El odio racista en redes ya no sale gratis: condenado un hombre de ideología nazi por atacar a una joven negra
Insultos como “sois una especie que solo valéis para correr” contra una activista antirracista en Instagram reciben pena de prisión y la obligación de reconocer el daño


Durante un tiempo, la enfermera Kehinde Oluwatobi Akeju Akeju, de 25 años, tuvo miedo de pisar la calle. Un perfil anónimo había irrumpido en su Instagram a base de insultos racistas. La agresividad crecía. Y lo peor era no saber quién estaba detrás: podría ser un desconocido en otra provincia, un compañero de trabajo o el vecino de al lado. Un agresor virtual que podía cruzar la pantalla y aparecer en la vida real en cualquier momento. Sufría ataques de pánico.
―Vete a tu selva.
―Te haré caso, negruza.
―Este es mi país, escoria.
―Uy cuánto macaco, ¿no?
―Sois una especie que solo valéis para correr; el día que mande la ultraderecha os vais a ir a tomar por culo en los flotadores en los que venís.
Entre el 25 de julio y el 2 de agosto de 2022, ese goteo de mensajes contaminó su perfil. Le siguieron otros. Desde otras cuentas. Eran la respuesta a una vieja foto de la joven de 2017 en la que se le veía en una manifestación antirracista sosteniendo un cartel: “Soy negra, soy persona”. Ya no sabía si se trataba de uno o decenas de agresores. “Me ataca en una publicación en la que yo reivindico mi humanidad y si bien su comentario acabó en mi feed, era una incitación al odio colectivo y una deshumanización colectiva”, cuenta Quinndy Akeju, como se presenta en redes. Conocida por su activismo antirracista, Akeju decidió no callar más y denunció. “Fue un proceso muy desgastante para mí”, explica a EL PAÍS.
La denuncia se presentó en Bilbao. La Ertzaintza tiró del hilo. Tras ese perfil anónimo apareció un hombre de 40 años, insolvente, residente en un pueblo toledano de 10.000 habitantes famoso por sus molinos de viento. Su foto de perfil ya era una declaración de intenciones: sobre la hoz y el martillo tachados, el lema “Antes muerto que rojo”. Su biografía aparecía adornada con tres iconos que tampoco eran casuales: una telaraña, dos espadas cruzadas y un tridente. “La telaraña es un símbolo de odio racial en el entorno skinhead”, señala Adilia de las Mercedes, la abogada de Akeju y co-directora de DEMOS, Estudio Legal de Derechos Humanos. “Y el tridente se ha relacionado tanto con la llamada ‘triple H’, en referencia a Hitler, Himmler y Hess, como con el juramento de tres dedos de los soldados nazis”, abunda la letrada. Además, el correo vinculado a la cuenta de Instagram hacía alusión a Krasni Bor, la batalla en la que combatió con éxito la División Azul franquista en 1943.
“Él sabía que yo era activista y quiso humillarme y deslegitimarme para intentar callarme”, recuerda Akeju. “Pero eso nunca va a pasar. Por mucho que personas como esta —hay muchas otras―, intenten humillarnos con sus pensamientos racistas, vamos a seguir luchando”. Para su abogada este no es un caso cualquiera. “No se trata solo de los insultos racistas. Hay que tener en cuenta quién es la víctima ―una mujer joven, negra, defensora de los derechos humanos― porque en ella convergen muchos elementos que pueden generar discriminación”, explica la letrada. “Fue un intento de silenciamiento, un atentado contra la libertad de expresión de las mujeres que están en primera línea digital”, afirma De las Mercedes. “El caso explica muy bien cómo determinadas personas son susceptibles de vivir violencias interseccionadas con un impacto tan fuerte que temen ir solas por la calle”.
La fiscalía lo tuvo claro. Lo que durante años se ha normalizado en redes era un delito. Tras una pena más alta, acabó pidiendo 15 meses de prisión, inhabilitación para cargo público o cualquier profesión educativa, nueve meses de multa a razón de cuatro euros al día y una indemnización de 2.500 euros. “Expresiones como ‘negruza’, ‘macaco’, ‘escoria’ o ‘vete a tu selva’ encierran un fuerte contenido denigrante y racista hacia las personas negras”, recoge el escrito remitido al juzgado. El acusado, defendió el Ministerio Fiscal, sabía que sus “expresiones racistas” quedarían flotando en las redes “con vocación de perpetuidad”, fuera ya de su control.
Los discursos de odio, aupados por la ultraderecha, inundan las redes. Y su impacto trasciende de forma recurrente lo virtual. Se vio en las brigadas antimarroquíes en Torre Pacheco el mes pasado, con los ataques a centros de menores extranjeros, en el acoso que sufren quienes defienden otra forma de vivir su religión o los activistas antirracistas como Akeju. Solo en 2023 se registraron 2.655 contenidos considerados de odio racista, xenófobo, antisemita, antigitano o islamófobo, que podían ser constitutivos de delito o que, como mínimo, violaban las reglas de las redes sociales, según el Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia. Y uno de los retos es precisamente la pasividad de las plataformas, que solo retiraron un total de 1.313 contenidos, un 49,4% de los que les fueron notificados. La plataforma más eficiente es TikTok que retiró el 77,7% del total del contenido que se le notificó, seguida por Instagram (62,5%), Facebook (47,5%), YouTube (42,2%) y, por último, X (31,5%). La hostilidad se dirige sobre todo a personas del norte de África, seguido por discursos contra el islam y las personas afrodescendientes.
El acusado en el caso de Akeju negó los hechos, el delito y su responsabilidad. Pero el día del juicio oral, en la Audiencia Provincial de Bizkaia, a mediados de junio, acabó reconociéndolo para pactar la condena propuesta por la fiscalía y el pago de las costas. La acusación particular además insistió en la reparación pública, por lo que la pena obliga a publicar la sentencia y pedir perdón en el mismo perfil desde donde publicaba su odio. No irá a la cárcel porque no tiene antecedentes y la pena no supera los dos años. Abogada y víctima celebran el acuerdo, el objetivo era el reconocimiento del daño y no la cárcel. “Para mí lo reparador es que él reconozca lo que hizo y que el sistema judicial reconozca un delito de odio en esas palabras que por muy inofensivas que parezcan tienen un impacto y unas consecuencias muy fuertes”, describe Akeju.
Los delitos de odio cometidos a través de Internet suponen una preocupación creciente de las autoridades. Y combatirlos es “una tarea civilizadora”, según proclama el Ministerio del Interior. En un ámbito (el digital) en el que la mayoría de las víctimas no denuncia, el año pasado se contabilizaron apenas 215 delitos de este tipo en Internet, más de un 10% de los casi 2.000 delitos e incidentes de odio registrados por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Casi la mitad de ellos estaban motivados por el racismo o la xenofobia, según el último informe sobre la evolución de los delitos e incidentes de odio en España del Ministerio del Interior. De ellos solo se esclarecieron los hechos en 123 casos en los que predominaron sobre todo las amenazas y la incitación pública al odio. El documento refleja, al menos, un esclarecimiento mayor (un 10% más respecto 2023) de los hechos denunciados. “Esta sentencia es un ejemplo más de que, cuando se realiza una investigación efectiva, el anonimato en redes sociales no existe”, celebra de las Mercedes, letrada de Akeju. “Es un ejemplo que permite acabar con la impunidad”.
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