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Sin luna de miel y con vistas al interior de la manzana

El coronavirus rompe con la percepción de que en “una sociedad que intenta satisfacerlo todo” los imprevistos no tienen cabida

Cris Goms y su marido, Pedro Moreno, ambos con gafas, con otros españoles atrapados en Filipinas.
Cris Goms y su marido, Pedro Moreno, ambos con gafas, con otros españoles atrapados en Filipinas.
Jordi Pueyo Busquets

Teníamos que llegar a Nueva York siete horas antes de la entrada en vigor del veto de Donald Trump a los vuelos europeos por la crisis del coronavirus. Era el trayecto hacia nuestra luna de miel. Técnicamente podíamos irnos y es la decisión que tomamos en un primer momento, cuando faltaban solo 24 horas. “En una sociedad que intenta satisfacerlo todo el imprevisto es algo difícil de soportar”, señala José Ramón Ubieto, psicoanalista y profesor de la UOC. Está de acuerdo con Yuval Noah Harari, autor del best-seller Sapiens: De animales a dioses, que concluye que los humanos hemos adoptado un comportamiento algorítmico. “Tenemos la vida programada, incluso sin nosotros”, admite Ubieto, que añade: “Seguro que esta semana las webs te bombardean igualmente con anuncios de cosas maravillosas que puedes hacer en Nueva York”.

Cuando un marido tenía claro que era mejor anular el viaje el otro le convencía de lo contrario. Con el paso de las horas nos íbamos intercambiando los papeles. Era un “Nos vamos o nos quedamos?” —como canta Lolita Flores— en bucle. El comodín de las amigas —gabinete de crisis en WhatsApp— no sirvió. Ariadna: “Tenéis que ir, ¡es una aventura!”. Mar: “Quizá no sea buena idea”. Después, el de las madres. Sí, necesitábamos que nos dijeran que no fuéramos. Seguramente es lo que pensaban, pero no nos querían aguar la fiesta. En un delirio con la maleta a medio hacer llegué a pensar que en el viaje podría triunfar como enviado especial accidental del diario. Cuando faltaban siete horas para ir hacia el aeropuerto el alcalde De Blasio declaraba el estado de emergencia en Nueva York. Zanjamos la negación para dar paso a la aceptación. El sentido común aplacó la ilusión.

Por la noche cortaba verduras para congelar porque no se estropearan durante nuestra ausencia. La mañana siguiente estábamos en el supermercado haciendo la gran compra antes de encerrarnos. “En otras épocas la providencia proveía a su manera”, reflexiona Ubieto, que menciona la mortalidad infantil de tiempos pasados o las cosechas que no iban bien. Ve el coronavirus como una pesadilla que nos ha despertado de un sueño armónico : “Hemos descubierto que ahora no podremos hacer los viajes planeados, celebraciones... En definitiva, la vida que hacíamos. Y esto no pasará rápido”. La parte del viaje de novios que se mantiene es que pasamos las 24 horas del día juntos, haciendo teletrabajo en casa. Lanzo una pregunta al vuelo al estilo de la columna de Carrie Brashaw en Sexo en Nueva York: ¿Qué nos puede aportar el confinamiento a las parejas? Ubieto augura un aumento de “tensiones y roces” que derivarán en un incremento de los divorcios. Pero, ¡por favor, no invoque a pájaros de mal agüero, que nos acabamos de casar! También enumera oportunidades: “Revisar prioridades, tener más intimidad y hacer balance del vínculo”.

Las oportunidades para las parejas, según un experto: “Revisar prioridades, tener más intimidad y hacer balance del vínculo"
Las oportunidades para las parejas, según un experto: “Revisar prioridades, tener más intimidad y hacer balance del vínculo"

Nada de rascacielos en la Gran Manzana. Desde casa vemos el patio de manzana. Un vecino de un piso superior ofreció un concierto en su balcón el fin de semana pasado. Salimos al nuestro a aplaudir a los sanitarios. Las vidas cruzadas de un vecindario anónimo y ajeno quieren tomar ahora consciencia de grupo. “La cosa ha empezado con buen humor, pero este fin de semana viviremos la primera crisis en una cuarentena que puede acabar siendo literal, de 40 días”, apunta el profesor de la UOC. Augura conflictos de ansiedad, depresión y climas de convivencia negativos. ¿Cómo paliar estas situaciones? “Dividiendo el tiempo para no tener una sensación de infinitud, de día de la marmota”.

En Twitter también me cruzo con una historia paralela. La de Cris Goms, una ilustradora de Mataró que se fue de luna de miel el lunes de la semana pasada a Filipinas, país que ha comenzado a tomar medidas de confinamiento. Desde el sábado ella y su marido viven un periplo para poder volver. “Estamos en Cebú y los vuelos directos a Barcelona rondan los 5.000 euros por persona”. Ya les han cancelado algunos trayectos internos. Se han agrupado con una cincuentena de españoles que se encuentran en la misma situación y piden al Gobierno que les devuelva a sus casas. “Tendrán dificultades como las que tenemos aquí, además de la distancia con la familia y la incertidumbre del sistema sanitario del país”, especula el psicoanalista. “No tenemos muy claro que se respeten los derechos humanos como los conocemos en Europa”, dice Goms, angustiada desde el aeropuerto, donde pasan la mayor parte del día por temor a que, en cualquier momento, no les dejen salir de la habitación del hotel.

Un interior de manzana que nada tiene que ver con la Gran Manzana.
Un interior de manzana que nada tiene que ver con la Gran Manzana.

Mi marido está haciendo fermentar chutney de cebolla y mango. Dos regalos de bodas —la panificadora y el filtro ecológico de agua— fueron premonitorios de una situación en que la autosuficiencia es crucial. He pintado las patas de una mesa metálica de color rojo bermellón. Él me ha propuesto: “¿Y si nos teñimos el pelo, yo verde y tú rosa?”. Nos reunimos con amigos por Skype para tomar cañas. El flujo de noticias y películas no da tregua a la tele.

¿Nos iría bien tener una bicicleta estática? Estamos todo el rato saqueando la nevera. Me preocupa mi madre, que vive el confinamiento sola. Como muchos, tiene que continuar yendo a trabajar durante el estado de alarma. Me manda fotos de ella y otras dependientas con mascarilla y guantes desde el colmado. Ellas y todos los que están en esta situación también se merecen un aplauso.

ENCERRADOS EN CASA CON...

Lugar de cuarentena: Un bloque del barrio Camp d’en Grassot i Nova Gràcia, en Barcelona.

 

Número de persones y edades: Dos adultos.

 

Principales carencias del confinamiento: No poder cansarse andando

 

Libro y serie para estas dos semanas: El libro Los viajes más increíbles. Maravillas de la navegación animal (Crítica) y la serie El Palmar de Troya (Movistar+).


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Sobre la firma

Jordi Pueyo Busquets
Es periodista en la redacción de Cataluña y escribe sobre economía, innovación y tecnología. Antes de llegar a EL PAÍS, pasó por ACN, TV3, 324.cat, Bloomberg TV y Cadena Ser. Ha dado clases de redacción en inglés en la UPF y de redes sociales en la UOC. Es licenciado en Periodismo, Ingeniería Informática y máster en Innovación y Calidad Televisivas

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