La caja con la que “trampear” la crisis
La Cruz Roja reparte lotes de comida a aquellas personas que se han quedado sin recursos en la pandemia
Yoslen Garrido tiene 48 años, nació en Cuba pero lleva 28 años viviendo en Barcelona. Tiene dos hijos y es una de las víctimas que se llevó por delante la crisis económica de 2008. Hasta entonces pagaba 2.200 euros por el piso donde vivía y el bar (El León de Oro) que regentaba. La crisis arrasó todo lo que tenía. Desde entonces ha dado tumbos intentando “trampear” en una ciudad que, por lo menos hasta ahora, vivía de cara al turismo y daba la espalda, en demasiadas ocasiones, a los humildes. El pasado 14 de marzo Garrido se enteró de que se había decretado el estado de alarma cuando apareció el presidente Sánchez en la televisión ordenando el confinamiento de la población. Hasta entonces subsistía con pequeños trabajos de limpieza. “Desde que salió el presidente por la tele, cero. Nada, ni un céntimo, ha entrado en esta casa”, lamenta. Una vecina de su barrio, Can Peguera, le dijo que la Cruz Roja estaba ayudando a los más necesitados. Con infinita vergüenza llamó por teléfono a la organización y una trabajadora social se hizo cargo de su situación. El jueves dos voluntarios de la entidad internacional —Cristina Benet y Ronald Beteta— le llevaron un pequeño paquete con alimentos básicos. “No tenía nada en casa. Esta mala racha de suerte está siendo demasiado larga”, lamentaba Garrido agradeciendo la colaboración de los voluntarios.
La crisis del coronavirus ha obligado a la Cruz Roja a poner en marcha una “respuesta humanitaria de emergencia”. En esta ocasión no para enfrentarse a los desastres de una guerra o catástrofes naturales sino a las consecuencias de una pandemia en el corazón del viejo mundo. En Cataluña la organización está comprando alimentos con fondos propios y acumulando donaciones ya que prevén que en los próximos meses aumente la demanda de personas que no tienen dinero para alimentos a 200.000 personas. El doble de las que ellos calculaban que había antes de la crisis.
Desde que se decretó el estado de alarma, la Cruz Roja ha repartido más 160.000 kilos de alimentos en más de 11.000 entregas como la que dieron el pasado jueves a Garrido.
Ese día, nadie hubiera reconocido que la sala repleta de cajas y alimentos en la sede de la Cruz Roja de la calle Joan d’Autria de Barcelona era la hasta hace solo unas semanas la sala de actos de la entidad.
Por la mañana, Cristina y Ronald revisaron los paquetes que tenían que llevar a personas necesitadas. Otra voluntaria supervisaba las bolsas: “Todas tienen alimentos básicos: aceite, legumbre seca y cocida, pasta, arroz, tomate frito, conserva de verdura y pescado, leche, harina, caldo, fideos, huevos, yogur, pollo, fruta y algo más dependiendo de las donaciones. También hay papel higiénico, gel y lejía y según la edad de las personas sustituimos o añadimos por ejemplo merluza congelada, pan integral o pañales de bebé que son carísimos”.
Cristina y Ronald cargan la furgoneta y ponen rumbo a la primera familia en el Turó de la Peira. “Las entregas las hacemos en la puerta del edificio y ellos tienen que bajar su bolígrafo para firmar el albarán. Así entramos en contacto lo mínimo posible”, informa Ronald. La presencia de la furgoneta de la Cruz Roja rompe la rutina de un barrio en confinamiento. Una vecina informa a otra por la ventana: “Es para la pareja esa que está de alquiler”. Tras entregar el paquete los dos voluntarios ponen rumbo a la casa de Garrido. “Espero que esto pase pronto. Mira mis manos están acostumbradas a trabajar. Solo quiero eso: Trabajar”, se excusa la mujer después de que Cristina le entrega la caja.
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