El PP y el PSOE, unidos en Europa por el temor a la extrema derecha
Feijóo ha seguido a Von der Leyen en su aceptación de la italiana Meloni. Populares y socialistas se cruzan reproches entre ellos mientras eluden la pelea que les plantean Vox, Sumar y Podemos
Los posibles futuros apoyos de los partidos ultras a los conservadores, aunque estos preferirían no necesitarlos, marcan el debate europeo. Si un partido, por radical que sea, está contra el presidente ruso, Vladimir Putin; si manifiesta un proeuropeísmo genérico; y si, por último, respeta, al menos verbalmente, el Estado de Derecho, puede ser aceptado por los partidos conservadores como uno más y, por tanto, aceptarán de buen grado sus votos para la elección de los cargos principales de las instituciones europeas. Los socialdemócratas, los liberales, el resto de la izquierda y los verdes, por el contrario, aseguran que no aceptarán a partidos que se sitúan claramente en la extrema derecha, aunque apoyen a Ucrania. La izquierda no quiere entrar en disquisiciones sobre la diferencia entre esos partidos, aunque las hay.
En la galaxia ultra de Europa se encuentran partidos firmemente contrarios al presidente ruso y a favor de mantener sin fecha de caducidad el apoyo a Ucrania. Pero también los hay favorables a Putin e, incluso, aquellos con indicios de trabajar para el Kremlin. El crecimiento en las encuestas de la extrema derecha obsesiona por igual a izquierda y derecha, aunque por razones diferentes. También en España. Al PSOE y al PP la escalada en votos de los partidos de la extrema derecha en general, y de Vox en particular, les afecta decisivamente. “Menos manifestaciones y más votar en contra de lo que hacen los socialistas”, apuntó este domingo el presidente de Vox, Santiago Abascal, a propósito de la quinta manifestación convocada por el PP en Madrid contra Pedro Sánchez desde que empezó la legislatura hace seis meses.
La esperanza del Partido Popular Europeo, donde se asienta el PP, es que la contradictoria panoplia de partidos de ultraderecha se mantenga dividida y no se concentre en el mismo grupo.
Estos grupos pueden pedir contrapartidas a cambio de apoyar la elección de un presidente de la Comisión Europea, cargo en el que aspira a repetir la alemana Ursula von der Leyen. Pero si el PP europeo los necesita, contará con ellos. Desde luego, Von der Leyen ya ha dado el visto bueno al partido de raíces neofascistas Hermanos de Italia, de la jefa de gobierno de Italia, Giorgia Meloni, inscrito en mismo grupo que Vox. El presidente del PP no ha dicho nada diferente sobre Meloni que no haya señalado antes su compañera en el PPE. Los socialistas de toda Europa, sin embargo, no establecen esa excepción, aunque en una reciente entrevista la candidata del PSOE, Teresa Ribera, introducía un matiz cuando le preguntaban si cerraba totalmente la puerta a acuerdos con el grupo en el que se integran algunos partidos ultras. “Depende”, respondía. De dos cosas: de la aritmética que resulte en la Eurocámara y de si esas formaciones asuman o no “los valores europeos”.
En el ámbito doméstico la guerra es la guerra en el terreno electoral, y no hay lugar ni espacio para la buena convivencia con los socios: Vox arremete contra el PP; y Sumar y Podemos, contra el PSOE. Los populares y los socialistas se centran el uno en el otro, y huyen de entrar al cuerpo a cuerpo a su derecha y a su izquierda, respectivamente.
Esta semana se presta sobremanera al enfrentamiento bilateral por la aprobación de la ley de amnistía para los condenados, procesados e imputados por el procés independentista catalán. La manifestación convocada por los populares este domingo tenía como argumento principal la oposición a esa ley tan polémica que el Congreso aprobará definitivamente el jueves. Entre los oradores, con Alberto Núñez Feijóo como protagonista, no estuvo la cabeza de lista al Parlamento Europeo, Dolors Monserrat, aunque en su argumentario diario de campaña figura un repetido reproche al presidente del Gobierno sobre este tema —“la entrega de Sánchez al fugado Puigdemont”, reitera— y el deterioro del Estado de Derecho en España.
En las políticas europeas de los socialdemócratas entra de lleno la candidata socialista, Teresa Ribera, vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico. Su estación de parada en Bruselas querría ser la de una vicepresidencia de la Comisión. También este posible nombramiento se verá afectado por la influencia de la extrema derecha.
España no es una excepción en el peso de los asuntos nacionales en esta campaña. También ocurre en el resto de los países, como señalan interlocutores institucionales del Parlamento Europeo. En el debate que el jueves pasado se celebró en el hemiciclo de la Eurocámara, a modo de un gigantesco plató de televisión, se plasmaron las preocupaciones, titubeos e intereses encontrados que enmarcan estas elecciones. También el hilo conductor que vincula a las familias ideológicas. Si la ultraderecha sube, los populares tendrán que ceder terreno, en poder y en valores. En Bruselas y en cada país miembro.
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