La inteligencia artificial y 150 catadores vigilarán la calidad del vino de Rioja
El Consejo Regulador eleva esta campaña los controles en viñedos y bodegas. Se probarán a ciegas 8.000 caldos y se analizará que cada parcela no produzca más de lo debido
¿Qué hay detrás de una botella de Rioja? Al año se comercializan 250 millones de litros de vino (343 millones de botellas) de esta denominación de origen. El Consejo Regulador ha acordado aumentar esta campaña los controles de calidad de la marca, tanto en viñedos como en bodega. Tiene bajo vigilancia las 65.000 hectáreas de viñedos en 144 municipios mediante un nuevo sistema de inteligencia artificial que permite determinar la producción estimada en cada parcela. “Es un plan pionero que no existe en ningún otro sitio”, afirma Pablo Franco, director técnico del organismo regulador Rioja. A comienzos del año que viene, un equipo de 150 catadores probará 8.000 vinos y decidirá cuántos merecen llevar el sello Rioja. El responsable del control de calidad de Rioja asegura que todo el vino que saldrá al mercado con la etiqueta de Rioja va a ser testado por estos expertos probadores con una nueva metodología “más precisa y objetiva”. El nivel de exigencia de las catas va a ser mayor y, según pronostica Franco, es posible que algunos caldos que antes eran aptos ahora no pasen el corte sensorial.
La vendimia está tocando a su fin. Un camión cargado con 30.035 kilos de uva tinta, recogida en una finca de Lapuebla de Labarca (La Rioja), llega el día 11 de octubre a Marqués de Vargas, una bodega de Logroño especializada en reservas y grandes reservas. Una vigilante de vendimia del Consejo Regulador Rioja verifica la partida, su procedencia, las características de esa uva y anota el cargamento en la tarjeta electrónica del viticultor. Esos miles de racimos se atemperan un tiempo en cámaras frigoríficas y después pasan por una cinta de selección manual hasta que son almacenados en los 50 depósitos que tiene esta bodega para elaborar su vino. Estas entregas de uva en bodega se repiten muchas veces a diario en toda la demarcación riojana. “Durante la vendimia controlamos un total de 110.000 entregas de uva. Tenemos 180 inspectores que controlan los 390 millones de kilos que llegan a las bodegas. Ellos se encargan de comprobar la trazabilidad de toda la producción. Sabemos en todo momento cuánta uva se está vendimiando, qué variedad es, a qué bodega se envía…”, explica Franco: “Este es el altísimo nivel de exigencia que se pone a cualquier producto que pretende salir al mercado con la palabra Rioja”.
Todo el ciclo de producción del vino está controlado al detalle por el ente regulador, desde el cultivo y la cosecha hasta la elaboración y la comercialización final. Un equipo de 200 personas, formado por veedores (ingenieros agrónomos que toman muestras en los viñedos) y ayudantes técnicos de inspección, lleva el control de las plantaciones, vigila la vendimia y registra adónde se envían las uvas. Lo que sucede en la bodega está supervisado por el consejo regulador a través de una aplicación informática en la que el vinicultor debe anotar todos los procesos que realiza. Y en la última fase, un panel de cata experto evalúa los parámetros analíticos y organolépticos de todos los vinos que van a salir al mercado.
Los controles sobre la calidad y la autenticidad son “del máximo nivel”, según el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Calificada (DOC) Rioja. Esta entidad maneja un presupuesto anual de 16 millones de euros, de los que seis millones se destinan a aplicar “uno de los sistemas más rigurosos para garantizar la excelencia” de sus vinos, “el ADN diferencial del Rioja”. La principal novedad este año es el uso de la inteligencia artificial para evitar que los viticultores se excedan en la producción de sus viñedos.
Este año, cada viña no podrá superar los 6.110 kilos de uva tinta (9.360 kilos para las variedades blancas) por hectárea. “Tenemos definidas 170 parcelas de referencia que son representativas de las 65.000 hectáreas que forman la denominación. La inteligencia artificial es una herramienta que nos ofrece datos muy certeros sobre la capacidad productiva de cada finca. Si un productor se excede no va a conseguir una uva de calidad. Mediante este sistema de inteligencia artificial conseguimos avisarles de antemano y se les aporta información para que pueda corregir esa desviación antes de la vendimia. Cuando el sistema detecta desviaciones, un técnico agrónomo certifica in situ si el cálculo de la inteligencia artificial se corresponde con la realidad”, explica Franco. Y añade: “Si no lo corrige, su viñedo se descalifica. No es una medida de castigo. La inteligencia artificial es una medida que aporta información al agricultor y da valor al Rioja”.
La segunda mejora consiste este año en el nuevo sistema de cata de los vinos. 230 catadores se han sometido a “un entrenamiento muy exhaustivo”, dice el director técnico del consejo regulador de Rioja. De ellos se ha seleccionado un comité de 150. “No son turistas, muchos de ellos son enólogos, gente que sabe mucho de vinos.”, precisa Franco. Todos han sido preparados para aplicar una nueva metodología de cata que ha perfeccionado y reforzado el modelo que se venía utilizando hasta ahora. Realizan las catas a ciegas, en copas negras que impiden ver el vino que están probando, y analizan la intensidad de los defectos y los atributos del producto final. “Es un ejercicio muy tenso, porque no será válido un vino que no tenga defectos. Vamos a exigir que tenga una intensidad de aroma positivo. Esto nos permitirá dar un salto cualitativo muy importante, porque seremos más restrictivos con los vinos que van a salir al mercado. Me da la sensación de que se van a identificar más vinos que no van a cumplir con los estándares de calidad que ha aprobado la denominación de origen”, advierte.
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