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El miedo al contagio lastra la red del transporte público en la desescalada

El vehículo desescala el triple de rápido y solo está solo un 28% por debajo que antes del confinamiento

Marc Rovira
Tráfico en una calle de Barcelona durante el estado de alarma.
Tráfico en una calle de Barcelona durante el estado de alarma.joan sánchez

Sin estrenar aún la fase 2, Barcelona nota un apreciable incremento de la movilidad. En día laborable ya entran a la ciudad algo más de 277.000 vehículos y toman el camino de salida otros 277.500. Son datos del Servicio Catalán del Tráfico, que confirma que el volumen circulatorio ha crecido progresivamente y que ahora apenas es un 28% inferior al que se registraba la semana antes del confinamiento, cuando se contabilizaban casi 390.000 vehículos en las franjas pico. En los días más estrictos del estado de alarma, la caída de tráfico superó el 70%. Mientras, buses, trenes y metro siguen medio vacíos.

Los datos presentan al coche como el gran ganador de la recuperación de la movilidad, a diferencia de los porcentajes de uso del transporte público, que están muy alejados de los registros del preconfinamiento. “Es terrible el mensaje que se ha dado, presentando al transporte público como peligroso”, critica Ricard Riol, portavoz de la asociación por la Promoción del Transporte Público. Destaca que autobuses y vagones fueron pioneros a la hora de instaurar la obligatoriedad del uso de la mascarilla, “pero hará falta recuperar la confianza, porque el miedo es irracional”.

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Elena, vecina del Guinardó, lo ratifica. “Es un poco paranoia porque, en realidad, no hay ninguna prueba de que haya habido un foco en el metro o en el bus” Viajera habitual del transporte público para desplazarse al trabajo, cerca del Hospital Clínic, admite que no ha vuelto a usarlo desde que estalló el virus. “Siempre iba en metro y en bus, incluso el nocturno, pero ahora me muevo en moto eléctrica, aunque no es la solución porque te dejas un pastón”. De origen italiano y motera durante años cuando vivía en Roma, desea “no sentir la necesidad” de tener que volver a comprarse una moto, pero admite que le da reparo el transporte público, y más cuando ha de desplazarse con su hija de nueve años. “Tenía la tarjeta mensual y estaba tan feliz con la rebaja, pero ahora no me siento cómoda”, explica.

Temor a compartir espacios cerrados, menos atascos y más superficie para aparcar ha supuesto una combinación triunfante para el vehículo privado, en detrimento del transporte colectivo. Según los datos de Renfe, los pasajeros de Rodalies fueron, este pasado jueves, un 71% menos de los que se montaron en el tren el mismo día del año anterior. En la red de ferrocarriles de la Generalitat la demanda es un 72,5% inferior a lo que se registraba hace un año y la afluencia en el metro y en los buses de TMB sigue muy alejada de los días de normalidad anteriores a la covid-19. El lunes, festivo en Barcelona, el descenso de billetes validados por TMB fue del 69%, con relación al festivo equivalente del 2019.

La compañía del transporte metropolitano cerró el mes de mayo con un comunicado en el que celebraba que había registrado el número más alto de usuarios “desde el comienzo de la crisis”. Pese a ello, los clientes del metro seguían siendo un 74,4% inferior con respecto a un día equiparable del año anterior y, en el caso del bus, el descenso era de un 75,8%. El día que el metro registró un menor número de pasajeros durante la pandemia fue el 2 de abril, con 105.918 validaciones (-92,5% respecto al año anterior), y los autobuses, el 3 de abril, con 36.548 viajes (-95% comparado con un día similar del 2019). Para Renfe, que antes de la covid-19 registraba unos 450.000 usuarios en día laborable, las jornadas de mayor descenso fueron el 4, el 5 y el 19 de abril, con desplomes del 95% de pasajeros.

“El tren es un lugar seguro para viajar”, manifiesta un portavoz de la compañía. Se han reforzado las medidas de limpieza y desinfección del interior de los vagones y de elementos comunes como barandillas, pulsadores o apoyabrazos. También TMB defiende la idoneidad del transporte público, pese a las restricciones que impone el virus. Desde que se entró en la fase 1, TMB activó entre el 98% y el 100% de sus vagones de metro habituales en día laborable y entre el 72% y el 78% de los buses.

La mitad de asientos

La compañía apunta que, pese a la baja demanda, saca a las vías todo el material “para cumplir las indicaciones de las autoridades sanitarias que establecen como referencia la ocupación de uno de cada dos asientos y de dos personas por metro cuadrado”. Por su parte, Ferrocarrils de la Generalitat ha anunciado que el frenazo de usuarios no trastabilla sus planes de crecimiento. La compañía mantiene su estrategia para elevar hasta los 170 millones los actuales 120 millones de viajes el año que registran sus líneas.

“El virus se propaga en el ámbito doméstico, en los centros de trabajo o en los ambientes lúdicos, por el simple hecho de que, entre personas, hablamos. Pero cuando vamos en un tren la boca suele estar distanciada de las bocas de las otras personas”, manifiesta Ricard Riol, disconforme con la situación creada. “Se ha generado un estado de ánimo que ha penalizado al transporte público”, insiste.

La necesidad de no ensanchar la brecha social

Un informe de los departamentos de Geografía y Economía de la Universitat Rovira i Virgili ratifica que la covid-19 obliga a replanificar la movilidad. Advierten que hay que apostar por el transporte público, con los cambios necesarios para mitigar el riesgo de contagio, y promover los espacios peatonales para no ensanchar la brecha social, de género y de edad para habitar en ciudades más sostenibles y saludables. El análisis indica que las urbes que mantienen o incrementan el espacio dedicado a los vehículos o que reducen la oferta de transporte público podrían “incrementar el efecto asimétrico de la pandemia sobre la sociedad”.

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