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Sánchez se aferra al europeísmo frente a la batalla nacional

El Congreso vive al fin el miércoles el primer gran debate sobre el nuevo orden mundial. El presidente huirá del discurso militarista y apelará a reforzar Europa mientras Feijóo explotará las divisiones en la izquierda

Pedro Sánchez, durante su intervención en el XV Congreso del PSIB-PSOE celebrado este sábado en Palma de Mallorca.
Carlos E. Cué

El mundo ha dado un giro radical en los últimos dos meses, pero el Congreso español aún no ha vivido un gran debate sobre el nuevo escenario. Casi todos los demás parlamentos europeos los han tenido, en algunos casos con divisiones y tensiones muy fuertes, como en Italia. Pedro Sánchez ha participado ya en varias citas de alto nivel fuera de España monopolizadas por esta cuestión, y ha lanzado algunos mensajes en intervenciones públicas que le han colocado claramente en el escenario europeo como una némesis de Donald Trump, al que nunca cita pero siempre alude. Sin embargo, aún no había acudido al Congreso para el gran debate pendiente, más allá de breves sesiones de control sin profundidad. Será al fin este miércoles, en una sesión monográfica para la que La Moncloa está preparando un discurso netamente europeísta.

En un momento de amenaza real para Europa, no solo militar sino sobre todo económica, con Trump tratando de desplazar producción e inversión de la UE hacia EEUU, Sánchez está convencido de que buena parte de los españoles se van a aferrar como él al europeísmo, que siempre ha tenido en la península ibérica una potencia muy superior a la que las encuestas detectaban en otros de su entorno como Francia, Italia o Alemania, probablemente por la historia España y Portugal, que se incorporaron juntas en 1986 después de 40 años de ostracismo y aislamiento por sus dictaduras fascistas.

Sánchez tiene muy trabajado su discurso europeo, que ya empezó a desplegar el jueves en la rueda de prensa tras el Consejo Europeo, en la que se vio claramente su estrategia de centrarse en los grandes asuntos internacionales, donde cree tener un perfil y un mensaje mucho más potente que el de su gran rival, Alberto Núñez Feijóo, mientras minimizaba como poco relevantes las discusiones y divisiones políticas en España, que ese mismo día llevaron al Gobierno a varias derrotas. Varios ministros consultados admiten que el jueves fue un día duro, sobre todo porque se tumbó de forma imprevista la Agencia Estatal de Salud Pública al votar en contra PP y Junts que la habían aprobado en comisión. Junts le reconoció abiertamente al Gobierno que era una “venganza” porque el Ejecutivo había vetado la votación de dos enmiendas aprobadas en el Senado a la ley de desperdicios alimentarios, que planteaban mejoras fiscales para sectores que interesan especialmente a los nacionalistas.

Tal como lo ven varios miembros de la mayoría progresista consultados en distintos partidos, Junts está girando cada vez más hacia una posición clásica convergente, esto es representando a distintos sectores económicos importantes en Cataluña. Los independentistas cada vez están más interesados así en enmiendas que pueden no ser muy destacadas por los medios, pero son muy relevantes para sectores económicos importantes, algo tradicional cuando existía CiU. Y además están entrando en centros de poder económico decisivos de la mano del Gobierno, con representantes no solo en RTVE, donde también está ERC, que además ha entrado en la cúpula del Banco de España con un representante, sino en lugares clave como la Comisión Nacional del Mercado de la Competencia, AENA o incluso el Consejo de Administración de RENFE, al que se acaban de incorporar, como les reprochó este miércoles en el Congreso Gabriel Rufián, portavoz de ERC, que criticaba la “hipocresía” de no querer hacer una comparecencia de prensa con una bandera de España detrás, pero sí querer estar en la compañía pública de ferrocarriles española.

Por eso, y aunque Junts siempre puede dar sorpresas como la del jueves, arrastrada además por un PP que también cambió de opinión en el último momento, la sensación que se transmite en las cúpulas tanto de los independentistas como del PSOE es que la relación está cada vez más engrasada y mucho más lo estará cuando el Tribunal Constitucional, según las previsiones, le dé la razón a Carles Puigdemont en su recurso de amparo frente a la decisión del Tribunal Supremo de no aplicarle la ley de amnistía. Lo que no habrá, y eso parece ya muy evidente y no tanto por Junts sino porque ERC ha dado un no rotundo, es Presupuestos de 2025. Pero varios ministros insisten: pese a todo, y con una mayoría muy al límite, el Gobierno logra aprobar el 90% de las votaciones. Y por eso nadie se plantea ningún escenario dramático. De hecho, en el Ejecutivo ven a la mayoría consolidándose con estas decisiones que se ven menos, como la entrada de los independentistas en círculos de poder económico claves, y una sensación generalizada de que habrá legislatura hasta 2027.

Aún así, y a pesar de que el Gobierno creen que los ciudadanos están ya muy acostumbrados a las discrepancias dentro de la mayoría y eso ya apenas tiene desgaste, Sánchez está muy interesado en este debate del miércoles para tratar de salir de la dinámica de la batalla política española y elevar el tiro hacia una cuestión a la que están mirando muchos españoles: el futuro de Europa, el cambio del orden internacional con el giro de Trump, y la amenaza rusa.

Mientras Feijóo intentará hurgar en la división en la mayoría y en la izquierda frente al aumento del gasto militar, Sánchez pretende centrarse en un discurso de calado histórico, en los riesgos y las oportunidades para Europa de un cambio radical del orden mundial de los últimos 80 años, tras el fin de la II Guerra Mundial. “El gran debate es si nos quedamos como estamos o damos un paso hacia adelante para que Europa sea una potencia central en el nuevo orden que se está empezando a dibujar. De eso depende que muchas conquistas que hemos logrado, desde el estado del bienestar a los derechos humanos, se mantengan fuertes o no”, señala un miembro del Gobierno, que está en plena elaboración del discurso del miércoles.

Sánchez además huirá del discurso militarista, aunque se ha comprometido con sus socios europeos a aumentar el gasto en defensa y tendrá que refrendarlo. Pero el presidente intenta centrar la cuestión en la idea de la seguridad, más que la defensa, y de hecho la Comisión Europea dejará de usar el término Rearm (rearme), nombre inicial del plan de Úrsula von der Leyen, por petición de Sánchez y la italiana Giorgia Meloni, que también tiene una opinión pública, como la española, reacia a este tipo de mensajes.

En el Congreso habrá choque de Sánchez con Podemos por esta cuestión y también Sumar, socio de coalición, mostrará sus discrepancias y su rechazo al aumento del gasto militar. Sin embargo, aunque públicamente pueda parecer lo contrario, en el Gobierno este asunto no genera ya grandes discusiones. La discrepancia está pactada. En el Ejecutivo se discute con mucha más crudeza de cuestiones económicas, como pasó con la reducción de la jornada laboral, que protagonizó el último gran choque en el Consejo de Ministros entre Yolanda Díaz y Carlos Cuerpo, que fue muy duro. También el asunto del IRPF para el salario mínimo ha provocado un desgarro en el Ejecutivo mucho más potente, que está lejos de encontrar una solución.

Sin embargo, el gasto en defensa ya no amenaza la estabilidad del Ejecutivo, insisten diversos ministros de los dos sectores, porque se ha encontrado una fórmula que internamente funciona: Sumar deja pasar todas las decisiones importantes en el Consejo de Ministros, pero muestra su disconformidad a través de observaciones presentadas por la vicepresidencia segunda. Ese equilibrio evita problemas, aunque en el Congreso las cosas serán diferentes y todos querrán mostrar sus perfiles diferentes en el asunto más delicado de todos los que pasan por el Congreso: el futuro de Europa.

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Sobre la firma

Carlos E. Cué
Es corresponsal político de EL PAÍS, encargado de la información del Gobierno y de los viajes del presidente. Antes fue corresponsal en Buenos Aires y está especializado en información política, siguiendo a distintos gobiernos y a varios partidos. Ex alumno del Liceo Italiano de Madrid, se licenció en Economía y cursó el máster de EL PAÍS.
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