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Médicos que negocian con el paciente cómo bajar el número de medicinas diarias

Los ciudadanos polimedicados bajan en Andalucía de manera leve, gracias a un programa que lleva un año, hasta los 338.000 personas para frenar el gasto farmacéutico

Antonio Linares, paciente polimedicado, en su piso del barrio de Triana en Sevilla, el pasado miércoles.
Antonio Linares, paciente polimedicado, en su piso del barrio de Triana en Sevilla, el pasado miércoles.PACO PUENTES
Javier Martín-Arroyo

Antonio Linares, vecino de 71 años del barrio sevillano de Triana, rellena su pastillero una vez a la semana con siete medicamentos para cada mañana, pero por la noche se toma seis más que guarda en un bote blanco. En total, 13 pastillas diarias para combatir su ácido úrico, la diabetes, el colesterol, los efectos de tres infartos y la neuralgia del trigémino que sufre. Sin embargo, su ración diaria llegó hasta los 15 medicamentos antes de que el año pasado le rebajaran dos cápsulas. “Esto es veneno, pero gracias al veneno estoy viviendo. Mientras menos pastillas, mejor, y si no tomara ninguna, sería ideal”, comenta en su salón del pequeño piso en el que vive con su mujer Carmen.

Junto al pequeño pastillero azul, Linares, exvendedor ambulante ya jubilado, tiene una enorme caja roja repleta de medicamentos, entre los que sobresalen el tegretol para la neuralgia del trigémino, losartan para la tensión, sitagliptina para la diabetes, atorvastatina para el colesterol y torasemida para prevenir edemas por la insuficiencia cardiaca que padece. El enfermo levanta un medicamento y remata con una medio sonrisa: “Solo este vale 150 euros, así que toda la caja debe valer un dineral”.

Esa pequeña fortuna para mejorar la salud de Linares es uno de los miles de motivos que hace un año llevaron a la Junta de Andalucía (PP) a implementar un programa de deprescripción de medicamentos para polimedicados, aquellos que toman 10 o más fármacos, una población al alza en todo el país. En esta comunidad los pacientes polimedicados (el 4% de la población) han bajado por primera vez de manera leve, y de 347.105 hace dos años se ha pasado a 338.923.

Los médicos de familia andaluces dedican ciertas tardes de manera exclusiva a examinar los fármacos de estos pacientes para evitar riesgos de interacciones, efectos secundarios y peor adherencia. Ante la llamada telefónica de su médico de cabecera, la reacción habitual de los enfermos es de alegría y colaboración para la rebaja de pastillas diarias. “Cuando citas al paciente y le explicas que tiene dos medicamentos recetados que hacen lo mismo, no se lo toman mal porque buscamos su beneficio, aunque son necesarias habilidades de comunicación”, relata Juan Manuel Rodríguez, médico en el centro de salud de Alozaina (Málaga).

Otro facultativo del área Sur de Sevilla que reclama anonimato, coincide en la buena predisposición de los enfermos y matiza: “Llamo a los pacientes por sorpresa para revisar su historia clínica y diagnósticos, perciben tu interés en su salud y no he encontrado resistencias. Solo a dos terceras partes de los enfermos les suspendí algún fármaco o les reduje la dosis. Son listados hechos con filtros de carga medicamentosa y con un criterio clínico, celosamente clínico”.

Los polimedicados son una de las razones que han llevado a la Junta andaluza a revisar su gasto farmacéutico a través de recetas, disparado en 2023 hasta los 2.310 millones, según datos del Ministerio de Sanidad. El crecimiento este último lustro ha sido desorbitado, del 30%, según reflejan los créditos definitivos del Presupuesto de la Junta andaluza desde que gobierna el PP esta región. “La reducción de polimedicados se ha producido a pesar de que cada año aumenta la población mayor de 65 años, que se caracteriza por un mayor consumo farmacéutico”, defienden fuentes de la Consejería de Salud y Consumo. Los polimedicados suelen concentrarse en barrios más humildes, con población que ha sufrido empleos más estresantes y duros, consumo más frecuente de tóxicos y una alimentación menos sana, recuerdan los expertos en salud pública.

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El paciente Antonio Linares muestra el pastillero que utiliza para sus medicamentos.
El paciente Antonio Linares muestra el pastillero que utiliza para sus medicamentos. PACO PUENTES

El consumo de fármacos tan elevado que padece España -primer país del mundo en uso de tranquilizantes- se explica en parte por el deterioro de la atención primaria, que lleva a muchos médicos de cabecera a solucionar los problemas de salud mental, obesidad o pérdida de sueño, por la vía más rápida ante la falta acuciante de minutos: recetar un fármaco sin plantearse soluciones que requieren hablar con el paciente para explorar alternativas como medidas físicas o grupos de apoyo.

“El tratamiento para mi trastorno bipolar estaba mal puesto y con el último psiquiatra he bajado de 14 a solo cinco pastillas en tres años, después de que descubriera que soy alérgica a la venlafaxina. Lo mejor es que este, después de otros tres psiquiatras anteriores, no tiene prisa, me escucha, hablamos y se toma su tiempo. Me dice ‘siempre te voy a atender, y eso no me lo ha dicho nadie antes”, detalla con pausa Carmen Díaz, de 68 años, a las puertas del centro de salud sevillano Amante Lafón. Hace 22 años, siendo dependienta en tienda, Díaz sufrió su primer brote de esta enfermedad provocado por un acoso laboral.

Los médicos de familia andaluces llevan desde el pasado marzo con el programa específico para reducir fármacos en los polimedicados, en jornadas vespertinas que paga a los médicos por productividad, aunque con retraso y los facultativos aún no han cobrado las que ejercieron el pasado otoño. La Junta asegura que la media de prescripciones ha pasado de 12,15 a 11,94 con un ahorro de 6,9 millones.

Casi todas las regiones tienen programas para incentivar la deprescripción de medicamentos, ya que la subida del gasto -encabezada por Cantabria con un 4,94% interanual- es generalizada, según la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (Semfyc). Cataluña por ejemplo tiene varios programas enfocados a la deprescripción, con una población de polimedicados muy similar a la andaluza, del 3,8%, con 310.000 pacientes.

“El problema es tan grande que es difícil de abordar por el tamaño y el tiempo necesario para negociar con el paciente la retirada de medicamentos. El Ministerio carece de una estrategia nacional de deprescripción y uso racional del medicamento, que sería interesante plantearla”, Miguel Ángel Hernández, médico de familia del Grupo de Trabajo de Utilización de Fármacos de la Semfyc.

El Ministerio prevé “incrementar” el número de autonomías con programas de deprescripción los próximos tres años, según avanza un portavoz. La partida anual estatal para el uso racional del medicamento, que ronda los 40 millones, incluye campañas educativas para la atención, preparación de formadores para el uso de benzodiacepinas, así como sistemas de información basado en las prescripciones con recetas electrónica.

La deprescripción no siempre es fácil. “El 28% de los pacientes mayores de 65 años toman 10 o más medicamentos y hay que tener mucha seguridad y personalidad para deprescribir, es una lucha complicada. Los cambios hay que quitarlos de uno en uno y en sucesivas visitas. A más edad, más se fían de ti, pero tienen horror a que les quites las benzodiacepinas para poder dormir”, ilustra Buenaventura Fernández, médico de Gran Canaria que lleva una década en consulta tras pasar por la Dirección General de Farmacia del Gobierno insular.

Sobre la firma

Javier Martín-Arroyo
Es redactor especializado en temas sociales (medio ambiente, educación y sanidad). Comenzó en EL PAÍS en 2006 como corresponsal en Marbella y Granada, y más tarde en Sevilla cubrió información de tribunales. Antes trabajó en Cadena Ser y en la promoción cinematográfica. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster de EL PAÍS.

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