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Un preso yihadista arrepentido: “Es difícil quitarse esta ideología”

Un estudio del Real Instituto Elcano detalla qué factores pueden facilitar la reinserción de los condenados por islamismo a partir del testimonio de 24 reclusos, nueve de ellos renegados de la violencia

Agentes de la Policía Nacional trasladan a dos presuntos yihadistas detenidos en 2017 en Madrid en una operación antiterrorista.
Agentes de la Policía Nacional trasladan a dos presuntos yihadistas detenidos en 2017 en Madrid en una operación antiterrorista.Jaime Villanueva
Óscar López-Fonseca

Sin empleo y con estudios primarios, tras estallar la guerra en Siria en 2011 viajó para unirse a las filas del Estado Islámico (ISIS en sus siglas en inglés). Detenido a su vuelta a España y condenado por terrorismo, en prisión se desvinculó del yihadismo. “Es difícil quitarse de esta ideología cuando estás metido [...] Siendo creyente es difícil, pero... de quitarse la ideología sin sentirse... sin sentirse mal”, relató este treintañero converso al islam a los investigadores del Real Instituto Elcano en una entrevista que se ha incluido en la monografía presentada este jueves en Madrid en el que se analizan los factores que llevan a un condenado por yihadismo a desvincularse de esta ideología o, por el contrario, mantenerse fiel. El trabajo analiza su trayectoria y la de otros 23 yihadistas condenados y recluidos en cárceles españolas. En la actualidad, hay 88 presos por terrorismo islamista, 26 de ellos con condena firme, aunque Instituciones Penitenciarias también tiene bajo control a otros 111 internos que, si bien ingresaron en prisión por delitos comunes, muestran diversos grados de radicalización, según datos del Ministerio del Interior.

Para el estudio, dirigido por el investigador Álvaro Vicente, se realizaron entre enero de 2020 y julio de 2021 ―cuando aún no estaba en marcha el actual programa penitenciario de desradicalización yihadista― entrevistas a 39 reclusos en 22 centros penitenciarios, aunque finalmente se utilizaron solo las realizadas a 18 hombres y seis mujeres al considerarse que eran las que “ofrecían información suficiente y coherente acerca de radicalización violenta”. De ellos, cinco internos (todo ellos varones y con una edad media de 43 años) se mostraron “leales” a los postulados terroristas; otros 10 (siete hombres y tres mujeres, con una media de 35 años) a los que se clasifica como “desconectados” manifestaron una visión estricta de la doctrina islamista aunque no consideran justificada la violencia yihadista en Occidente; y los nueve últimos (seis hombres y tres mujeres, con una edad media de 29 años), los denominados “renegados”, presentaban un “giro vital más drástico” que les había llevado a romper con el yihadismo. Vicente ha apuntado en la presentación “una combinación de diversos factores personales, sociales y de contexto” para explicar que un preso se decante por cualquier de estos caminos. En concreto, cinco: cómo se ven a sí mismos, sus emociones, con quiénes se relacionan, cómo interpretan su pasado y qué expectativas tienen del futuro.

Sobre los renegados, la monografía apunta que en algún caso la “discrepancia” entre los valores en los que fueron educados y los adoptados tras la radicalización había dejado “al descubierto la falta de una adhesión genuina a los principios del salafismo yihadista”. Es el caso del entrevistado 12, el treintañero que viajó a Siria: “Pero yo, ¿qué me he vuelto? Yo no soy así, ¿sabes? Nunca fue así, nunca. Puff, [solo] después de haber... de haber cambiado mucho. (...) Nunca he podido odiar a la gente por... por tener otro origen que el mío”, relataba. En otros, es la búsqueda de autonomía la que favorece el cambio. “Me he metido en un mundo que no es mío, una guerra que no es mía”, señalaba la entrevistada 16, que fue interceptada antes de llegar a Siria y estuvo encarcelada en España dos veces por terrorismo.

El investigador del Real Instituto Elcano ha insistido en que “el abandono del yihadismo es un proceso muy convulso”. De hecho, está repleto de obstáculos. Desde las presiones, humillaciones y repudio que imponen los propios grupos radicales al miedo a quedar marginado en prisión. “Es difícil también porque cuando estás en la cárcel con esta etiqueta [yihadista], solo la gente que se relaciona bien contigo es gente que la tienen también o que lo son”, señaló el entrevistado 12. El número 9, un español con estudios superiores que se integró en una célula dedicada al reclutamiento para enviar a combatientes a Siria, describía esa angustia: “(...) yo no sabía cómo salir de ahí. (...) No tenía a nadie, pero a nadie. Había cortado con todos los amigos, había cortado con mi madre. Estaba solo”.

El estudio del Real Instituto Elcano destaca que en ese proceso de reinserción influye también “una combinación de emociones, a menudos basadas en principios morales que conciencia del carácter execrable de su pasado y les conectan con una vida alternativa a la militancia”. Surgen entonces los sentimientos de vergüenza y culpabilidad. “Hay cosas que a lo mejor en ese momento pues porque estaba radicalizada lo justificaba, como por ejemplo la violencia y tal; y ahora es como que no le encuentras justificación y dices: ‘Y he sido cómplice. Vale, no he estado ahí [en Siria], pero somos cómplices de lo que ha pasado”, señaló la entrevistada 16.

El paso por prisión

Álvaro Vicente apunta que las relaciones con gente ajena al yihadismo han contribuido a que estos presos dieran el paso. “Al pasar por prisión al principio estaba confuso (...). Solo quería conservar a mi familia (...)” detalla el entrevistado 31, un joven estudiante conservo al Islam que fue arrestado cuando intentaba llegar a Siria. Para él, el cambio se produjo con las visitas de sus allegados a la cárcel. “Empecé a ver las cosas de otra manera y mejor”, añadió. En el caso del entrevistado 12, fueron las cartas que intercambió desde prisión con un imán alejado del radicalismo. “He escrito al imán que conocía a mi paisano por carta, sí. Sí me ha dicho que... bueno, me ha motivado a seguir así, a seguir arrepentido”.

Otro de los elementos que llevaron a dar ese paso a estos presos fueron las contradicciones entre las expectativas iniciales ―aceptaban el uso de la violencia como una forma de defensa― con la realidad, que incluía atentados indiscriminados en Europa. Para el entrevistado 2, que formó parte cerca de dos años de una célula de radicalización, lo que inicialmente era una lucha justa “de los oprimidos contra los opresores” pasó a ser un movimiento “muy turbio”. “Se me rompió algo por dentro. Me aparté”, recalcó. En el mismo sentido, el entrevistado 31 describió su desengaño tras conocer una matanza: “Yo no formaba parte, no quería saber nada, y ya está (...) No tenía sentido para mí aquello”.

Para la mayoría de los presos “renegados”, su paso por la cárcel fue decisivo en este proceso. El entrevistado 9 llega a manifestar: “Aunque esté en prisión, yo, en muchos sentidos, me considero mucho más libre que cuando estaba fuera”. También el contacto con otros presos que nada tienen que ver con el yihadismo ―y que en su momento rechazaban por infieles― o con los funcionarios de prisiones ―señalados por el yihadismo como enemigos― ayudó a ese cambio: “Aquí [en la cárcel] es dónde mejor lo ves, ¿no?, porque se supone que ellos son el enemigo. Te lo pintan como eso... tienes un enemigo que tal que cual (...) Al revés, hay un trato bien, normal, como a todo el mundo”. En este sentido, Álvaro Vicente ha destacado que, en contra de lo que se piensa habitualmente, ““la prisión no es un terreno abonado para la radicalización” sino, que al contrario, “produce situaciones favorables para el cambio”. No obstante, casi todos los presos renegados mostraron una queja hacia el sistema penitenciario y judicial que, en su opinión, no fue lo suficientemente flexible para adaptarse ni a su evolución personal ni a las diferencias entre presos.

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Sobre la firma

Óscar López-Fonseca
Redactor especializado en temas del Ministerio del Interior y Tribunales. En sus ratos libres escribe en El Viajero y en Gastro. Llegó a EL PAÍS en marzo de 2017 tras una trayectoria profesional de más de 30 años en Ya, OTR/Press, Época, El Confidencial, Público y Vozpópuli. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.
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