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Homenaje a José Enrique Serrano, “el mejor de los jefes de gabinete de presidentes”

Felipe González, Carlos Aragonés y María Emilia Casas destacan la figura de servidor público y de Estado del exdirigente socialista

Javier Casqueiro

José Enrique Serrano falleció el pasado 10 de junio, a los 75 años, y con esa pérdida se esfumó una figura esencial la mayoría del tiempo en la sombra para los gobiernos del PSOE en esta etapa democrática. “Un personaje difícilmente repetible”, subrayó Felipe González, del que fue su jefe de Gabinete en La Moncloa. “Una personalidad singular que no se repetirá”, alabó José Luis Rodríguez Zapatero, que le rescató para esa misma función durante su etapa como presidente. “El mejor de los jefes de gabinete”, ensalzó Carlos Aragonés, que cumplió con ese cometido para el expresidente José María Aznar, del PP. “Un servidor público”, retrató María Emilia Casas, expresidenta del Tribunal Constitucional. Cargos de diferentes etapas y partidos rindieron la tarde de este martes un homenaje a Serrano en el salón de actos del Ateneo de Madrid.

Paco Serrano, su hermano y que habló en nombre de la familia, recurrió a una de las pasiones personales de José Enrique Serrano, el cine, para intentar definir al que fue jefe de gabinete de los expresidentes González y Zapatero, diputado en varias legislaturas, profesor universitario y hasta su fallecimiento vicepresidente de la Fundación Felipe González. Serrano lo recordó así primero como El hombre tranquilo y luego matizó más como El hombre que mató a Liberty Vallance, pero la alusión cinematográfica que más le agradó fue sobre la escena final de Fort Apache.

En el epílogo de ese filme de John Ford, tras múltiples avatares y luchas entre los indios apaches y la caballería masacrada, aparece un bebé que viene a representar la continuidad para siempre de la institución gubernamental. Cuando Paco Serrano y José Enrique Serrano observaron por última vez esa escena el exjefe de gabinete de dos presidentes socialistas, ya muy enfermo, sentenció según contó esta noche en el Ateneo su hermano: “Es que es verdad, al final, lo último que queda son las instituciones”.

Esa metáfora le sirvió de hilo conductor a todos los ponentes del homenaje organizado por la Fundación Felipe González para su estrecho colaborador en el Ateneo. El primero que glosó esa relevancia fue Carlos Aragonés, que ejerció esa responsabilidad durante todo el mandato de Aznar en La Moncloa y que sigue aún de diputado en el Congreso. Aragonés y Serrano no solo establecieron una buena e institucional colaboración en el traspaso de poderes para beneficio de sus jefes sino que con el tiempo forjaron una gran amistad, escribieron artículos y dieron charlas conjuntamente, siempre con el mensaje de la importancia del servicio público al Estado y de la relevancia del bipartidismo y los pactos entre los grandes partidos, PP y PSOE, que son los que han gobernado en este periodo democrático, aunque nunca juntos.

Aragonés se atrevió a afirmar que Serrano había sido “el mejor de todos nosotros”, en alusión a los jefes de gabinete de los presidentes y luego contó algunas de las aficiones u obsesiones de su amigo. Y fue ahí cuando reveló esa fijación que todos los que intervinieron le atribuyeron por el Boletín Oficial del Estado (BOE), por la importancia “profunda” de las normas y “la calidad” de las leyes en democracia, por la regulación del Estado de Derecho y por tanto por las instituciones. También su interés y el de todos los gabineteros por lo que Aragonés llamó “pesquisas”.

María Emilia Casas estudió derecho en la Universidad Complutense con José Enrique Serrano y aunque también destacó su papel clave como servidor público, y ahí su “solidez, elegancia, prudencia y respeto”, así como su “gran inteligencia precisa y generosa”, prefirió focalizar sus aportaciones hacia el amigo que le cubrió varias bajas por maternidad cuando ese derecho para la igualdad de las mujeres no estaba ni imaginado. Casas ensalzó que Serrano fue “una persona leal y fiable” y entre sus mayores relevancias optó por apuntar “al modo de ejercer el cargo con la ética de la política”.

Paco Serrano, uno de sus hermanos, explicó la razón de ser del servidor de Estado y las instituciones en tres factores que le legaron desde su familia, sus padres y sus abuelos. Uno de los abuelos fue alcalde de Murcia durante la dictadura de Primo de Ribera, director del diario La Verdad durante 12 años y fue fusilado a las pocas semanas de la Guerra Civil por milicianos de la República. Ese horror familiar les marcó a todos, pero lo que le quedó a José Enrique Serrano fue la decisión de que no debía volver a repetirse de ninguna manera.

El expresidente Felipe González, con el que trabajó en La Moncloa y en esta última etapa en su fundación, lo definió como “un patriota constitucional”. Pero antes valoró que José Enrique Serrano fue tan generoso que nunca decía que no y por eso aceptó cargos y encargos de todo tipo. González justificó que nunca nombró a Serrano ministro, como apuntaron algunos de los ponentes y se escribió en algunos de sus obituarios, porque entendió que habría sido “un desperdicio” en el sentido de que desde su posición “mejoró” a todos, ministros y presidentes.

Felipe González contextualizó algunas de sus referencias sobre el perfil de José Enrique Serrano en que ese tipo de “personajes excepcionales y difícilmente repetibles” son “fundamentales para que el edificio constitucional perviva, no se agriete y no corra el peligro de volver a las andadas”. Y ahí reclamó, como Aragonés, que algún día se culmine la legislación que tanto patrocinó Serrano para publicitar los archivos de los presidentes.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.
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