Hans Gamper, una vida de novela
El periodista Enric Calpena narra la vida del fundador del Barça en la agitada Cataluña de inicios del siglo XX en ‘El primer capità’
La Historia existe, amén de por grandes nombres y gestas, por pequeños episodios o decisiones. El hoy gran FC Barcelona (990 millones de euros de ingresos en 2019, Messi, més que un club…) quizá no existiría si en 1908, en crisis a los nueve años de su creación, el suizo Hans Gamper no hubiera decidido ligar el sino de la entidad a los nuevos aires del catalanismo sociopolítico del momento. “Es un cambio determinante para la supervivencia de la entidad”, asegura el periodista e historiador Enric Calpena, que con El primer capità (Edicions 62) se ha atrevido no solo a novelar por vez primera la vida del fundador del club azulgrana sino también a demostrar que “la historia del Barça puede explicar de otra manera también la historia de Cataluña”.
“Gamper no crea el club con voluntad de hacer algo trascendente, sino para poder jugar con sus amigos a eso tan extraño entonces que era el fútbol”, asegura Calpena sobre las intenciones de un jovencísimo suizo, buen deportista multidisciplinar (ciclismo, rugby, fútbol...), hiperactivo, que recaló en Barcelona camino de Guinea, pero que acabó enamorado de la ciudad, acogido por unos parientes en el barrio de Sant Gervasi y con unos inicios de contable en la Compañía de Tranvías.
El grosor cívico de la entidad crecerá con el tiempo, si bien Calpena recuerda que “hay un hilo que une, desde el primer día hasta hoy, las composiciones de las directivas y el poder del país: comerciantes, industriales, financieros…”. Tampoco lo desvincula de la eclosión del deporte como fenómeno de masas, una de las patas sociológicas del inicio del siglo XX y que en clave blaugrana se traduce en la asistencia de tres centenares de aficionados cuando el Barça anuncia por vez primera con carteles un partido del equipo, en el que Gamper jugará hasta 1903. Luego vendrá que el club “será el primero que redactará sus actas en catalán” o que homenajeará a instituciones sociopolíticas, compromisos que explicarán que, durante la dictadura de Primo de Rivera, la bandera del Barça funcione como sucedáneo de la senyera. Y más tras el famoso episodio de los silbidos a la Marcha Real española y los aplausos al himno inglés en un partido de homenaje al Orfeó Català en junio de 1925, lo que comportará el cierre de tres meses del campo de Les Corts por las autoridades militares.
Calpena cose todo ese bullicio sociopolítico de la época (entrenado ya tras su ensayo Barcelona. Una biografía, de 2016) con el perfil biográfico de Gamper, meticuloso en los detalles, resultado de “un año largo” de trabajo sumergido en una decena de libros y en archivos de prensa: Los Deportes (donde, el 22 de octubre de 1899, Gamper insertó el anuncio buscando con quién jugar al fútbol, embrión cinco semanas después de la fundación del club), El Mundo Deportivo… De ese buceo en las cabeceras de la época y en las actas del club, Calpena ha sacado detalles, diálogos y fragmentos. “Todos los personajes relevantes, excepto uno, son reales”, sostiene.
El escritor retrata al relativamente desconocido Gamper (no hay mucha bibliografía sobre él) como “un líder, pero no carismático; un hombre honesto, un punto conservador y bastante religioso: era protestante”. Esa filiación fue uno de los motivos que el franquismo esgrimió para que se vetara su nombre para bautizar el Camp Nou en 1955. Otro argumento en su contra, amén de su condición de extranjero, fue que era catalanista. “Lo era, claramente, si bien tuvo un papel secundario en el movimiento que encabezaba la Lliga Regionalista; pero educó y habló a sus dos hijos, en catalán”, expone Calpena, que recuerda que también se catalanizó el nombre: Joan. También le califica de “visionario”, tanto por la creación de los campos de la calle Industria (en 1909, el primero con iluminación artificial y una tribuna de madera cubierta para 1.500 personas) y de Les Corts (1922) como por el viraje sociopolítico que dio al Barça.
El episodio de la clausura del campo en 1925 comportó que Gamper tuviera que marcharse de España. A su regreso, casi cuatro años después, nada fue igual. Las autoridades le permitieron volver si renunciaba a vincularse de nuevo al club que había presidido en cinco ocasiones (mayormente, en momentos delicados, siempre al rescate), dolor al que se añadió, según Calpena, “el maltrato de la directiva del momento”, que le retiró la exención de la cuota por ser socio fundador: “Desde que nació, el club es cainita: las luchas de poder internas siempre le amargaron”.
Se le informó de la decisión del club en una carta que llegó, al parecer, pocas semanas antes de que el 30 de julio de 1930 Gamper se suicidara disparándose en la cabeza en su casa de la calle Girona, 4, de Barcelona. Pero no fue esa, según Calpena, la única causa: “Perdió mucho dinero en el crack de 1929: con su socio compraron acciones a la baja esperando que subieran tras la crisis, pero la jugada salió fatal y pasó de ser millonario a cargarse de deudas y vivir precariamente”.
Ahí no funcionó el Gamper visionario que sí supo vincular el club a los aires de los tiempos, quizá salvándolo del olvido. ¿Politizó Gamper al Barça con ello? “En puridad, sí, aunque ve que la supervivencia del club pasa por reconocer lo que de algún modo ya son; en realidad, consolida un catalanismo existente, el club estaba ya politizado”. Pero, defensa curtido, añade: “El libro no hay que leerlo buscando los tres pies al gato: es una novela entretenida y ligera”. En principio, pues, como el inocente fútbol.
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