sexual y psicológico, que había gustado mucho a Àngels Torras del Departamento de Cultura de la Generalitat, que ofreció su total apoyo y también a la propia directora de exposiciones del Palau, Abigail Martínez, que llegó incluso a sugerir el 2021 para hacerla. Pero al cabo de poco se nos dijo que Jordi del Río —director general de Difusión de la Generalitat y supervisor de programas del Palau Robert— tenía un proyecto “sobre feminismo”. Obviamente no se trata exactamente del mismo tema pero no hubiera costado nada enviar una carta o dar una explicación mínima en una reunión de 10 minutos. Pero parece que los funcionarios pasan soberanamente de los profesionales, debe de ser el signo de los tiempos. U otro micromachismo.

La exposición Feminista havies de ser, encargada a la periodista Natza Farré, no es mala; es didáctica pero simple, algo que podría haber sido organizado por un instituto de secundaria que hubiera tenido medios para disponer de una buena escenografía. Lo que sucede es que salimos sabiéndolo todo ya de antemano, al menos las mujeres de cierta edad y en cuanto a las jóvenes, me temo que muy pocas van a ver exposiciones. Al ver la primera obra de la muestra, que presenta la diferencia entre los juegos para niños —coches, pelotas de futbol— y para niñas —muñecas, cocinitas— un grupo de señoras de alrededor de 60 años exclamaron: “Esto ya nos lo sabemos, pasemos más adelante”, o sea que mi percepción también es la del público mayoritario (femenino, ya que apenas había hombres). En pancartas o carteles se nos dan cifras elocuentes de la invisibilidad de las mujeres en nuestro país: somos el 51% de la población pero solo ocupamos un 29% de los espacios de opinión; cobramos anualmente 6.521 euros menos que los hombres; la maternidad se nos presenta como una presión de la sociedad y tenemos muchos inconvenientes debido a nuestra fisiología: ir al baño público nos ocupa 6 minutos, mientras que a los hombres solo 11 segundos.

En el capítulo del machismo visible en la televisión se nos muestran ejemplos banales y escasos: un político de Polonia afirmando que las mujeres son inferiores a los hombres; un hombre besando en público a una entrevistadora televisiva en plena calle; pienso que de Berlusconi se podía haber puesto su declaración de que Merkel era “un culazo mantecoso infollable” en lugar de algo mucho más liviano, y que era casi obligado añadir a Donald Trump diciendo aquello de que “cuando eres estrella puedes agarrarlas del coño”. También se habla de la “violencia de género” y de “acoso” y no de abuso sexual ni psicológico: los segundos términos son mucho más explícitos y sutil el segundo. Y la violencia de género se ejemplifica con un pijama (!) porque suele producirse en el ámbito familiar. En realidad, salí habiendo aprendido una sola cosa: que en Escocia reparten gratuitamente tampones para la regla.

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