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Desintoxicarse en tiempos de pandemia

Los centros de atención de adictos detectan un aumento de heroinómanos que piden ayuda

Imagen de archivo de una de las salas de consumo supervisado del CAS Baluard de Barcelona
Imagen de archivo de una de las salas de consumo supervisado del CAS Baluard de BarcelonaAlbert Garcia
Alfonso L. Congostrina

La entidad Acció Raval denunció a principios de esta semana un aumento de la violencia entre los narcotraficantes en el centro de la ciudad. Un representante de esta asociación vecinal aseguraba que en el número 99 de la calle Hospital hay dos narcopisos donde “no solo se vende droga, sino que además de las peleas entre traficantes, ha habido agresiones a consumidores, especialmente a las mujeres, e intimidaciones a los vecinos”. El fenómeno de los narcopisos no es nuevo pero tampoco es ajeno a una pandemia que ha trastocado la vida de todos, también la de los compradores de droga. En pleno confinamiento, los movimientos al margen de la legalidad son mucho más evidentes en las calles. La crisis del coronavirus ha afectado a adictos de sustancias prohibidas.

Nueve de la mañana ante la sala Baluard del Raval. En el exterior de este Centro de Atención y Seguimiento de las Drogodependencias (CAS) —lo que de forma peyorativa se conoce como narcosala— se concentran una decena de consumidores. No respetan las distancias de seguridad y muy pocos llevan mascarilla. Un vigilante marca turnos y señala cuándo pueden pasar, o no, para consumir la droga que ellos mismos llevan.

Maribel Pasarín, directora de Promoción de la Salud de la Agencia de Salud Pública de Barcelona (ASPB), destaca que el coronavirus no solo ha cambiado la forma de trabajar ente los sanitarios de los 14 CAS de Barcelona sino que también ha afectado, “y mucho”, a la manera

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de consumir.

“Todos los CAS llevan a cabo dos funciones. Por un lado, los programas de tratamiento, donde se ayuda a los adictos a intentar abandonar el consumo de sustancias. Por otro, están los programas de reducción de daños donde los usuarios consumen las sustancias que ellos mismos traen pero con condiciones higiénicas y con la asistencia de personal sanitario en el caso de que haya algún tipo de problema”, puntualiza Pasarín.

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Los programas de tratamiento se han mantenido durante el confinamiento gracias a las atenciones telefónicas y telemáticas con los usuarios. Pero donde se ha notado el cambio es en el número de adictos que acuden por primera vez a los CAS para comenzar un programa que les lleve a abandonar su adicción. “El pasado enero, 80 personas acudieron a un CAS por primera vez pidiendo ayuda para dejar el alcohol. En marzo fueron 50 y en abril, solo diez”, expone Pasarín. A principio de 2020, 40 personas pidieron ayuda por primera vez en un CAS para desengancharse de la cocaína, 20 en marzo y 10 en abril. Con el cannabis, la reducción es mayor: En enero, 20 personas pidieron ayuda; en abril, solo tres. “Sabemos muy poca cosa de por qué ha habido esta reducción de primeras visitas. La gente está en su casa. Quizás cuando acabe el confinamiento hay más gente con adicciones que han asumido que tienen un problema y vienen. Es complicado que hayan comenzado un proceso de deshabituación por su cuenta”, destaca.

Si las primeras visitas para abandonar el alcohol, cocaína y cannabis han caído en picado hay otras que han subido muchísimo: las de los opiáceos, entre ellos la heroína. “En enero vinieron 30 personas a tratarse por primera vez. Este abril han sido 50”, destaca. “Está claro que la covid-19 ha alterado la vida en la calle y ha influido en el mercado de las drogas. Con las calles vacías los usuarios tienen problemas para abastecerse de una sustancia que, al haber poca, se ha encarecido y es de menor pureza”, asegura. Quizás sea ese el motivo por el que los vecinos del Raval han visto como aumenta la violencia en los narcopisos donde se vende droga.

Otro de los indicadores que marcan un cambio de tendencia es el aumento de usuarios en programas de tratamiento con metadona para dejar la heroína. En enero fueron 1.185 los usuarios que seguían este tipo de tratamiento mientras que el pasado abril fueron 1.250 en la ciudad de Barcelona.

El coronavirus también ha afectado a los adictos que acuden a los centros para consumir las sustancias que ellos mismos llevan encima. En enero, 1.180 personas utilizaron las narcosalas de la ciudad. El pasado abril fueron 823. “Ha habido quizás un cambio de vida o un cambio hacia la metadona…”, señala Pasarín.

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