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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Landelino

Lavilla fue el gran asesor jurídico de Suárez de todo este complicado período en que España debía transitar de una dictadura a una democracia, efectuando una evidente ruptura política pero sin una ruptura formal de la legalidad

Francesc de Carreras
Landelino Lavilla, ministro de Justicia, en una entrevista.
Landelino Lavilla, ministro de Justicia, en una entrevista.Cesar Lucas

Hay nombres que hacen innecesario el apellido: basta con pronunciarlo y todos saben a quien nos referimos. Ha sido el caso de Landelino Lavilla. Nadie decía "he estado con Lavilla, he visto a Lavilla o he comido con Lavilla"; hubiera resultado raro y difícil de entender. En cambio, "he estado con Landelino, he visto a Landelino o he comido con Landelino": todos sabían de quien se trataba.

Landelino Lavilla murió hace dos semanas y no de coronavirus. Tenía ya una edad provecta aunque no lo parecía: su aspecto físico, incesante actividad, memoria, rapidez mental, lucidez de razonamiento, seguían intactas. Hasta su fallecimiento estaba en plena forma.

En las numerosas necrológicas se resalta su labor como político en la etapa de la transición. Es natural poner el foco ahí porque entonces se dio a conocer para el gran público, pero quizás desdibuja al personaje que, siendo ésto importante, tiene una dimensión más exacta: Landelino fue esencialmente un jurista de Estado, al servicio del Estado aunque no de cualquier Estado sino del Estado democrático de Derecho. Esto se demuestra claramente repasando su vida.

Sin tradición jurídica familiar, nacido y residente en Lérida hasta su entrada en la Universidad, destacó como estudiante de Derecho en Madrid e, inmediatamente después, alcanzó el número uno en las oposiciones al cuerpo jurídico del Tribunal de Cuentas y, al año siguiente, también en la misma posición en las de letrado del Consejo de Estado, su auténtica casa profesional hasta su fallecimiento. A fines de los cincuenta, un Landelino con 25 años, debido a su inteligencia y esfuerzo personal, sin otro tipo de ayudas, comienza a trabajar en uno de los más prestigiosos cuerpos jurídicos del Estado.

Algo después, y por poco tiempo, pasa a ser secretario general del Baco Español de Crédito, entonces el de mayor relevancia. Tuvo la posibilidad de acceder muy pronto al más alto cargo en esta institución privada. Pero tenía vocación de servicio al Estado, la dictadura se acababa y decide participar activamente en el grupo democristiano Tácito, un semillero de políticos de UCD. Por aquellos tiempos conoce a Adolfo Suárez que le nombra ministro de Justicia de su primer Gobierno con amplias facultades para ejercer de consejero en asuntos legales más allá de sus estrictas competencias ministeriales.

Efectivamente, Landelino fue el gran asesor jurídico de Suárez de todo este complicado período en que España debía transitar de una dictadura a una democracia, efectuando una evidente ruptura política pero sin una ruptura formal de la legalidad. Se exigía tanta audacia política - esta era la tarea encomendada por el Rey a Suárez - como rigor jurídico. Este fu el encargo a Landelino y a su equipo en el que destacaba Miguel Herrero de Miñón.

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El período que va del 1 de julio de 1976 al 15 de junio de 1977, ni siquiera un año, fue el más delicado y complejo de la Transición: había que neutralizar a los restos del franquismo, convencer a la oposición democrática que entrara en el juego de la ruptura pactada y establecer las condiciones políticas para que unas Cortes constituyentes elaboraran y aprobaran una Constitución. El malabarista fue Suárez, con el respaldo del Rey, pero el artífice de este paso de la ley (no democrática)

a la ley (democrática) fue Landelino. En efecto, él fue el principal autor de la Ley para la Reforma Política, según el autorizado testimonio del maestro García de Enterría, esa admirable pieza jurídica medular para que todo transcurriera con apacible legalidad, a la que acompañaron otras normas que permitieran unas elecciones libres. La consecuencia final fue el régimen constitucional que entró en vigor a fines de 1978.

Landelino publicó recientemente una memoria de su actuación durante este año (Una historia para compartir, Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2017) donde todo ello se explica con detalle, un libro clave para entender la transición. Pero el libro no es sólo eso, también fue una ocasión para que el autor explicara sus ideas políticas moderadas y centristas que enlazan con una tradición española que va de Jovellanos al último Azaña, pasando por Balmes o por don Juan Valera.

Tras su breve paso por la política, con la huella que hemos señalado, Landelino volvió en 1983 al Consejo de Estado, a su verdadera casa, donde ha sido reconocido por todos, académicos y políticos de los más diversos colores, como un ejemplo de lo que es el saber jurídico riguroso y equilibr

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