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Los Pingüinos sobre dos ruedas conquistan Valladolid

La concentración motera cumple 42 ediciones con récord de afluencia y convertida en icono europeo

Un grupo de moteros se calienta al fuego, durante la concentración de Pingüinos, en enero de 2024.
Un grupo de moteros se calienta al fuego, durante la concentración de Pingüinos, en enero de 2024.Emilio Fraile
Juan Navarro

El humo sobrevuela el nido de los Pingüinos mesetarios. La combinación de las fogatas con las incipientes nieblas nocturnas y las masas grises emitidas por los tubos de escape y las ruedas quemadas elevan una nube sobre el pinar de Antequera de Valladolid, sede de la mayor concentración motera invernal de Europa. Miles y miles de moteros llevan 42 ediciones de Pingüinos juntándose para celebrar una pasión intergeneracional e internacional, como se aprecia pateando la campa. Los más modestos vehículos motorizados de dos ruedas se entremezclan con las más abigarradas creaciones, en una fiesta de las motocicletas desafiando al frío de enero. La organización aspira a superar los 43.000 asistentes de 2022, en un evento con música, excursiones y mucho compadreo entre chalecos de cuero.

Una comitiva andaluza calienta sus manos ante una agradecida hoguera. El campamento acoge las tiendas de campaña y monturas de Cristina Mesa y Raquel Martín, malagueñas de 26 y 32 años, junto a más amigos y a Jaime Navarro, de 46. Las temperaturas los pillan “con 15 grados menos que en casa”, pero al abrigo de las amistades, con almerienses y madrileños en ruta para incorporarse a la base. “¡El año que viene volvemos seguro!”, proclaman, aun sin comenzar la presente cita. El grupo agradece la hospitalidad de Valladolid, bien acogidos en los negocios y en las calles, sin olvidar el importante pellizco sobre la hostelería, con los hoteles casi llenos en temporada baja. El Ayuntamiento de Valladolid (PP-Vox), que históricamente ha colaborado con el evento, ha anunciado que trabaja para convertirlo en fiesta de Interés turístico nacional. “¡Hay mucha gente y poca leña!”, protestan, pues la organización proporciona madera para todos los campistas, que hacen acopio para subsistir.

Dos moteros se saludan al llegar a la concentración de Pingüinos, el 11 de enero de 2024.
Dos moteros se saludan al llegar a la concentración de Pingüinos, el 11 de enero de 2024.Emilio Fraile

Hay auténticos veteranos muy bien preparados, con decenas de Pingüinos a la chepa y muchas ganas de divertirse. Un grupo de portugueses asa torreznos en una barbacoa mientras charlan junto al fuego. Detrás, una tienda-chiringuito con café, licores, cervezas y viandas de todo tipo. Entre las manos corre una bota de vino para ir entrando en calor. Unos pasos más allá, una minimoto revolotea con destreza entre los tocones y las tiendas de otros visitantes. El conductor apenas tiene seis años y, tras una exhibición de quemar rueda entre un ruido hasta sorprendente para tan pequeña moto, recibe las loas de los adultos que lo acompañan. Su padre, el gallego Simón Carril, de 38 años, espera que cuando el niño crezca puedan acampar juntos con sus motos de verdad. “¡Hay nivel!”, bromea el equipo, pues un guiso de cebolla borbotea sobre las llamas para acompañar a un suculento codillo. Al albaceteño Luis García, de 42, le han dejado la misión de tallar a cuchillo un cucharón y un tenedor para repartir el rancho.

La afluencia satisface a José Manuel Navas, de 68 años, responsable de Turismoto, entidad responsable del festejo. Navas lleva en Pingüinos desde que comenzaron hace 42 ediciones con 357 aficionados, cifra exponencialmente multiplicada en los últimos años con el propósito de superar los 43.000 de 2023, techo de la concentración. La festividad sigue “con salud perfecta” tras las disputas de hace años, cuando parte de los organizadores rompieron con Pingüinos y crearon una cita similar en Cantalejo (Segovia). “Hará tiempo seco y eso anima a la gente, con el frío no pasa nada con equipamiento adecuado, la lluvia incide en la seguridad de la conducción, es un tiempo de Pingüinos 100%”, explica el motero. La campa acoge a asistentes de toda edad y perfil, con miembros de tres generaciones de motoristas, algunos orondos y otros atléticos: “Tenemos un perfil variopinto, con una media de 40 años, con jovencitos y gente madura”. A Valladolid acuden aficionados de toda España y una nutrida presencia de franceses, portugueses e italianos, así como representantes de banderas de medio mundo.

Un participante de Pingüinos con un chaleco lleno de parches moteros.
Un participante de Pingüinos con un chaleco lleno de parches moteros.Emilio Fraile

Tantos años de ajetreo van erosionando hasta a acérrimos amantes de Pingüinos. Navas admite llevar dos años “pensando en dejar paso a otras generaciones cuando estén preparadas, hay gente para hacer renovación sin que se resienta”. La continuidad, insiste, se garantiza con el equipo que lo acompaña enero tras enero. La vida sin el festejo sería mucho más aburrida para franceses como Txomin Mourgue, de 54 años y muchas concentraciones en su historial. Así lo acredita la chaqueta de cuero jalonada por decenas de parches de eventos similares, grupos de música o advertencias como “Hijoputa peligroso”, una “broma” según el agradable propietario, ataviado con un gorro con forma de lobo contra los muchos cubrecabezas de pingüino. “El chaleco representa la vida de un motero”, presume, con una bandera española y otra francesa en la prenda.

Cae la noche y el amplio recinto se ilumina gracias a generadores, los focos de las motos, las hogueras y las enormes luces de los negocios y campas preparados para los asistentes. Al fondo, los vagones del AVE rompen fugazmente la oscuridad. El “chill-out” de un grupo de vallisoletanos consta de un sofá traído expresamente para su comodidad, el fuego de rigor y, a su espalda, un enorme espacio cerrado donde los amigos, que ya le han dado la vuelta al jamón del calendario, tienen otro jamón preparado entre bebidas de toda variedad. El ajetreo seguirá hasta el domingo y al terminar el pinar volverá a sus usos habituales: pasto para corredores hartos de la ciudad, ciclistas de montaña con ganas de culebrear entre senderos y mucho más silencioso que con los motores rugientes.

Mural de Pingüinos en una fachada en Valladolid.
Mural de Pingüinos en una fachada en Valladolid.Emilio Fraile

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Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, buscándose la vida y pisando calle. Grado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS. Autor de 'Los rescoldos de la Culebra'.

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