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100 vacas sueltas pisotean un pueblo de Almería

Los animales, enfermos, deambulan desde octubre arrasando riegos y plantas y comiendo la hierba de las cabras y ovejas del lugar

Parte del rebaño de 100 vacas perdidas que los vecinos de Bayárcal (Almería) han conseguido cercar en el pueblo. / AYUNTAMIENTO DE BAYÁRCAL
Parte del rebaño de 100 vacas perdidas que los vecinos de Bayárcal (Almería) han conseguido cercar en el pueblo. / AYUNTAMIENTO DE BAYÁRCAL
Javier Arroyo

Llegaron en octubre en dos grupos. Uno de 40 y otro de 60 cabezas. Se hicieron fuertes en la sierra, en el Puerto de la Ragua, en la Alpujarra, justo en el límite entre Almería y Granada y ahora, algo más de tres meses después, el pueblo de Bayárcal (Almería, 317 habitantes) no sabe qué hacer ya con las 100 vacas sin control que incordian en el pueblo y les pisotean sus campos. Los primeros días, cuenta Jacinto Navarro Fernández, alcalde de la localidad, “esperamos a ver si venían a por ellas, pero con el paso del tiempo la situación se ha vuelto insoportable”.

Por insoportable se refiere Navarro a que las vacas “han llegado a pasearse por el pueblo en busca de comida” y que, en su deambular por los campos, acaban rompiendo plantas, gomas de riego y balates [muretes de piedra que separan cultivos y terrenos a distinta altura] de las fincas cultivadas. El último incidente fue la caída y los arañazos sufridos por un vecino hace unos días cuando se cayó al huir de una vaca que hizo amago de dirigirse a él. Ante ello el pueblo, con su alcalde a la cabeza, decidieron poner fin al atropello vacuno y tomar medidas.

Los primeros trabajos de investigación tuvieron lugar el pasado 14 de enero, con una patrulla del Seprona (Servicio de Protección de la Naturaleza) de la Guardia Civil intentando descubrir a quienes pertenecían las vacas. Según informó entonces el ayuntamiento se pudieron localizar a dos propietarios. Desde la Guardia Civil se limitan a confirmar que se han hecho “las actuaciones pertinentes y se ha informado de ello a la Junta de Andalucía y al Ayuntamiento”, sin querer ofrecer ningún dato concreto más. A partir de ahí, la estrategia de la alcaldía continuó con la captura y custodia de las vacas para, a continuación, encontrar a los dueños y devolvérselas previo pago del importe de todos los gastos ocasionados por el desmadre bovino de estos meses. Una factura que incluirá alimentación, vigilancia, cuidados veterinarios si son necesarios y, añade Navarro, daños y perjuicios.

Aparentemente, la tarea de encontrar a otros dueños aún no identificados, si los hubiera, no debería ser difícil porque no se trata de vacas salvajes, sino de reses de alguna explotación agrícola a las que algún ganadero, por el motivo que sea, las dejó campar a sus anchas hace unos meses. La ley obliga a que los animales lleven en cada oreja un crotal, unas placas de plástico con unos números que permiten la trazabilidad del animal. El problema, sin embargo, como cuenta el alcalde, es que muchas de ellas han perdido, o nunca tuvieron, los crotales.

El 1 de febrero los ganaderos del pueblo —“expertos en el manejo de animales” define su alcalde— consiguieron llevar “con tranquilidad y sin alterarlas” a 22 reses a un espacio municipal (un terreno municipal de 5.000 metros cuadrados) y desde entonces están alimentadas y vigiladas por tres personas. A la espera de la llegada de los veterinarios que determinen el estado de salud de las reses, Navarro dice que el estado sanitario de algunas de ellas es deplorable, con garrapatas e incluso sarna. “Nos consta, y esto es por un conocimiento real y muy fiable, que algunas de ellas no han sido saneadas en los dos últimos años”, dice, y añade: “Esto es un atropello a nuestra sierra y nuestra vega”. Las 78 que quedan ya no están en dos grupos, sino que se han dispersado en los últimos días por la sierra —“3.000 hectáreas de superficie”, recuerda el alcalde— y ahora va a ser mucho más difícil dar con ellas.

Mientras tanto, Navarro Fernández se muestra remiso a dar detalles y nombres concretos, pero reconoce que “la mayoría de las vacas que tenemos recogidas son de Huéneja, en Granada”. Eso significa que las vacas han recorrido casi 17 kilómetros, distancia en línea recta que ofrece Google Earth entre ambas localidades, hasta llegar a Bayárcal, el pueblo más alto de Almería, a 1.265 metros de altura. Este municipio almeriense está en el límite con la provincia de Granada. De hecho, otro grupo de vacas parece proceder de Laroles, a poco más de 2,6 kilómetros también en línea recta y siete en coche.

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Con estos primeros datos, más algunos que el primer edil prefiere no hacer públicos, el pueblo se ha organizado y los agricultores afectados han presentado una demanda contra esos dos propietarios en un juzgado de Nerja. Están a la espera de un peritaje que determine los daños en cada uno de los cultivos y fincas. Además, el alcalde ha enviado un comunicado a todos los pueblos colindantes para informarles de la situación y colaboren en la búsqueda de los propietarios de las reses.

Al problema de los destrozos, el alcalde añade uno más: los pastos. Bayárcal tiene una fuerte cabaña ovina y caprina que puede sobrepasar las 7.000 cabezas. Muchas de ellas comen en los pastos comunales por los que, además, pagan un canon. El caso es que las vacas llevan meses hartándose de comer allí gratis, dice el regidor. Y, se queja: “Una vaca come lo que 10 ovejas”. Ese, por otro lado, podría ser el motivo que tuvieran los dueños para liberar a las vacas hace meses, que comieran gratis.

Dar de comer a las vacas no es barato. Navarro ha llenado la alacena con comida para tres semanas, que es lo mínimo que estima que estarán las vacas bajo su cuidado, y le ha costado un dinero, asegura. Ha encargado 500 pacas de paja que costarán sobre los 2.000 euros y unos 1.000 kilos de suplementos alimenticios por valor de 3.000. Todo eso, más el agua y el coste de los tres cuidadores tendrán que pagarlo quienes acudan a retirar las vacas.

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