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crónica parlamentaria
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las tensiones por lo de siempre

Han pasado tres años desde el otoño turbulento de 2017, pero las costuras del Parlament siguen sufriendo cada vez que sube la temperatura nacionalista (de todos los nacionalismos)

Manel Lucas Giralt
El presidente del grupo de Cs en el Parlament, Carlos Carrizosa (de pie), interviene durante un pleno del Parlament, este miércoles.
El presidente del grupo de Cs en el Parlament, Carlos Carrizosa (de pie), interviene durante un pleno del Parlament, este miércoles.Pau Venteo (Europa Press)

No sé si les he contado ya que, en el Parlament de Catalunya, en los momentos más complicados siempre está Joan Ridao, letrado mayor de la Cámara (y uno de los nombres clave de la ERC preJunqueras). Ridao viene a ser el ángel anunciador de un follón. Él tiene el reglamento en la cabeza (sus 251 artículos, más las siete disposiciones), y acude en auxilio del presidente del Parlament ante cualquier riesgo de conflicto por las reglas del juego. Por supuesto, se lo comento porque ayer ocurrió que el presidente Roger Torrent necesitó el ala protectora de su colega de partido y de barba atusada. Todo provenía de una queja de PP y Ciudadanos porque Quim Torra llevaba una idea fija desde casa y la había soltado a la primera ocasión. Era una proclama independentista a cuenta de los diversos juicios a políticos soberanistas que se celebraban en varios tribunales en ese mismo momento. Pero el detalle es que el president estaba respondiendo a una pregunta sobre la regulación del precio de los alquileres. A Torra le pareció un asunto menor, e hizo su denuncia del Estado, mezclando los asuntos del poder judicial con ataques al poder ejecutivo (no se ahorra nunca una andanada contra el Gobierno de PSOE y Podemos, sobre todo desde que ERC mantiene su estrategia de diálogo con Madrid).

Por supuesto, la intervención del president fue un “a bodas me convidas” para que Carlos Carrizosa (C’s) y Santi Rodríguez (PP) se subieran por las paredes verbales acusando a Torra de falta de respeto y de saltarse el reglamento. El presidente del Parlament, asesorado por Ridao, rechazó las críticas, y ahí quedó, momentáneamente, todo.

Pero se volvió a demostrar que, por más que hayan pasado tres años desde el otoño turbulento de 2017, las costuras del Parlament siguen sufriendo cada vez que sube la temperatura nacionalista (de todos los nacionalismos). Ni la gravísima crisis sanitaria y humanitaria que estamos viviendo ha provocado estas situaciones de tensión en las que se pone a prueba la misma mecánica parlamentaria. Por supuesto, no digo que sea comparable a lo que vivimos en septiembre u octubre de 2017, faltaría más, pero es evidente que el conflicto territorial sigue encendiendo los ánimos de sus señorías más que cualquier otro. Y esa es una consecuencia, aun, de las circunstancias en que este Parlament se eligió, y de las agendas que llevaban los partidos que dominan aun la mayoría de la Cámara, a uno y otro lado.

Como prueba de todo esto, en esta misma sesión de control al Govern se han planteado ocho preguntas sobre la covid-19, la mitad del total. A varios consellers y al mismo president. Hubo diputados que acusaron a la consejera de Salud, Alba Vergés, de no estar capacitada para gestionar la crisis, y le pidieron que dimita. Los consellers, en general, respondieron defendiendo de manera bastante genérica su actuación, sin dar demasiados detalles, y acusando a algunos ayuntamientos de poca colaboración. Torra insinuó una tímida autocrítica que era sobre todo un desvío de responsabilidades hacia ERC —que dirige los departamentos más implicados en la crisis—. Pero el president fue bastante menos apasionado y épico que en sus comentarios sobre los procesos judiciales en marcha, y por supuesto no hubo necesidad de acudir al letrado mayor para dirimir ningún conflicto.


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