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Jesús Eguiguren: “La Transición en Euskadi terminó en 2011 y no ha sido reconocida como se merece”

El expresidente del PSE y negociador con ETA denuncia que su final no ha sido reconocido

Luis R. Aizpeolea

“La Transición en Euskadi terminó en 2011, con el final del terrorismo de ETA, 30 años después que en España. Pese a su trascendencia histórica, su final no ha sido reconocido como se merecía. El Congreso no ha celebrado ningún acto institucional por ello”. Lo dice Jesús Eguiguren (Aizarna, Gipuzkoa, 71 años), figura clave en el fin del terrorismo etarra como negociador del Gobierno de Zapatero. Lo hace en sus memorias, donde recorre su trayectoria de la muerte de Franco hasta su retirada al finalizar el terrorismo. Siempre en Euskadi, en el PSE y desde muy joven con responsabilidades políticas, de presidente del Parlamento vasco a presidente del PSE. Con Ramón Jáuregui es el principal ideólogo vivo del socialismo vasco.

“Tras resolver el problema más grave de nuestra democracia, todavía hay quien lo niega y rechaza aprobar alguna resolución parlamentaria que celebre lo ocurrido y homenajear a quienes sufrieron, resistieron y ganaron”. Eguiguren acude “al infierno de la Transición vasca” para valorar el final del terrorismo porque “si el objetivo era la paz y la libertad no se logró en Euskadi hasta octubre de 2011; aquí hubo terrorismo y enfrentamientos mientras en el resto de España hubo consenso y objetivos, democracia y Constitución”.

Sitúa el inicio del infierno en 1978, en el referéndum sobre la Constitución, solo apoyada por el PSE, PCE y UCD, mientras ETA lanzaba su campaña más mortífera y el PNV se radicalizaba para competir con Batasuna. “Defendimos solos la Constitución. El odio se reflejaba en las caras. Había bandos irreconciliables. Aunque ganó el sí, se instaló la idea de que la Constitución fue rechazada en Euskadi al sumarle al no la abstención, defendida por el PNV. Euskadi se configuró desde aquel resultado y el odio que vimos auguraba tiempos peores”.

Se cumplieron. Al año siguiente, ETA asesinó al primer socialista, Germán González, de Zumaia (Gipuzkoa). “Con su asesinato dejé de ser joven”. En 1980, ETA asesinó a 91 personas. Enrique Casas, secretario de Organización del PSE y senador, fue el segundo socialista asesinado por un grupo escindido de ETA en 1984. “Era amigo íntimo. No he vuelto a llorar por un asesinato. Teníamos un mitin ese día en Andoain. Me pusieron escolta hasta 2011”. Al poco, ETA asesinó al tercer socialista, Vicente Gajate, de Errenteria. Eguiguren cuenta cómo su viuda, tiempo después, le dijo que los padres de Gajate se suicidaron, les hacían el vacío. Hasta una docena de socialistas fueron asesinados. El último, su amigo Isaías Carrasco, en 2008. Y, como es conocido, 853 asesinatos en España, con San Sebastián en cabeza.

Eguiguren cuenta las secuelas del terrorismo en los socialistas vascos: “No conozco uno solo que no presente rastros evidentes del daño padecido, los ruidos les asustan, algo temen, les faltan fuerzas, eran alegres y nunca sonríen, miran nerviosos”. Finalizado el terrorismo, él mismo sufrió una depresión profunda, de la que se ha recuperado.

“En Euskadi se produjo un fenómeno inédito en Europa desde la caída de los fascismos: La imposición de una minoría sobre la mayoría. Se impuso el silencio por miedo. En mis conversaciones con ETA confirmé que era plenamente consciente de su poder”, señala y añade: “¿Por qué la Transición fracasó en Euskadi? Por falta de consenso político y social y la debilidad del Estado, con unas policías inadaptadas a la democracia”.

El PSE tuvo un refuerzo político y social que marcó la política antiterrorista hasta su final: El Pacto de Ajuria Enea, que unió a nacionalistas y no nacionalistas contra ETA. “Gobernábamos en España, con mucha fuerza electoral en Euskadi, pero éramos marginados por defender causas “perdidas” ―la Constitución, la OTAN― y por la persecución radical. Ajuria Enea nos “legitimó”. “Recuperamos la tradición pactista con el PNV, que inauguró Indalecio Prieto”.

Los GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación), con sus 27 asesinatos, fueron un enorme borrón en la etapa de Felipe González. “En todas las ejecutivas de Gipuzkoa pedíamos al Gobierno que actuara para acabar con una situación insoportable que solo beneficiaba a ETA. En Gipuzkoa no sabíamos nada. Reconozco que estábamos contra los atentados del GAL por razones políticas, pero emocionalmente no lo sufríamos”.

“La solución a la violencia no pasaba por la unidad nacionalista. Lo demostró el fracaso del Pacto de Lizarra entre PNV, HB y ETA en 2000. Con el tiempo volvimos al Pacto de Ajuria Enea”, señala. Al romperse Lizarra, ETA impulsó la “socialización del sufrimiento”: asesinato de figuras relevantes y políticos, como Fernando Buesa, dirigente del PSE. “El asesinato de Fernando fue, con el de Casas, el golpe más duro para el PSE”.

Tras las elecciones vascas de 2001, que ganó el lehendakari soberanista Ibarretxe al tándem Mayor Oreja (PP)-Nicolás Redondo Terreros (PSE), Eguiguren, dirigente del PSE, decidió cambiar de estrategia. “Tuvimos una reunión Nicolás y yo con Mayor Oreja en la que dije que la política de bloques había terminado. Nuestro electorado no la entendía. Al poco, Nicolás dimitió. Me convertí en el malo de la película. Nicolás tenía muchos apoyos en la prensa madrileña y en intelectuales vascos que han sido cantera para el nacionalismo español”.

Eguiguren sabe que ha sido el político vasco más insultado por negociar con ETA. “Mayor Oreja llevaba la batuta en ese concierto”. Paradójicamente, Felipe VI en un viaje a San Sebastián se entrevistó con Eguiguren para que le contara su visión del final de ETA. “Fue muy cordial. Tenemos rey para rato”.

Asegura que no es nacionalista, que sigue la tradición del PSE pactista con el PNV cuando acepta el marco democrático porque rechaza la política de bloques. Respaldó el pacto con el PP para desalojar al soberanismo del lehendakari Ibarretxe y sustituirlo por Patxi López. Defendió la ilegalización de Batasuna, “decisiva en el fin de ETA”, en un debate acalorado en el PSE.

Tras el infierno vivido, la principal obsesión de Eguiguren fue la paz. Por eso dialogó con Arnaldo Otegi desde 2002. Lo primero que le dijo es que sus hijos no debían recibir un legado de violencia. Reitera que, pese al fracaso del diálogo por el atentado de la T4 en Barajas, en 2006, “de sus escombros salió la paz” porque “permitió tomar la iniciativa a Batasuna para acabar el terrorismo con una ETA debilitada”.

Los seguidores de ETA creían que su causa era justa, que practicaba el terrorismo porque el Gobierno rechazaba negociar y era invencible, explica Eguiguren. Pero perdió su “legitimidad” cuando vieron que ETA rechazaba el diálogo con el atentado de la T4 y que no era invencible.

Eguiguren admite que ETA terminó por la Guardia Civil, la Ley de Partidos, pero “sin la catarsis del diálogo con Batasuna, ETA hubiera existido demasiado tiempo”. “En Euskadi sabemos que ha sido el mejor final. La normalización, la reconciliación se abrieron al terminar ETA, sabiendo que no han desaparecido las consecuencias del terrorismo”. Una es la condena de la izquierda abertzale del terrorismo. “Para muchos el recuerdo de lo vivido está presente constantemente. Es una responsabilidad que recae exclusivamente en la izquierda abertzale”.

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